Por Damián Di Pace
El 2020 nos dejó el sabor más amargo a nivel social y económico de las últimas décadas en nuestro país. El 2021 arranca con más dilemas que perspectivas certeras.
El 2020 nos dejó el sabor más amargo a nivel social y económico de las últimas décadas en nuestro país. La economía tuvo su peor caída, creció el desempleo, aumento la informalidad, creció la pobreza y la indigencia, cerraron comercios e industria pyme y la pérdida de poder adquisitivo del salario vino acompañada de un incremento en el nivel de deuda por parte de las familias argentinas.
El 2021 arranca con más dilemas que perspectivas certeras. En principio la necesidad de un rápido acuerdo con el FMI acelera decisiones postergadas en materia del frente fiscal, monetario y económico futuro. Para Argentina es una oportunidad lo que no se hizo por las buenas lo exigirá el marco del acuerdo para lograr la reprogramación de la deuda que se tienen con el organismo de U$S 4.4000 millones. Sin embargo, con el acuerdo solo no basta. Es importante que el frente fiscal, monetario y cambiario le den la previsibilidad que no logro en 2020 al acuerdo con los acreedores externos básicamente por qué el clima más despejado de deuda no encontró no tuvo su correspondencia en los negocios con incremento de impuestos, ley de teletrabajo, ley de alquileres, ley de góndolas, ley de telecomunicaciones y sin perspectiva de Reforma Tributaria ni Laboral. Todos estos condimentos incluso generaron expectativas negativas en sectores no afectados por las nuevas regulaciones pero con temor hacia una mayor nivel de intervención y regulación de sus actividades.
A la imprevisibilidad que implica la macroeconomía en Argentina se le suma estar en Pandemia. El gobierno apuesta a una vacunación rápida de la población de riesgo a los efectos de neutralizar el incremento de la tasas de contagios hacia Marzo/Abril cuando la misma comenzó a incrementarse en esta estación de verano. Por otra parte, en el medio del toque de queda nocturno no hay mucho margen para generar fuertes restricciones de aislamiento social ya vividos en 2020 por qué el margen fiscal y monetario para otra rondas de asistencia económica no está previsto en el presupuesto y estresaría aún más el sendero alcista de la inflación, mayor devaluación del peso sobre el dólar y brecha cambiaria.
Por su parte, el gobierno aspira aún rebote de la economía con crecimiento del 5 % del PBI en 2021, una inflación del 29 % y tipo de cambio de $ 102. Sin embargo, el mercado observa una inflación de casi el 50 % y un tipo de cambio oficial base de $ 120. En Argentina emprender también implica “pulsear” por las expectativas y en lugar de contar con escenarios previsibles que fomenten el crecimiento de la inversión, producción y empleo.
Para el sector Mipyme la situación es preocupante. De acuerdo a la CAME las ventas minoristas finalizaron con una caída del 21,4 % en 2020. De acuerdo al Ieral Fundación Mediterránea entre septiembre de 2017 y septiembre de 2020, la caída en el número de empleadores MiPyME fue de 7,3%, que resulta sustancialmente mayor caída que la que se manifestó entre 1998 y 2002 (en ese periodo cayó 4,9% el total de empleadores). 2020 finalizó con 21.000 empresas MiPyMEs menos que hace un año (empleadores).
Argentina tiene una necesidad creciente de generar Mipymes a futuro para recuperar el empleo sin embargo la política no entiende como generar la siembra futura de emprendedores y emprendimientos. Desde el ejecutivo se envio al Congreso un proyecto de Reforma del Monotributo para un supuesto Plan “Puente” hacia el paso del Régimen General sin estudiar la casuística y evidencia empírica del caso a nivel regional con éxitos de este tipo de Regímenes. El resultado será un “Plan Fosa” para el emprendedor y no un “Plan Puente”. El peso tributario del régimen general frente al monotributo es de hasta 20 veces mayor. A su vez, hay inconsistencias en el caso de venta de bienes o prestación de servicios a entidades exentas de IVA donde en el caso del régimen general debe ser asumido por el oferente como un costo adicional sin posibilidad de descarga alguna en lugar del Monotributo donde IVA y Ganancias están incluidos. En el proyecto de Ley no hay beneficio alguno de menor pago de ganancias por escalas y topes en el Regimen General y tampoco disminución de IVA constante sino provisorio con beneficios graduales en 3 años del 50 %, 30 % y 15 % respectivamente.
En Chile tienen un régimen impositivo para pequeños contribuyentes que hacen a pequeñas empresas. Los impuestos pagados por las mipymes como empresas sirven como crédito para los impuestos pagados por las personas lo que favorece a los dueños de las mipymes y a las personas de clase media que lo vuelcan sobre el consumo nuevamente. Es decir, obtienen un crédito fiscal que las personas pueden descontar en el pago de sus impuestos personales de lo que oportunamente hayan pagado su empresa mipyme. En Brasil el régimen simplificado asciende a U$S 1 millón de dólares de acuerdo a información del consultor Gustavo Segre.
En Uruguay existe un Régimen simplificado SRL para las empresas Mipymes que facturen hasta U$S 500.000 con impuestos que van del 3,3 % al 12 % de la tasa efectiva sobre la facturación. Es decir, más facturas más pagas. Sin saltos bruscos de un régimen a otro. Sin subjustes de escalas. Sin subfacturación. Las mipymes incrementan su carga tributaria a medida que facturan más. El paso es acorde al crecimiento de su musculatura y economía de escala.
El resultado es que estos países duplican o triplican la cantidad de Pymes por densidad de habitantes frente a Argentina.
La Pandemia continuará, la aplicación de la vacuna será muy lenta y gradual. Lo único que puede generar mayor previsibilidad es orientar la macro con un plan económico que involucre metas fiscales y monetarias y correcciones tributarias y laborales que reconstruyan en la micro al sector productivo sin incentivos hacia la inversión desde hace 10 años.