Por José Luis Lanao
"No quisiera estar en tu lugar. La vas a tener jodidísima porque en algún momento vas a tener que optar por Horacio (por Rodríguez Larreta) o por Patricia (por Bullrich). Y eso va a tener un costo altísimo. Que te sea leve". La conversación entre "un ministro del gobierno nacional" –cuyo nombre no trascendió– y el intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro, filtrada por el diario La Capital, desvelaba la feroz interna que se está llevando en las entrañas del PRO. El viernes, el intendente marplatense anunciaba, en un video colgado en las redes sociales, que va por la reelección apostando tanto en Provincia como en Nación. Más allá de las bendiciones de Larreta, Bullrich y Santilli, al parecer lo que Montenegro recibió con mayor emoción y sorpresa fue el "me gusta" cincelado, desde Indonesia, por Emiliano “Dibu” Martínez.
El arquero argentino y el PRO son como esas relaciones que se llevan en silencio, con cierto secreto, para luego en público hacer como si no se conocen. Tal vez ha llegado el momento de sentirse hartos de verse a escondidas, y quieren pasear de la mano delante de todo el mundo. Es lo que parece. El "Dibu" se está soltando, y tal vez en un futuro se suelte del todo. El rosario de jugadores identificados con la derecha no para de crecer. No hay uno que patee para el otro lado. Resulta obsceno ese permanente apoyo a las élites políticas y económicas, necesitadas de cambiar lo justo y mantener su hegemonía en un simulacro de sistema carente de legitimidad verdadera.
"Yo quiero dar pelea. Pido gobernar dos años normales sin pandemia. Me la pasé atajando penales", declaraba Guillermo Montenegro. Ya son dos. Hace tiempo que el "Dibu" viene atajando penales sobre su lado más cómodo: la derecha. También su pie derecho es digno de admiración. "Estaba charlando con Nasser, presidente del PSG, que somos amigos y juego al pádel con él, y en eso llega justo el "Dibu", al que no conocía y le pedí darle un beso en el pie. No, es el otro me dijo (por la atajada final de Argentina- Francia). ¿Y le diste un beso en el pie? Obvio. En ese momento llegó Leo y nos hicimos la foto", manifestaba entusiasmado Mauricio Macri.
Deseamos –como deseamos– pertenecer, ser aceptados. Que nos acojan, que nos integren, que nos quieran. Pero cuando nos sentimos integrados, exitosos, empezamos a excluir a los demás. Ese "otro" que siempre resulta ser una amenaza. Como interpretará el Dibu las declaraciones de Bullrich, de Pichetto, y del ya integrado Espert, sobre lo molesto y lo peligroso de la inmigración. Sobre esa instrumentalización del odio, de la deshumanización del otro, ese empecinamiento por inferiorizar para dominar, denigrar, perseguir, excluir. Esa legitimación de la barbarie, donde se extingue todo residuo de piedad, donde la figura humana deja de conmover.
Lo importante es la victoria, pero también lo que viene después. El fútbol es un territorio para el asombro. Siempre hay algo nuevo por descubrir, un detalle, un gesto, una sombra, un deseo, un arrepentimiento.
"No hay nada más profundo que la piel", decía en su poema Valery. La palabra humano proviene del latín "humus –tierra–, raíz de humildad. Este futbol se ha quedado sin piel y sin humanidad.
(*) Ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón del Mundo 1979.