Por Jorge Alemán
He sido invitado a unas jornadas en Madrid que se realizarán con este título que implica una provocación evidente. Una provocación que suscita de entrada dos consideraciones de sentidos opuestos: por un lado, el paradigma clásico de la revolución, ese que desestimaba a la democracia por considerarla un instrumento formal de la dominación burguesa que desembocó en distintas modalidades de burocracia y terror. Y este desenlace no puede ser ignorado, aún cuando el paradigma revolucionario posee distintos aspectos que merecerían ser revisados cuidadosamente. Kant y Hegel, sin desconocer el terror de la revolución francesa, apoyaron el entusiasmo por la igualdad universal que la misma había introducido en la historia moderna. En un mismo sentido, lo mejor del pensamiento contemporáneo y distintas experiencias políticas novedosas en su día, no hubieran sido posible sin la dimensión de corte provocada por la revoluciones disruptivas inspiradas en el marxismo y sus distintas variantes.
Por otro lado y en un sentido opuesto, la pregunta por la defensa de la democracia es por lo menos imprudente cuando hemos ingresado en un tiempo histórico donde el poder neoliberal se extiende mundialmente con la extensión de las ultraderechas y la reconversión de la Democracia en un sistema hiper condicionado por los dispositivos de captura de las subjetividades. En este aspecto, ahora más que nunca, habría que proteger a la democracia del rechazo a la política que las derechas neofascistas promueven.
Por todo esto, la pregunta propuesta en las jornadas constituye un síntoma que en sus sentidos opuestos se podría traducir del siguiente modo: si se defiende la democracia desde el campo democrático y popular nos encontramos con la paradoja de defender el espacio que las nuevas derechas tienen absolutamente controlado.
Cuestión que invita a las siguientes preguntas: ¿hasta dónde la derecha se ha apropiado de la democracia? ¿Quedan resquicios dónde nuevas experiencias políticas puedan reinventar o radicalizar la democracia? ¿Hay todavía espacio para separar la democracia del poder neoliberal a través de medios pacíficos y democráticos?
Es imposible nombrar la democracia sin poner sobre la mesa las tensiones que atraviesan en este momento histórico a este término. Actualmente se denomina Democracia a un proyecto para que el Pueblo no gobierne o no exista. La reinvención de la misma exigirá en primer lugar la construcción de un Pueblo como un sujeto histórico que vaya más allá de las condiciones electorales del momento y se ofrezca como una experiencia contrahegemónica con respecto al Poder del Capital.
Simplemente he enumerado las preguntas que surgen a partir del título de unas jornadas que interrogan la defensa de la Democracia.