Por Feo
Es muy auspicioso y esencial que toda sociedad aspire a ampliar sus derechos en general y los cívicos en particular. En este sentido es plausible que los legisladores se preocupen especialmente en ampliar el espectro de participación democrática, dando a los jóvenes, mayores de 16 años, la posibilidad de ser protagonistas de la vida democrática, como así también avanzar en el plano cualitativo e igualitario en el tema de la igualdad de género.
Pero no menos cierto, es que tan loable iniciativa vaya aparejada a una genuina participación, donde las nuevas generaciones, tenga conciencia plena de su rol de ciudadanos, para que este reconocimiento de derechos no caiga en las fauces insaciables y especuladora de la política vernácula. Es un dato insoslayable de nuestra realidad que gran parte de nuestros jóvenes no se interesan de los menesteres de la política, salvo honrosas excepciones, que tampoco es dable caer en la crítica fácil desde la óptica adulta, puesto que es sabido que un o una joven de 15 o 16 años están focalizados a socializarse en aspectos que son muy trascendentes para sus vidas, como la educación, el deporte, la inserción con sus pares, etc., He aquí, la gran responsabilidad que le cabe a la sociedad toda, desde la familia, la escuela, pasando por los partidos políticos y el propio estado, de focalizar un objetivo primordial para la formación cívica de nuestros jóvenes y que de esta manera sean verdaderos partícipes del destino de nuestra sociedad, y no solamente convidados de piedra.
