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Opinión del Lector

Djokovic, Alcaraz y el tenis sobrehumano

Claudio Aisenberg

Por Claudio Aisenberg

Este domingo, el máximo ganador de campeonatos de Grand Slam (23, otra bestialidad) se mandó una más de sus proezas deportivas dignas del Ave Fénix: tumbó al número uno del mundo, el español Carlos Alcaraz, tras un partido para los libros de papel satinado (5-7, 7-6 y 7-6).

¡Plop!

Se desplomó el superhéroe después de casi cuatro horas de juego sublime. Al piso, boca arriba cuan largo es, sobre el cemento caliente del Lindner Family Tennis Center de Cincinnati. Exhausto, Novak Djokovic sumó otro Masters 1000, el trigésimo noveno. Una bestialidad: a los 36, tiene más títulos de ese rango que años vividos. Y el mundo hace ¡plop!, como en las historietas, como en la canción de Serú. Nole es parte del mar mientras mira las nuevas olas.

Este domingo, el máximo ganador de campeonatos de Grand Slam (23, otra bestialidad) se mandó una más de sus proezas deportivas dignas del Ave Fénix: tumbó al número uno del mundo, el español Carlos Alcaraz, tras un partido para los libros de papel satinado (5-7, 7-6 y 7-6).

Djokovic no podía ganar y ganó. No podía, de ningún modo, porque ya no había ni una pizca de energía. No tenía lógica que ganara en esa caldera de sensación térmica salvaje. El serbio estaba deshidratado, mareado, sudoroso y fuera de órbita. Toalla blanca con hielos. La obligada supervisión del médico en un descanso. Una caricatura: lo soplabas y se caía, parecía. Eso, parecía.

Djokovic nos ha acostumbrado a sus épicas remontadas y, claro está, nunca se les ocurra darlo por muerto. Pero esta vez no, esta vez no lo iba a hacer, suponíamos (equivocados). Para peor, enfrente lo estaba por devorar un tiburón ávido de sangre. Alcaraz es un fenómeno con poder de nocaut. Y Nole estaba groggy y en desventaja frente al rival, 16 años menor, que le había arrebatado Wimbledon en cinco sets por el canto de una uña.

¿De dónde saca fuerzas Djokovic, el más grande escapista del tenis? ¿Por qué nada lo derriba? ¿Cómo logra, a esta altura de su sapiente veteranía, minar al oponente pero, mucho más que eso, vencerse a sí mismo, a su agotamiento extremo y a su cuerpo maltrecho?

Es Djokovic, cabeza y corazón. Y en el Western & Southern Open se desplomó no sólo por el merecido y perseguido festejo sino también porque, sencillamente, el hombre ya no daba más. El desahogo, la euforia y el alivio conformaron una postal extraordinaria.

Djokovic y Alcaraz llevaron el tenis a un límite sobrehumano en una final que –dato no menor-- no era al mejor de cinco sets. Y escribieron una nueva página de un “head to head” de apenas cuatro episodios (historial de 2 a 2) que ya es considerado uno de los duelos históricos y clásicos del tenis. Se verá cuánto carretel le queda a esta rivalidad, que no se prolongará por una década pero cuya intensidad la eleva al Olimpo competitivo.

Djokovic y Alcaraz arrancarán como netos favoritos en el Abierto de Estados Unidos, a partir del 28 de agosto. Desde la disparidad de edades sostienen un increíble contrapunto, justo cuando, con Federer retirado y con Nadal en proceso de recuperación, todo indicaba que las batallas legendarias de los fuera de serie habían entrado en pausa hasta nuevo aviso.

“Aprendo cuando te enfrento”, elogió Alcaraz a Djokovic durante la premiación. “Jamás te rindes”, concedió Nole. “Los españoles nunca mueren”, replicó Carlitos. “Me suena haber vivido esto ya”, cerró Djokovic. Y hasta el mismísimo Nadal habrá ensayado una sonrisa de aprobación por el guiño.

Djokovic no quiere soltar el mando. Alcaraz está destinado a tomar la posta y a dominar el tenis por mucho tiempo. Se trata de un pase generacional en auge. La pulseada es técnica, emocional y mental. Siempre titánica y asombrosa, además.

¿Jugarán otra final en Nueva York? En ese caso, ¿quién le torcerá el brazo a su adversario? Es el partido, partidazo, que todos esperan.

Alcaraz no va a aflojar, ya lo sabemos. Djokovic seguirá en modo superhéroe, como otro colosal deportista de 36 años que en la noche del sábado, a unos 400 kilómetros de Cincinnati, volvió a salir campeón. Un tal Lionel Andrés Messi.

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