Por Eduardo Fabregat
¿Dónde estás ahora
que el viento borró tus manos?
¿Dónde estás ahora?
Tu cara es muy gris, tu imagen se va.
("Que el viento borró tus manos", Almendra, 1969)
Duele, cómo no va a doler. Pero no se trata de la persona (no hay que enojarse con las personas por su pensamiento, ya se sabe dónde lleva eso), sino por el legado artístico. Como individuo y como integrante de bandas esenciales del rock argentino, Emilio Del Guercio levantó banderas de paz, de libertad, de fraternidad entre humanos: valores diametralmente opuestos a lo que proponen Patricia Bullrich, Fernando Iglesias, Federico Andahazi, que celebran su incorporación a la lista de Juntos por el Cambio a precandidatos a diputados del Parlamento del Mercosur, "ese antro bolivariano" al decir de Iglesias.
Patricia Bullrich, adalid de la mano dura, la persona que condecoró a un policía que mató por la espalda, la que promete arrasar con toda forma de protesta social en poco tiempo. Con Almendra, Emilio fue parte vital de aquella primera oleada del rock argentino; en algún momento ejerció cierta militancia partidaria ("Compañero toma mi fusil / Ven y abraza a tu General / No ves que el tiempo se quedó a vivir", cantaba en "Camino difícil") pero la verdadera militancia de los rockeros argentinos fue por la libertad, artística, de pensamiento, de ideales, en una sociedad cercada por el onganiato, por la Triple A, por la dictadura de 1976. En aquellos tiempos Bullrich también pensaba otras cosas, pero uno desearía que artistas tan queridos no cayeran en el mismo camaleonismo, en la conveniencia política. El declarado antikirchnerismo de Del Guercio no es nuevo, y aunque resulta llamativo dados los formidables programas que pudo hacer en Canal Encuentro gracias a la política audiovisual del kirchnerismo, la libertad es también respetar sus opiniones.
Pero en tiempos en los que parece que todo vale, que manifestaciones de odio y violencia como las que Bullrich profiere casi a diario son naturalizadas como "opinión política", da pena que ese legado artístico, las canciones de Almendra, de Aquelarre, de Emilio solista, queden como pecados de juventud, como anécdotas en el camino de alguien que ahora abraza una expresión de ultraderecha. Spinetta supo renegar de su propia "Muchacha (Ojos de papel)", pero jamás se arrepintió de haberle dedicado "Maribel se durmió" a las Madres de Plaza de Mayo. Almendra sufrió el tipo de represión que le encanta a Patricia Bullrich en los '60 y en los '80, cuando los camiones celulares se cargaban de gente en la puerta de los shows de regreso. Aquelarre sufrió la censura de "Violencia en el parque" y en 1975 se fue a España por buscar otros horizontes artísticos pero también porque la atmósfera aquí era irrespirable. Tan irrespirable como luce el futuro que prometen, que quieren imponer, Bullrich y sus aliados. Y ahora Emilio es uno de esos aliados. Y duele.
"Yo sé que el tiempo que pasa me cambiará / Pero todo lo que fui siempre vuelve a dar en mí", cantó Emilio Del Guercio en su Pintada de 1983. Bueno, quizás no.