Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Más enterrado que terrícola, en el último año no precisamente luz, Rodríguez ha tenido algo abandonada a su carpetita de recortes cósmico-científicos. No es que hayan faltado especímenes de titulares en el laboratorio. Todos los días hay algo nuevo sobre alguna vieja enfermedad. O algún despacho enviado por alguno de esos telescópicos satélites desde los confines del universo. O, incluso, esas denuncias de la vicepresidenta en funciones por ese cajón (de)sastre llamado Sumar (pero ahora más bien restada por tantas divisiones internas multiplicándose) Yolanda Díaz alertando sobre siniestras maniobras de magnates construyendo, como "Plan B", cohetes/arcas porque las "élites tecnológicas son conscientes de que nos vamos al carajo". O las visiones lírico-cósmicas del expresidente Zapatero quien, con elocuencia dantesca y divina y comediante, nos advierte de que "El infinito es el infinito, el universo es infinito muy probablemente. No cabe en nuestra cabeza imaginarnos cómo es el infinito... No podemos imaginar las distancias que no podemos advertir. Somos el único sitio del universo donde se puede leer un libro y se puede amar...". Pero Rodríguez ya se ha ido al carajo infinitamente hace rato. Y hace mucho que no se enamora de un libro. Y no tiene plan alguno y se siente cada vez más parecido a esas supuestas momias-alien que alguien presentó en el Congreso mexicano: consumido, poquita cosa, más bien inverosímil. De ahí que haya dejado a la hipotética ciencia un poco de lado para ser más bien avasallado por la probada y supersticiosa realidad de todos los días donde parece campar largamente y a sus anchas una idea cada vez más --y no mejor sino peor-- extendida del absurdo y de lo previsiblemente imprevisible. Pero de tanto en tanto hay un titular que lo devuelve al terreno de lo tecno y experimental y recuerda pocos como ese en El País donde, de pronto, se revelaba a la humanidad toda que "Una extraña criatura animal con forma de tortita muestra el origen del pensamiento".
"Qué titular más original", pensó entonces, extrañado, esa criatura animal llamada Rodríguez.
DOS Y Rodríguez tiene que confesarlo: de un tiempo a esta parte, lo primero que lee de toda noticia on line son los comments de sus lectores: esas personas con tanto tiempo libre y que parecen todo el tiempo subidos a un banquito para despotricar con furia, hacer chistes malos, conmoverse por cualquier cosa o --cuando la mala nueva es acerca del fallecimiento de alguna persona más o menos célebre-- depositar ahí sus "Que la tierra le sea leve" o sus deseos de temporadas en el infierno. En el caso de la tortita pensadora, abundaban los que se maravillaban por los avances científicos y los que acusaban al titular de puro impuro ser click-bait. Así, alguien que dice llamarse Ellen Ripley denuncia que "Una vez más, un titular hipertrofiado. No entiendo la necesidad de tales exageraciones en noticias científicas que son interesantes y atractivas per se, sin necesidad de practicar este vicio periodístico... Hay que dar un titular con gancho para atrapar al lector y que lea una noticia científica. Si no, quién leería algo que hace referencia a una amalgama de células que viven indefinidamente y podrían ser y actuar como precursores básicos de las neuronas". Y alguien le responde que "Pues a mí me parece un buen titular: en lo más sencillo o cotidiano y aparentemente vulgar, puede esconderse algo maravilloso". Otro que pasa por ahí felicita al "equipo científico". Y uno, ominoso, concluye con un "Cuando nosotros nos vayamos, seguirá la vida en la Tierra" sin especificar dónde nos iremos o si será en un cohete donde todos se darán tortazos para encontrar asiento libre.
TRES Después Rodríguez se puso a leer la noticia en cuestión. Y se enteró de que las tortitas (ver foto) se llaman placozoos y que "se separaron del grupo de los seres humanos hace 800 millones de años y apenas miden un milímetro, pero poseen algo parecido a unas neuronas". Y que pasan desapercibidos --sin órgano alguno y mucho menos cerebro, aunque capaces de multiplicarse indefinidamente de manera asexual-- pero son extraordinarios y "son capaces de coordinarse para atacar en grupo a sus presas". Y a continuación hablaban varios científicos (entre los que se contaba el inevitable "investigador argentino"; Rodríguez tiene la teoría de que siempre hay un argentino en todas partes) y decían cosas demasiado complejas para el cerebro de Rodríguez. Eso sí: ninguno de ellos afirmaba que los placozoos se parecían a tortitas (como, en verdad, casi todo lo microscópico), porque eso no es cosa de científicos pero sí de titulares científicos.
CUATRO Por lo que Rodríguez --más flexionado que reflexivo-- optó por seguir manteniendo intacto el misterio del origen de los pensamientos. Mejor así, pensó. Porque saber de dónde surgen tantas ideas demenciales no supondría un alivio sino todo lo contrario: un pesar ante tanta liviandad mental. Así que mejor quedarse con las (pocas) ganas de saber por qué miembros del colectivo "transespecie" convencidos de ser perros (caminan a cuatro patas, consumen comida canina y hasta viven dentro de trajes de dálmatas) se juntaron junto a sus amos en la estación de metro berlinés de Potsdamer Platz para ladrar y aullar por una mejora de sus derechos. O por qué aumenta el número de japoneses que deciden casarse con personajes de manga y anime. O cómo es que un encendido Feijóo (primera vez en que un ganador de las elecciones generales no llega a gobernar) en medio de su discurso proclama renuncia muy suelto de cuerpo y lengua un fallido "¡No lo hemos hecho nunca y no lo volveremos a hacer!". O cómo se les ocurren esas cosas tan raras a Vox en su versero metaverso donde vuelan los aguiluchos y cabalgan los caudillos. O ese sacerdote católico que se aprovechaba sexualmente de feligresas drogándolas y quien fue denunciado por... su novia. O cuál es la nueva teoría acerca del magnicidio de JFK para así conmemorar los sesenta años de esa mañana en Dallas. O cuál será la explicación para justificar nuevo "cambio de opinión" del hombre-de-ley-hecha-la-trampa Pedro Sánchez (sus enemigos externos e internos lo consideran torticero y aseguran que las siglas del PSOE equivalen a "Pedro Sánchez Os Engaña") rumbo a su sesión de reinvestidura. O cómo una vez allí explicará por qué una amnistía o incluso hasta un referéndum (buscarles ya nuevos nombres/formatos a tan resecas rosquillas para así tragarlas mejor) que para él eran líneas rojas hace unas semanas ahora son casi imprescindible semáforo en verde para alcanzar esa Tierra Prometida que luego se verá si cumple o se cumple. (Si le preguntan al abollado a los bollos Rodríguez, a esta altura de tanta bajeza popular y/o socialista, lo mejor y más justo y justiciero serían nuevas elecciones y que quien gane lo haga con mayoría clara y sin necesidad de andar pactando a ultra-diestra a separa-siniestra el reparto no de la tortita sino del pastelazo.) O cómo fue que a alguien viendo esa foto del placozoo se le pudo haber ocurrido que tenía forma de tortita. Probablemente tenía hambre o había desayunado poco. Pero, por suerte, aquí viene de nuevo la hora del tentempié mientras todo parece en caída libre y --rompiendo huevos con huevos rotos-- más que listo para hacerse o a darse una torta en toda la cara al sol o a la luna y entre quemados y lunáticos, todos, del primero al último, tan titulares y tan poco pensados y, mucho menos, pensadores.