Por Mempo Giardinelli
Cierto que la recuperación de la soberanía plena sobre el río Paraná ha perdido sonoridad, pero que nadie se confunda: casi exactamente un año después del insostenible decreto 949/2020 por el que se llamaba a renovar la concesión del río después de 25 años –y por si faltaba otro argumento– el diputado provincial santafesino Carlos del Frade interrogó esta semana al gobierno de Omar Perotti: "¿Cuánto dinero le quedó al Estado santafesino luego de conocerse que en los primeros nueve meses de este año se exportaron 12 mil millones de dólares de nuestra provincia?". O sea: en los hechos todo sigue igual. Ni Santa Fe ni ninguna otra provincia ribereña recibió dinero de impuestos por exportaciones que de hecho son robos.
Para colmo, con el río dañado y en bajante, más los dragados abusivos, la sequía que sufrimos quienes moramos a sus orillas muestra una dura realidad: nada ha cambiado y en visperas electorales todo sigue igual, o sea mal.
El nerviosismo de los medios hegemónicos está, a la par, delirante. Exacerban a la sociedad mostrando sus colmillos golpifascistas mientras las ciudadanías urbanas, sobre todo, navegan entre la desilusión por las rengueras del FdT, el macizo y enigmático silencio de Cristina y la cercanía de un comicio trascendental pero que no enamora a nadie y, por ello, con mucho padrón que todavía no sabe a quién votar. Claro que por fortuna, dígase también, la oposición ofrece candidaturas de gente poco honesta, algunos lisa y llanamente bandidos, y charlatanes todos y todas.
Pero en ese contexto y más allá de los esfuerzos del Gobierno para recuperar terreno, lo cierto es que la dañina prédica de la legión de odiadores que oficia en los canales y medios de la antipatria aglomerada sí es eficiente en su bombardeo. Lo que achica aún más a la TV Pública, que da pena cuando se ve allí a racistas y fascistas protoviolentos. Y más disparatado es el hecho de que casi no hay candidato/a del FdT que no se preste a ir a los canales de la telebasura. Y aún más delirante es que muchos medios supuestamente amigos del Gobierno se la pasan hablando de Macri y sus bandas de chorizos, con lo que les hacen publicidad gratuita porque a los bandidos sólo les importa que se hable de ellos.
Lo cierto es que, a casi dos años del esperanzador triunfo electoral de 2019 no se ha cumplido prácticamente ninguna de las promesas de aquella campaña que ilusionó a la gran masa del pueblo. Cierto que vino la pandemia, por supuesto, pero tan cierto como que durante los primeros 100 días sin pandemia no se tomó ninguna medida trascendental para enterrar en la Historia las bestialidades, afanos y abusos de la banda macrista-radical que arruinó al país y empobreció a millones. Y lo peor es saber que hubiera bastado un modesto aluvión de Decretos de Necesidad y Urgencia para cambiar la Historia.
Faltó también una política oficial de comunicación activa y veraz, imaginativa, astuta y consistente, que por sí sola hubiera cambiado este presente canalla que enfrentamos, cruzando los dedos y tratando de convencer a los sectores populares, los verdaderamente populares que están sobrados de resentimiento, bronca y desilusiones. Y que nadie sabe hoy –porque nadie lo sabe– si el 14 volverá a suicidarse políticamente o votará lo menos indigno y mejor intencionado, o sea las candidaturas del FdT. Que es lo que muchos compañeros, sindicatos, colectivos y partidarios de la razón y la esperanza proponen militantemente. Y tan cierto esto como que la desmovilización y la pésima comunicación fueron sellos de este gobierno.
Así las cosas, mientras el Paraná sigue superexplotado y ajeno, en Córdoba continúa la destrucción de bosques nativos para plantar soja y ya hay casi media provincia echada a perder sin que el gobernador Schiaretti se dé por enterado. En tal contexto, y como en tantas provincias y ni se diga Buenos Aires, sobran indicios de que el pobrerío podría votar una vez más contra sus propios intereses. También salteños, chaqueños y correntinos podrían votar tolerancia a los desmontes. Y Milagro Sala seguirá presa, para vergüenza de la democracia y la así llamada "Justicia", esa tara hasta ahora incurable de este país.
La pregunta flotante, como siempre, es por qué sucede todo esto. Y la respuesta no es difícil ni misteriosa; sucede porque los gobiernos (y desde luego el nuestro, el actual) les temen y arrugan ante los mentimedios, la canalla dizque periodística, la mentira instalada y el bandidaje intocable de corporaciones, cámaras, sociedades, bancos y otras mafias. Y ni se diga los agromerdis sin más patria que el dinero, mirando siempre para otro lado y de espaldas a un pueblo al que condenan a la miseria.
Obvio que muchos y muchas votaremos disconformes, pero habrá que recordar que a este gobierno lo pusimos nosotros, aunque ignorando que muchas decisiones y sobre todo indecisiones lo desdibujarían. Pero ahora hay que votarlo a pesar de sus errores, miedos e indecisiones. Porque es nuestro gobierno y está donde lo pusimos nosotros; porque todavía escucha aunque no le gusten los reclamos populares. Y porque más vale que siga porque si gana la oposición será el abismo. O sea la argentinada gorila y violenta, los mismos malos que desde hace 200 años son los patrones de la entrega, los cipayos que hoy prefieren y han elegido el incendio del país con tal de no perder privilegios y negociados. Hay que votar a Alberto y a Cristina una vez más, digamos, y con toda el alma para frenar al demonio.
Y también para, al día siguiente del festejo, si festejamos, retomar con más potencia la senda reivindicatoria de nuestras soberanías y entonces sí, redoblar fuerzas para combatir sin tregua a los pagadores de deuda seriales y claudicadores en general que también padecemos.
Se trata de no cometer el error de cierta izquierda que se autoaplaudirá por su crecimiento y ser terceros, pero sin ver –nunca lo ven– que ayudarán una vez más al fascismo electorero, a la basura macrista y al radicalismo claudicante, como lo vienen haciendo desde hace años, siempre, a la hora de la hora, encolumnados con la derecha recalcitrante. Será penoso verlos como en casi todas las votaciones parlamentarias, coincidiendo con la antipatria. Y es lástima, porque digan lo que digan para autojustificarse es así como votan: implícitamente gobernados por un antiperonismo cavernario. Como lo expuso ayer el artículo de David Cufré en este diario.
En estos contextos este país se aleja día a día de la justicia social. De la verdad, de los procesos progresistas y de los pueblos libres del mundo. Emblocados en un G-20 que no nos da nada y se basa en organismos de dominación (FMI, CIADI, OSDE y tantos más) inventados desde la última guerra mundial exclusivamente para dominar y someter, hoy nos exige infames militancias por la injusticia social y contra el desarrollo autónomo de pueblos hermanos, léanse Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y tantos más en todos los continentes y poniéndonos del lado de Lacalle Pou y no del mexicano AMLO.
No son días fáciles los que vienen y por eso, porque es gravísima la situación, hay que votar al FdT a pesar de incongruencias, indecisiones y errores.
Y esto queda escrito aunque el enojo de algunos compañeros de izquierda y/o de funcionarios se dirija a esta columna en lugar de a la revisión de sus acciones, votos y decisiones.
Porque del otro lado está el horror, que ya vivimos con dictaduras varias y con la mafia macrista-radical. Y es que como dijo una vez Sandro Pertini: “El fascismo no es una opinión, sino un crimen”.