Por Silvina Friera
“Los juegos de apuestas tienen la particularidad de ser legales en la Argentina», dice la especialista en ludopatía Débora Blanc
Una bomba está por explotar y nadie sabe todavía cómo desactivarla. Santino y Julián (nombres ficticios), estudiantes de cuarto año de una escuela secundaria pública en el barrio de Balvanera, miran las pantallas de sus celulares como si el universo estuviera contenido en ese rectángulo. A la profesora de inglés, Agustina, le llaman la atención las facciones expectantes, el vértigo en las manos, la adrenalina en los cuerpos. “Estamos timbeando, profe”, dice Santino y un gesto triunfal asoma por sus mejillas. De pronto la sonrisa desaparece de su cara: “¡Me quiero matar, perdí 3.000 pesos!”. Julián, en cambio, ganó 30 dólares. Para ellos es una manera fácil y rápida de obtener dinero, observa la “profe” de inglés. No ven ningún peligro, como si el juego fuera una actividad sin trascendencia que no puede convertirse en una de las principales adicciones del siglo XXI: la ludopatía digital. Las apuestas en línea son un fenómeno en crecimiento entre los adolescentes. Las docentes en las aulas detectaron el problema y están “muy preocupadas”. En los casinos virtuales y los sitios de apuestas deportivas intervienen influencers, exparticipantes de Gran Hermano, modelos, actores y músicos que comparten publicidades pagas sin ninguna advertencia.
Vínculo tóxico
Débora Blanca, psicóloga especializada en ludopatía y directora de Lazos en juego, revela que la adicción a los juegos en línea aumenta entre los adolescentes porque crecen los consumos diversos (alcohol, drogas, las pantallas, las redes sociales) y bajan las edades de inicio. “Los juegos de apuestas tienen la particularidad de ser legales en la Argentina; no se está haciendo nada ilegal”, precisa y comenta que cuando algo legal se publicita se incrementa el consumo. “Para los pibes es natural el uso de pantallas. Cada vez desde más chiquitos se les da un celular y empiezan a tener todo a través de una pantalla. La pandemia naturalizó muchas actividades que antes eran presenciales y que ahora adoptaron el formato virtual. Los adolescentes jugaban en la cuadra, en la vereda, en los clubes. Ahora juegan en sus casas o en las escuelas a través de las pantallas. Desde las redes sociales, los influencers, los youtubers, los tiktokers ocupan un lugar ideal para los pibes porque tienen aprobación que se llama me gusta y ganan guita. Si un influencer dice ‘apuesten que está buenísimo’, los pibes no van a hacer otra cosa más que apostar”, analiza Blanca.
La edad de iniciación promedio es a los 15 años, pero psicólogas y psiquiatras especializadas en adicciones están recibiendo consultas por chicos de 12 años. Los adolescentes crean un perfil falso con datos de la madre, del padre o de quien sea y usan plata que quizás estaba destinada para otros gastos. La directora de Lazos en juego recuerda que los adolescentes disponen de cierta independencia con el dinero y entonces lo gastan en las apuestas en línea. “Si tienen menos de 18 años y apuestan, están transgrediendo la ley porque tienen que ser mayores de edad; por eso una de las cuestiones importantes a considerar es que falsean datos y documentación”, subraya la psicóloga y en cuanto al comportamiento expresa que “apuestan lo que ganan hasta que empiezan a perder y aparece el vínculo tóxico con el juego, que es lo que se llama ludopatía, que tiene como condición la pérdida”. Blanca resume cómo funciona la cabeza del ludópata: “El adicto al juego necesita siempre perder porque cuando pierde es cuando se le arma la necesidad de recuperar lo que perdió; entonces vuelve a apostar y vuelve a perder porque el desafío es ver de dónde saca la guita para volver a jugar”.
Las cifras en juego
El informe Global Online Gambling Market ilustra un fenómeno que es mundial y crece a pasos agigantados: en 2020 los juegos de azar online recaudaron 65.316 millones de dólares y se proyectan cerca de 130 mil millones para 2027. No es un dato menor que las principales casas de apuestas en línea instaladas en Argentina están patrocinando a los grandes equipos futbolísticos; un negocio multimillonario que llegó para quedarse. En la camiseta de River Plate está Codere; en las de Vélez y Estudiantes de La Plata, el auspiciante es Bplay; mientras que la selección nacional se aseguró el auspicio de Betwarrior. La sueca Betsson luce en el pecho de las camisetas de Boca y Racing; City Center aparece en las de Newell’s Old Boys y Rosario Central.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la ludopatía como una enfermedad emocional que afecta aspectos de la vida personal, familiar, laboral, social y económica de quien la padece. Según las estadísticas del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos, el 30% de la población mantiene algún tipo de vinculación con el juego, y dentro de ese porcentaje el 95% corresponde a personas que lo hacen recreativamente, 3,5% son jugadores problemáticos y 1,5% compulsivos. En la Argentina hay unas 19 millones de personas que juegan asiduamente, mientras que 7 de cada 100 argentinos pueden ser considerados adictos.
Perspectiva digital
Después de la pandemia, la psicóloga Soledad Fuster, docente en la Universidad de Buenos Aires, diplomada en ESI y Educación Inclusiva, empezó a escuchar en la clínica a adolescentes que ganaban plata jugando virtualmente, “pero aparecían casos aislados, en continuidad con un período de aislamiento sostenido que había obligado a encontrar en lo virtual la oportunidad para encontrarse con otros, disfrutar, expresarse y construir subjetividad”. A partir de su trabajo en instituciones educativas, dentro de las aulas y en espacios de talleres, percibió que al mencionar el tema de las apuestas en línea muchos adolescentes, fundamentalmente varones, le contaron los montos que ganaban y los proyectos que tenían para gastar el dinero ganado, que en ocasiones, eran sumas significativas.
