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Opinión del Lector

Crónicas de la militancia

Carlos Cruz

Por Carlos Cruz

El espanto. Al conocer el reciente informe sobre el resultado del escrutinio definitivo, respecto de las elecciones Primarias en nuestro país, se me hicieron presentes, rescatadas, dos imágenes: las de Los muros de la Revolución de Ricardo Carpani y El grito de Munch. Imágenes estas que, en rápida asociación, me llevaron a revisitar algunos momentos de mi práctica político-social. Momentos que, como testimonio para las/os jóvenes con quienes realizamos tareas en la gestión y compartimos hoy, estudios y proyectos en el camino de construir una Nación con justicia social, siento la necesidad de transmitir, en clave del poeta Spinetta: para que no se pudran dentro.

Fantasmas de la desnacionalización. A poco de producido el golpe económico-militar del 28 de junio de 1966 y bajo el blindaje represivo de la Doctrina de Seguridad Latinoamericana, los golpistas se alinearon al modelo económico-financiero impulsado por un conjunto de corporaciones multinacionales, militares, intelectuales orgánicos y titulares de grupos de noticias integrantes del poderoso Grupo Bilderberg (que fomentara la creación, de la Comisión Trilateral en el año 1972). Se van a imponer entonces, articulando neoliberalismo económico con fascismo vernáculo, las medidas diseñadas por el ministro Adalbert Krieger Vasena (oscuro personaje que, ya durante la tiranía de Aramburu-Rojas, había orientado el ingreso de Argentina al FMI). Así, en un marco opresivo y de proscripciones, se suspenden los Convenios colectivos de trabajo y se aplica una devaluación del 40%. Devaluación que da paso a un acentuado proceso de quiebra de sociedades nacionales, acompañado por su correlato de centralización de capitales y extranjerización de empresas. Políticas de dependencia que vuelven a avizorarse como posibilidad, regresiva y trágica, en nuestros tiempos.

La Resistencia. Ante aquella realidad, en un contexto de luchas por derechos políticos y sociales –sin tener acceso a los medios públicos y con represión callejera– el espíritu de época se caracterizó por el avance, en vastos sectores del movimiento obrero y de la clase media, de un pensar crítico, y situado, encaminado a comprender la génesis de los problemas estructurales de la Argentina dependiente. Pensar este que iba formulando preguntas y construyendo niveles de conciencia respecto de los valores e intereses que nos constituían, a la vez que generaba responsabilidades emergentes de ese conocimiento y abría cauces al compromiso, los vínculos interpersonales y la organización militante conjunta desde las bases obreras y estudiantiles. Coyuntura esa en que transitábamos diversos caminos, que iban desde las nuevas miradas sobre Historia Argentina y las formas de confrontar con la proscripción política hasta la lectura de Scalabrini Ortiz, Ortega Peña, Sartre, Gorki y Hernández Arregui.

La denuncia pública como praxis. En la mañana otoñal del lunes 9 de agosto del año 1971, las paredes de la ciudad de Buenos Aires amanecieron cubiertas con carteles que, en letras rojas, convocaban a la lectura de los transeúntes a partir del interrogante: Yo trabajo. Usted trabaja. Nosotros trabajamos. Pero. ¿Para quién trabajamos?; dando paso, a modo de respuesta, a la nómina de 101 empresas desnacionalizadas durante la dictadura económico-militar. Carteles estos –confeccionados, solventados y pegados por compañeras y compañeros, militantes en la Facultad de Derecho de la UBA y en la Villa 31 de Retiro– quienes, además de la denuncia del afiche, y con una mirada estratégica, también desarrollábamos tareas formativas de cuadros político-técnicos y programas de gobierno desde el Instituto de Estudios Políticos Argentinos (IEPA). Las semanas previas a aquella acción estuvieron atravesadas por múltiples reuniones y discusiones –cara a cara– tanto sobre el texto como en lo referente a la forma de distribuir los afiches. Reuniones donde también se intercambiaban la palabra del cura Carlos Mugica con las voces de dirigentes sindicales como Miguel Gazzera y Mario Cairo, los profesores Héctor Sauret y Roberto Carri, miembros del Movimiento Villero o la actriz Chunchuna Villafañe.

El desafío. La mayoría de las multinacionales de aquel afiche se han remasterizado y algunas de ellas vuelven robustecidas (como Bunge y Born), al tiempo que también se han incorporado nuevas transnacionales globalistas, y personeros tragicómicos al esquema de dependencia extractiva de recursos y fuga de capitales. En este escenario resulta imprescindible reconstruir, antes y después de las elecciones, los vínculos y mecanismos de organización popular tal como llevan a cabo – más allá de escritorios, redes de internet y burocracias pequeño burguesas– muchas/os jóvenes, y no tan jóvenes, que vuelven a poner el cuerpo, recorren calles y plazas, comparten un mate, discuten ideas y saben mirar a los ojos.

*Profesor Consulto de la materia Delitos económicos, Facultad de Derecho-UBA

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