Por Elisabetta Piqué
El pontífice también pidió recordar a quienes sufren por la miseria, el hambre y la esclavitud
En la solemne misa de Nochebuena que presidió en la Basílica de San Pedro, el papa Francisco deploró hoy la “lógica perdedora de la guerra”, la “idolatría del consumismo” de la Navidad, así como la idea de un “dios comercial del ‘todo y ahora mismo’”, en lugar del “Dios que es compasión y misericordia”.
Ante cardenales, obispos, sacerdotes, y miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Pontífice comenzó su sermón de una de las misas más importantes del año recordando que Jesús nació en el contexto de un censo, según el Evangelio. “Y así pone de manifiesto un gran contraste: mientras el emperador contabiliza los habitantes del mundo, Dios entra en él casi a escondidas”, indicó. Lo escuchaban, además, unos 6500 fieles en la basílica y otros miles lo seguían afuera, a través de una pantalla gigante.
Al recordar luego el nacimiento de Jesús, el Papa aludió a la guerra en curso entre Israel y Hamas, que desde el 7 de octubre –día del feroz ataque terrorista de Hamas que mató a 1200 personas– se cobró más de 20.000 muertos en la Franja de Gaza, entre ellos más de 8000 niños, según el gobierno de Hamas en el enclave.
“Nuestro corazón esta noche está en Belén, donde el príncipe de la Paz sigue siendo rechazado por la lógica perdedora de la guerra, con el rugir de las armas que también hoy le impiden encontrar una posada en el mundo”, lamentó.
Al evocar el contexto del censo en el que nació Jesús, lo vinculó al afán demasiado humano de medir todo con cifras y números y a la obsesión del beneficio. Y planteó: “Hermanos y hermanas, esta noche podemos preguntarnos: nosotros, ¿en qué Dios creemos? ¿En el Dios de la encarnación o en el del beneficio?”, preguntó. “Sí, porque existe el riesgo de vivir la Navidad con una idea pagana de Dios, como si fuera un amo poderoso que está en el cielo; un dios que se alía con el poder, con el éxito mundano y con la idolatría del consumismo”, advirtió.
“Vuelve siempre la imagen falsa de un dios distante e irritable, que se porta bien con los buenos y se enoja con los malos; de un dios hecho a nuestra imagen, útil solamente para resolvernos los problemas y para quitarnos los males”, precisó.
“Él, en cambio, no usa la varita mágica, no es el dios comercial del ‘todo y ahora mismo’; no nos salva pulsando un botón, sino que se acerca para cambiar la realidad desde dentro”, subrayó. “Y, sin embargo, ¡qué arraigada está en nosotros la idea mundana de un dios alejado y controlador, rígido y poderoso, que ayuda a los suyos a imponerse sobre los demás! Pero no es así, Él ha nacido para todos, durante el censo de toda la tierra”, recalcó.
En una misa marcada por bellísimos coros de la Capilla Sixtina que comenzó a las 19.30 locales (15.30 en la Argentina), el papa Francisco llamó después a mirar al “Dios vivo y verdadero” que “borra el pecado cargándolo sobre sí, que no quita el dolor, sino que lo transforma; que no elimina los problemas de nuestra vida, sino que da a nuestras vidas una esperanza más grande que los problemas”.
En este marco, volvió a insistir en que el asombro de la Navidad no es “una mezcla de afectos melosos y de consuelos mundanos”, sino “la inaudita ternura de Dios que salva el mundo encarnándose”. “Miremos al Niño, miremos su cuna, contemplemos el pesebre, que los ángeles llaman la «señal»”, pidió, al explicar que eso es, en efecto, “el signo que revela el rostro de Dios, que es compasión y misericordia, omnipotente siempre y sólo en el amor”.
El Pontífice, que el domingo pasado cumplió 87 años, recordó que “Cristo no mira los números, sino los rostros”. “Pero, entre las tantas cosas y las locas carreras de un mundo siempre ocupado e indiferente, ¿quién lo mira a Él?”, se preguntó. “En Belén, mientras mucha gente, llevada por la euforia del censo, iba y venía, llenaba los albergues y las posadas hablando de todo un poco, sólo algunos estuvieron cerca de Jesús: María y José, los pastores, y luego los magos”, evocó, finalmente. Y lanzó a todos los católicos un llamado a aprender de ellos a adorar, en silencio, a Jesús: “redescubramos la adoración, porque adorar no es perder el tiempo, sino permitirle a Dios que habite nuestro tiempo”.
Más temprano, al mediodía, después de la tradicional oración mariana del Ángelus, el Papa envió un mensaje similar, al desear a todos una Nochebuena “en la oración, en el calor de los afectos y en la sobriedad” . “¡No confundamos la fiesta con el consumismo!”, clamó, ante unos 15.000 fieles presentes en la Plaza San Pedro, asomado desde la ventana de su despacho del Palacio Apostólico. “Se puede –y como cristianos se debe– festejar en la sencillez, sin desperdicios y compartiendo con aquellos a los que le falta lo necesario o les falta compañía”, recomendó.
Reiteró luego, como siempre, su cercanía a los que sufren por la guerra, mencionando al pueblo palestino, a Israel y Ucrania y pidió recordar también a quienes sufren por la miseria, el hambre, la esclavitud. E imploró: “que el Dios que adoptó para sí un corazón humano infunda humanidad en los corazones de los hombres”.