Por Claudia Bernazza
El 26 de noviembre de 1988, bajo la consigna Ellos son Nuestros Hijos, se llevó a cabo, en la sede de la calle Azopardo de la Confederación General del Trabajo, el Primer Congreso de los Chicos de la Calle. Ese día, la CGT dio la bienvenida a las delegaciones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes que se habían reunido durante las semanas previas en esa misma sede para acordar lo que iban a decir. En el plenario realizado en el mítico salón Felipe Vallese, chicos y chicas de las organizaciones participantes dieron a conocer su realidad.
A partir de un acuerdo entre Alberto Morlachetti y Enrique “Quique” Spinetta, referentes del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, y Ricardo Pérez, secretario de Derechos Humanos de la central, un joven Julio Piumato y Saúl Ubaldini, su secretario general, se buscó hacer visible la relación entre niñez y desocupación. El padre Carlos Cajade, otro de los referentes del movimiento, lo explicaba frente a cada micrófono que le acercaban: “detrás de cada pibe de la calle hay un padre desocupado”.
Una CGT que se reponía de la larga noche de la dictadura recibió ese día a chicos y chicas de varias provincias, de la Capital Federal y de todo el Gran Buenos Aires. Muchos se habían acercado desde las ranchadas de las estaciones de Constitución, Once y Retiro. Era la primera denuncia que realizaban de su situación. Los gremialistas los escucharon con atención, pero también asombrados ante la madurez del dolor callejero. El cierre estuvo a cargo de Saúl Ubaldini, quien puso en palabras la consigna del encuentro: ustedes son nuestros hijos. Sus palabras resonaron en un salón colmado, sin saber, ninguno de los que estuvimos allí, que estábamos inaugurando una forma de acompañar a pibes y pibas. A partir de este hito inaugural los chicos de la calle serían los chicos del pueblo, integrantes de una comunidad que se comprometía a devolverles la infancia.
En el escenario social y político de la recuperación democrática, el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo buscó poner en agenda los temas más urgentes referidos a la niñez y la adolescencia. A partir del hito que inaugura el Congreso de la CGT, sus acciones van a estar vinculadas con las centrales de trabajadores.
Durante la década del '90, los gremios opositores al gobierno de Menem comienzan a diferenciarse de aquellos que lo seguían acompañando. Dos desprendimientos dejarán en evidencia esta ruptura. En 1992, un sector de gremios mayoritariamente estatales, en especial la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA), confluyen en el Congreso de Trabajadores Argentinos (CTA). En 1994, un grupo de gremios ligados a la actividad privada y encabezados por Hugo Moyano se nuclea en el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA). La CTA, nacida al calor de este proceso, convoca a sus filas a dirigentes de organizaciones sociales que enfrentaban las políticas neoliberales. Alberto Morlachetti es convocado al frente de la secretaría nacional de Derechos Humanos de la CTA y Carlos Cajade es propuesto para el mismo cargo en la provincia de Buenos Aires. La Marcha Grande de la CTA del 9 de agosto de 2000, que reclamaba un subsidio universal para hijos menores de 18 años, estuvo encabezada por los chicos y chicas del Movimiento.
El 6 mayo de 2001, parte de La Quiaca la Marcha por la Vida organizada por el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, la que recorrerá diferentes puntos del país y finalizará en la Plaza de Mayo el día 22. La movilización será recibida en siete provincias con payasos, chocolatadas, regalos y canciones. Como relata Pablo Morosi, durante el cierre Cajade denunciará: “No entiendo a los que en este país amontonan el pan cuando hay tantas bocas que lo piden”.
En 2002 el Movimiento volverá a marchar, esta vez desde Puerto Iguazú, Misiones. Morlachetti acuñará, durante estas marchas, las consignas que sintetizarán una posición y un método de lucha: El Hambre Es Un Crimen, Con Ternura Venceremos.
En mayo de 2003 un desconocido, Néstor Kirchner, llega a la Casa Rosada. La gravedad de la situación en la que aún se encontraba la niñez hizo que en julio de 2005 la marcha partiera nuevamente, esta vez desde Tucumán. En noviembre de ese mismo año, las organizaciones sociales que motorizaron las marchas se suman al repudio al ALCA en la IV Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata. Su activismo, unido a una fuerte alianza entre Brasil, Venezuela y Argentina, puso freno a la soberbia imperial.
A lo largo de estas décadas, dirigentes de la talla de Mary Sánchez, Hugo Yasky, Hugo “Cachorro” Godoy, Pablo Moyano y Omar Giuliani han acompañado a las organizaciones de niñez nacidas al calor de la experiencia que aquí se relata. Este miércoles 24, estas organizaciones dirán presente en la plaza de los dos Congresos. Allí, levantarán sus banderas históricas. El hambre es un crimen será, a esta altura, un grito desesperado. Con ternura venceremos será programa de acción. Una vez más, habrá que abrigar la vida marchando.
(Claudia Bernazza es diputada nacional, mandato cumplido. Referente de las Organizaciones de lxs Chicxs del Pueblo)