Por Eduardo J. Vior
La ofensiva de Hamas demuestra que, por un lado, los palestinos no pueden derrotar militarmente a Israel, pero también que el estado hebreo no podrá imponerse a los primeros. Netanyahu puede beneficiarse coyunturalmente de la guerra, pero, si esta no se desborda, será la oportunidad para iniciar una negociación amplia y abarcadora.
En una sorprendente conjunción de incapacidad de la inteligencia israelí con una excelente coordinación de la resistencia palestina, las brigadas al Qassam del Movimiento de Resistencia Islámico Hamas y las al Quds (Jerusalén) de la Jihad Islámica propinaron este sábado la más estruendosa derrota que haya sufrido Israel en su historia.
Los milicianos ocuparon numerosas localidades del sur, tomaron rehenes y demostraron que pueden golpear a la potencia ocupante, sin que ésta lo pueda evitar. Por primera vez se confirmó que los palestinos no pueden derrotar militarmente a Israel, pero éste tampoco a ellos. Puede ser que el primer ministro Benyamin Netanyahu se beneficie coyunturalmente de algún tiempo de guerra, pero, si ésta no se desborda, será la oportunidad para iniciar una negociación amplia y abarcadora.
Este sábado a las 6 de la mañana (hora local) Hamas y la Jihad Islámica iniciaron contra Israel la operación “Batalla del Diluvio de Al Aqsa”, lanzando más de 5.000 cohetes contra los asentamientos israelíes fronterizos con la Franja de Gaza y contra algunos suburbios de Tel Aviv. Fue una operación simultánea que incluyó el bombardeo con cohetes, la ruptura de la barrera fronteriza y el ingreso de patrullas motorizadas con milicianos armados que asaltaron una veintena de puestos militares (también varios comandos operacionales) capturaron personal y vehículos. También realizaron nunca vistos asaltos aéreos con parapentes ultralivianos y drones. Siempre hay francotiradores israelíes en una colina a menos de un kilómetro de la frontera. Esta vez no estaban. Llamativamente, los milicianos atacaron usando, entre otras, armas norteamericanas e israelíes que habían sido enviadas a Ucrania.
En su operación los palestinos ejecutaron con precisión a algunos altos oficiales de la inteligencia militar israelí, pero también sembraron el terror disparando a mansalva en las calles de los asentamientos atacados. Asaltaron una fiesta electrónica, mataron a varios participantes y se retiraron a la Franja llevándose a unos 150 rehenes.
El gobierno israelí decretó inmediatamente el estado de guerra y llamó a 300.000 reservistas a filas, decretó el bloqueo total de la Franja de Gaza (no entran agua, alimentos ni medicamentos) y comenzó a bombardearla masivamente. Según cifras que varían permanentemente, los ataques habrían matado a unos 800 israelíes. Por su parte, la Media Luna Roja da cuenta de la muerte de 2.400 civiles en la Franja de Gaza. No se sabe cuántos combatientes palestinos murieron.
Las milicias salidas el sábado a la mañana de la Franja de Gaza atacaron el sur de Israel en un amplio frente.
Probablemente, la ofensiva de las milicias islámicas haya tenido como objetivo, primero, impedir el acuerdo de paz en ciernes entre Israel y Arabia Saudita, en segundo lugar poner al descubierto la incapacidad de la inteligencia israelí para prevenir el ataque, agudizando así la crisis política que paraliza al país desde hace meses. Tercero, es parte también de la disputa con la Autoridad Palestina (sólo presente en Cisjordania) por el liderazgo sobre el conjunto de los palestinos, en la Franja de Gaza, en Cisjordania, dentro de Israel y en la diáspora. Finalmente, la operación intenta asimismo involucrar a Irán, a EE.UU., a Rusia y a China en la búsqueda de un gran acuerdo regional de paz.
Hamas, junto con otras milicias que pueden unirse a la lucha, como Hezbolá en el Líbano, no están ni cerca de ser un rival militar para Israel. No obstante, el gobierno de Benyamin Netanyahu enfrenta ahora la crisis de seguridad más severa que ha vivido Israel en décadas, con la perspectiva potencial de tener que combatir a la vez en Líbano y Gaza y afrontar un levantamiento en Cisjordania.
En Israel las imágenes del extraordinario asalto de Hamás han provocado un terremoto. Ha sido asombroso el colosal fracaso de la tan renombrada inteligencia, que no evitó que Hamas planificara y se armara para esta operación durante meses. Junto con la inteligencia de los agentes sobre el terreno, las comunicaciones en Gaza son monitoreadas, al igual que los movimientos de personas y vehículos en la frontera, con los sensores más avanzados del mundo. Israel lleva a cabo ataques aéreos regulares sobre el territorio de la Franja, para garantizar, dice su gobierno, que Hamas y la Jihad Islámica no acumulen armamento. Una campaña de asesinato selectivo de figuras militantes de alto rango supuestamente detectaría el mando y el control. No fue el caso.
Habrá que esperar, para tener serios análisis de inteligencia y saber qué falló en Israel y Estados Unidos. Las primeras evaluaciones creíbles, empero, apuntan a dos aspectos: la burocratización del análisis de inteligencia israelí y la confianza ciega de los responsables estratégicos norteamericanos en la seriedad de su aliado.