Para Fuster es “imprescindible” trabajar en la secundaria desde la ESI (Educación Sexual Integral) con perspectiva digital porque los vínculos y las actividades de las y los adolescentes, cada vez más, aparecen atravesados por la virtualidad. “Una virtualidad que lejos de ser algo opuesto a la realidad, se constituye como un escenario más donde chicos y chicas interactúan, se expresan, aprenden y también enfrentar peligros que, en muchos casos, generan impacto psíquico, afectando su autoestima, sus posibilidades de socializar y desarrollarse de manera integral”, explica la psicóloga y agrega que los riesgos que enfrentan van desde la posibilidad de ser víctimas de estafas virtuales hasta abusos sexuales a través de Internet, lo que se conoce con el término de “grooming”. “Las y los adolescentes evidencian pérdida de interés o distracciones recurrentes al estar pendientes de los celulares; el descanso se ve afectado por las horas que pasan durante la noche con los dispositivos e incluso reemplazan deportes por juegos online que eligen debido al dinero que obtienen”, describe la psicóloga el impacto que genera esta adicción. “Los riesgos de desarrollar patologías vinculadas con las nuevas tecnologías se incrementa; hay chicos entre 13 y 16 años que confiesan que no pueden dejar de mirar el celular, incluso piden la intervención de las personas adultas para que les exijan guardarlo y no distraerse”.
Apostar en clase
Antonela (nombre ficticio) reconstruye el comportamiento de varios compañeros de cuarto año de una escuela secundaria pública en el barrio de Liniers. “En casinos online que tienen como ‘cajeras’ y ‘cajeros’ por Whatsapp apuestan poco, 500 pesos por día, igual pueden apostar más, si quieren. El dinero sale de sus papás; no sé si ellos saben, pero es la plata que les pasan por una billetera virtual para comidas y otros gastos”. Las “Cajeras” y “Cajeros”, como se hacen llamar, son las y los intermediarios entre los apostadores y las casas de apuestas. Hasta ahora Antonela sólo vio a varones jugar. “Muchas veces lo hacen en clase, cuando no está el profesor explicando y nos dan un rato libre”, confirma esta adolescente. “A un amigo mío le decíamos que ya era mucho y que no apostara más, que no estaba bien. Después recapacitó y dejó de hacerlo. Otros lo hacen por diversión y no se dan cuenta de que no está bueno”.
Agustina, la profesora de inglés de Santino y Julián, sostiene que como docentes primero deberían buscar las maneras de abordar el tema con los estudiantes para “concientizarlos” del problema. “No estamos preparados para esto, así que necesitamos ayuda externa y capacitaciones”, reconoce. Desde Jugadores Anónimos (JA) de Argentina, Miriam señala que dos escuelas, una de Martínez y otra de Flores, se han comunicado expresando preocupación y pidiendo que alguien de JA vaya a dar una charla para los alumnos. “La línea vida” por Whatsapp funciona las 24 horas, pero todavía no han recibido pedidos de ayuda de adolescentes porque “no piensan en esto (el juego) como si fuera una enfermedad”.
El paradigma del dinero fácil
Estudiar, trabajar, progresar fue el paradigma de la movilidad social ascendente de varias generaciones de argentinos. “En este momento el paradigma del trabajo, del progreso y del costo que había que pagar para aprender, ya no es aceptado. Los pibes renuncian antes de empezar, porque hoy en general a los chicos no les interesa ser empleados, trabajar ocho horas en una empresa y que el gerente les diga cuándo se pueden tomar vacaciones –reflexiona Blanca–. Hoy está enaltecida la palabra libertad, ser libres, elegir todo, elegir dónde, cómo y cuándo. Hay una parte de esto que está buenísimo, pero hay otra parte que niega la realidad. A los 18 años no se puede elegir, no se puede empezar siendo gerente; hay que hacer una carrera y eso implica siempre renuncias, enojos, angustias, inseguridades. Hoy se habla de ganar dinero, no de trabajar, ahí es donde se enganchan las apuestas. La idea es ganar dinero, pero no trabajando, no esforzándose”.
Geraldine Peronace, psiquiatra especialista en adicciones, destaca que están recibiendo consultas por chicos de los 12 años. “Como con el uso de sustancias, hay un recorrido. Primero es el uso, luego el abuso y después llegamos a la dependencia, donde ya la neurobiología del cerebro está afectada y donde esa persona requiere de un tratamiento médico porque su cerebro enfermó y no puede pensar adecuadamente”, plantea la psiquiatra y admite que la mayoría de los adolescentes están “en situación de uso y abuso de Internet”. Según Peronace hay una “falta de control parental”; las apuestas son “una manera de llamar la atención en un sistema familiar donde la comunicación está fundamentalmente alterada”. ¿A qué clase social pertenecen los adolescentes afectados?, pregunta Página/12. “Es un tema transversal a todas las clases sociales y se da mucho más en los varones que en las mujeres”, responde la psiquiatra. “La primera escuela que me llamó fue de una provincia, de un pueblo que ni conocía y que lo tuve que buscar por Internet. No podía creer lo que estaba escuchando; eran los docentes quienes me estaban contando cómo apostaban los chicos desde los celulares. Los docentes fueron los primeros en alertarnos a los especialistas a lo largo y ancho el país. Este es un problema en el que tenemos que poner el ojo; estamos en el tiempo perfecto antes de que estos chicos se conviertan en su mayoría en adictos; estamos en el momento de poder intervenir con la prevención”.