Por Daniel Víctor Sosa
¿Cuándo fue que nos sentimos de verdad, plenamente, argentinos/as? Seguro, el día que ganamos la tercera Copa y salimos a festejar junto a todos nuestros compatriotas.
Muchos tenemos también recuerdos celebratorios de los dos Mundiales ganados antes, el de Menotti en el 78 y el del Diego en el 86. La celeste y blanca, como el himno, nos unen. Nuestro auto reconocimiento es también histórico.
El 25 de Mayo y el 9 de Julio nos emocionan. Y claro que hubo (hay) desencuentros, por distintas razones. Por ejemplo, políticas. Esas diferencias hacen también a nuestra identidad, que es como decir nuestra piel.
Viene todo esto a cuento de un próximo aniversario. El de la desaparición física de Eva Duarte de Perón, un 26 de julio, en 1952. Figura insoslayable que desde entonces previve como leyenda nacional, incluso trasfronteriza.
La Jefa
Podemos recordarla hoy en el contraste de su figura joven y frágil, capaz sin embargo de sostener ardorosas proclamas en defensa del movimiento Justicialista y su líder, en aquel país lejano que la ungió como Jefa Espiritual de la Nación.
Otra opción es evocar las críticas suscitadas -en aquella época y hoy mismo- a quien se la consideró una “aventurera”, “arribista” y “demagógica”, entre otras descalificaciones aún más furiosas.
La ausencia de Evita, también designada “abanderada de los humildes”, es aún una sólida presencia en el panteón de nuestras personalidades. No han caido en el olvido sus mensajes apasionados, la elocuencia de sus discursos justicieros en defensa de los “descamisados” frente a los abusos de las oligarquías.
Lo cierto es que aquella época de mediados del siglo XX fue para muchos una fiesta de reconocimiento de derechos, acceso al consumo y reivindicación de sectores populares hasta entonces relegados, otros, en cambio, rememoran como “tiranía” el período conducido por aquel Presidente asimilado a una bestia nazi en una creciente espiral de autoritarismo y recorte de libertades.
No debe sorprender entonces que esa confrontación diera lugar a enunciaciones tan potentes como contrapuestas, en el marco de acciones políticas y sociales justificadas con ardor por la compañera de vida y de proyecto político de aquel amado/controvertido jefe de Estado.
Discursos
Eva Duarte ocupó un espacio central en esa escena, al calor de un ímpetu y una elocuencia desacostumbradas. Sin duda agigantada por un aparato propagandístico que la iluminó durante el período relativamente breve de su actuación política.
Los relevamientos realizados contabilizan 634 discursos. El primero, el 27 de febrero de 1946, en un acto organizado para agradecer a las mujeres su apoyo a la candidatura de la fórmula Perón-Quijano. Su última aparición pública fue el 1° de mayo de 1952, frente a una multitud en Plaza de Mayo.
Muy poco después, a las 20.25 de aquel 26 de julio la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia dio a conocer “la pérdida de su hija más querida” y su paso a la inmortalidad.
Asistieron a la despedida de la “Santa de Los Toldos” más de 2 millones, de aquel país de 17 millones de habitantes, La memoria de Evita nos sigue identificando como argentinos y argentinas.
Desde luego, la rechazan quienes asignan una característica autoritaria y antidemocrática a la experiencia peronista originaria.
Lejos de esa interpretación, para amplías mayorías sigue siendo emblema y motivo de veneración, por su aporte a la concreción de una sociedad igualitaria en lo social y económico, y su indiscutido compromiso con los desposeídos.
*Autor del libro EL MONSTRUO Y LA FIESTA, barricadas peronistas y opositoras allá lejos y hace tiempo (Ediciones Ciccus, 2023).