A partir de la experiencia del último enfrentamiento con Hamás en 2021, el relevamiento de información israelí sobre la Franja de Gaza habría reposado casi exclusivamente en la Inteligencia Artificial (IA). El servicio de inteligencia habría organizado un gigantesco banco de datos que monitorea todas las comunicaciones de la Franja, pero la Resistencia Palestina engañó a la IA: habría mantenido una apariencia de comunicaciones, como para que los técnicos enemigos creyeran que estaban captando toda la información intercambiada allí, mientras que por otras vías (¿cuáles?) habría trasmitido a sus cuadros las informaciones necesarias. Las operaciones engañosas como táctica militar tienen un sello típicamente ruso, pero no son los únicos.
La capacidad técnica, en tanto, es de indudable cuño iraní. Pero lo más grave es la burocratización de la inteligencia: como la IA sirvió en 2021, reposaron casi exclusivamente en ella. Esta falla revela la falta de inteligencia político-estratégica o –hipótesis de politólogo- quizás que la fractura político-ideológico-cultural de Israel dañó la comunicación entre la conducción política y los técnicos de la inteligencia. Cuando la conducción superior va por un lado y los conductores tácticos por el otro, nada puede funcionar bien.
Mucho peor es la confianza ciega que los planificadores de la estrategia mundial de Estados Unidos depositaron en la inteligencia israelí. “Medio Oriente es la región del mundo que menos trabajo me depara”, dijo hace apenas dos semanas Jake Sullivan, el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca que a primera hora de cada mañana se reúne con el presidente para interiorizarlo de la situación de seguridad en todo el mundo. Se puede repetir el argumento politológico: la burocratización no es un defecto, sino el síntoma de una crisis profunda que no se manifiesta en la superficie. Después de décadas de rivalidad, desde hace unos tres lustros la inteligencia norteamericana se confía totalmente en la israelí, para evaluar qué pasa en Asia Occidental suponiendo que lo que durante 15 años funcionó bien debe seguir haciéndolo para siempre. Pero no es así.
¿Qué pasa ahora? El gobierno israelí declaró formalmente que está en guerra. Netanyahu amenazó con reducir Gaza a escombros y dijo a sus habitantes que se vayan inmediatamente, aunque no está claro a dónde. Hay especulaciones de que Israel lanzará una ofensiva terrestre a gran escala contra la Franja. Pero ¿cuán efectivo será esto y cuál es el propósito final? La presencia en Gaza de tantos rehenes hace que un ataque terrestre total sea esta vez muy complejo. Siempre existe el peligro de que resulten heridos o muertos, si sus captores se ven sin salida. Por otra parte, las operaciones de fuerzas especiales representan una tarea sumamente desafiante, ya que los rehenes pueden estar retenidos en instalaciones sensibles como hospitales. Y, suponiendo que Israel arrasa la Franja, ¿después qué? No habrá vencido a los milicianos y éstos volverán a atacar con cada vez más apoyo de la población palestina.
Los palestinos no tienen ninguna posibilidad de derrotar militarmente a Israel, pero éste tampoco puede aniquilar a la resistencia palestina. Además, una ofensiva masiva de Israel en Gaza podría desbordar rápidamente en una guerra regional, incluyendo a Irán, y tentaría a Israel a usar sus armas atómicas.
La fractura sociocultural de la sociedad israelí condicionará las decisiones bélicas del gobierno. La actual coalición es mucho más violenta y expansionista que cualquier otra anterior y puede tender más fácilmente a ampliar la guerra. Sin embargo, Netanyahu ya se ha mostrado antes prudente en sus apuestas militares y propenso a aplicar un enfoque más táctico y matizado con el respaldo de la jerarquía militar y de inteligencia que está muy alarmada por los desvaríos de ministros como el de Policía, Itamar Ben-Gvir.
El objetivo de Hamás no es ganar militarmente, sino involucrar a EE.UU. e Irán, pero también a Turquía, Arabia Saudita, China y Rusia en la búsqueda de una solución política. Ante la eventualidad de que el primer ministro quiera salvar el pellejo ampliando el escenario del conflicto, Egipto y Siria han movilizado a sus fuerzas armadas. No obstante, además de por el sentido de realidad del jefe del Likud, más allá de algunas escaramuzas con Hezbolá en la frontera libanesa, es improbable que la potencia protectora de Israel (EE.UU.) y su mejor interlocutor internacional (Rusia) le permitan avanzar más allá. La campaña para arrasar Gaza puede durar todavía dos semanas y causar decenas de miles de muertes, pero nadie cree que pueda acabar con los milicianos. En algún momento deberá detenerse y dar lugar a la política. En ese entonces Netanyahu deberá rendir cuentas y no es fácil que zafe de un voto parlamentario en su contra.
Como en todas las guerras, finalmente triunfa la voluntad colectiva mejor organizada. Como enseñó el General Perón, “organizar es unir voluntades conscientes para un objetivo común”. En esta coyuntura, la Resistencia palestina ha demostrado mayor voluntad de combate, claridad de objetivos y unidad de acción. Está mejor organizada, aunque con menos plata y menos aparato.
En esta crisis quedó demostrado que ninguno de los contrincantes puede vencer militarmente al otro. El camino para que inicien negociaciones de paz en serio, involucrando a todas las potencias regionales y extrarregionales, pero con autonomía de decisión para israelíes y palestinos, está expedito. Queda por superar el escollo de una eventual ampliación de la guerra. Esperemos que se logre pronto.