Por Eduardo Aliverti
A esta altura de un partido que ni siquiera llegó a los tres meses de gobierno, el caos del mileísmo consiguió que los interrogantes sobre su viabilidad ya no pasen solamente por la reacción popular y, sobre todo, de la clase media. Ya hay preocupación en algunos altos niveles empresariales, para no hablar del “pymecidio” que se lleva adelante.
Es imprescindible reiterar una obviedad: no se trata de perjuicios contra las corporaciones locales y extranjeras que concentran el grueso aplastante del dominio económico, sino todo lo contrario. La brutalidad del ajuste permite una transferencia de igual volumen, del trabajo hacia el capital, jamás conocida en un período tan corto. Hablamos, por tanto y por ejemplo, de lo que el propio Fondo Monetario advirtió en un comunicado tras la visita de su vicepresidenta Gita Gopinath. Que el Fondo corra a un gobierno por izquierda, previniéndole el riesgo de conflicto social ante la magnitud de la crisis, es otro hecho que Javier Milei ya puede agregar a su triste récord de episodios inenarrables, agresiones, guarangadas y desprecio explícito por toda o gran parte de la sociedad que integra, mal que le pese.
Pero el FMI, además, mencionó “los costos de estabilización a corto plazo” y le pidió al Gobierno que trabaje “de manera pragmática para generar apoyo social y político”, como elemento “fundamental” para que las transformaciones sean durables y eficaces.
De eso hablan, momentáneamente en estricto off, muchos hombres de (enormes) negocios que no logran comprender ni la personalidad de Milei, ni la anarquía ejecutiva de su administración, ni la obstinación en no abrir aunque más no sea algunos grifos del funcionamiento de la economía en áreas como importación, ausencia de insumos, stocks de producción agotados. El viernes se conoció que, de alrededor de 3 mil cargos críticos para ejercer desempeños elementales en el ejercicio del Estado, hay apenas poco más de cien con designación firmada. La Política OnLine se pregunta si no tiene gente para cubrirlos o si pretende imitar al trumpismo, que en sus dos primeros años dejó vacantes numerosos puestos para demostrar que la administración pública de Estados Unidos podía funcionar sin cubrirlos como si la Casa Blanca y adyacencias fuesen lo mismo que el Estado argentino. ¿Y si fueran las dos cosas?
¿Dónde está la mínima pericia de conducción política para ejecutar una salvajada de tal naturaleza? ¿O acaso la respuesta es, efectivamente, que el jefe de Estado vive en la realidad paralela trazada por “los algoritmos de Yrigoyen” y los bufones periodísticos que lo “entrevistan” y acceden a él cuantas veces se requiera? (en ese mismo ámbito de la prensa adicta, que todavía adhiere a grandes lineamientos, hay quienes ya no pueden ocultar su voluntad de despegarse, quizás porque el instinto de autopreservación no es idiota). Como posteó Marcelo Larraquy, cinco garcas, cuatro tuiteros y tres periodistas no le dan volumen político a un Gobierno.
Aquello de que no hay un solo anuncio o actitud oficial que pueda no ser tomado como una provocación, pero encima aderezada con una incapacidad profesional formidable, se ratificó esta semana con más y más afrentas institucionales y políticas que evidentemente les provocan goce. El choque con los gobernadores es un capítulo impactante, pero ni de lejos el único.
Puede ser que no movieron un dedo para evitar los paros de trenes, Sanidad, docentes y en estos días seguirán uno tras otro (de hecho, nadie sabe qué hace la secretaría de Trabajo). Puede tratarse de anunciar el cierre de un organismo antidiscriminatorio de cuyo trámite, al margen de toda opinión, no parecen tener la menor idea porque, creado por ley, se requeriría de otra para liquidarlo. No importa. La clave es que se hable de la cueva de los políticos. Puede ser que a Victoria Villarruel se le ocurra retirar de uno de los salones del Congreso el busto de Néstor Kirchner, entre otros motivos porque, dijo, ella no es su viuda. Puede ser que ningún funcionario de Salud responda sobre la catástrofe en el mercado de medicamentos, con una suba del 110 por ciento en estos tres últimos meses y una reducción de 10 millones de unidades vendidas respecto de enero del año pasado, siendo el 70 por ciento recetadas. Puede ser que de unos 40 mil comedores comunitarios hayan dejado 10 mil sin asistencia.
Hay versiones contradictorias sobre si Sandra Pettovello estalló en llanto contra Toto Caputo o Nicolás Posse, pero no acerca de que ella se siente, o así la ven, como una inútil a tiempo completo. En cualquier caso, ¿dónde imaginó que se metía?
La lista agota e indigna, pero, ¿convendría descansar sobre una rápida escalada que descomponga así como así los resortes de popularidad que aún usufructúa Milei?. Hay un clima de época con características globales, a más de una oposición desconcertada.
En una muy atractiva columna de ensayo publicada en Revista Anfibia (“Una sociedad estresada”), nutrida por precisas citas bibliográficas acerca de los fenómenos de ultraderecha, el antropólogo Alejandro Grimson plantea que la inflación, que pulveriza las previsiones y relaciones sociales, está combinándose con una vertiginosidad política y mediática que plantea la refundación del país sin anestesia y de forma urgente.
El gobierno de Milei, recuerda Grimson, trae consigo la estrategia novedosa de provocar en forma constante a absolutamente todos los sectores de la oposición.
“Fueron por el precio del transporte, esperan protestas aisladas; van por la electricidad, aguardan algunos cortes de calles; detendrán la paritaria en un sector, la empujarán a su huelga sectorial. Buscan mantener a toda la sociedad en estado de agitación, en un híper estrés, fuera de quicio”.
A que los líderes de la ultraderecha construyen para sí mismos el lugar de “salvadores” y, a la vez, “víctimas” de las conspiraciones de la vieja política y los medios, Grimson añade que todo forma parte de una nueva “industria del escándalo” enmarcada en lo que Steve Bannon -estratega jefe de la Casa Blanca durante Donald Trump, sumado a la campaña presidencial de Jair Bolsonaro, autodefinido como especialista en Internet para la acción política- estimula como “inundar la zona con mierda”.
Así llegan tres instrumentos ayudados por las nuevas formas de comunicación: la posverdad, las fake news y las teorías del complot, que buscan generar un estado de ansiedad sin precedentes. “Buscan que la mayoría de sus electores habite mentalmente una ‘realidad’ que sea inmune a los datos, a los argumentos y a los hechos”.
Como también advierte Grimson, quienes sabemos, por ejemplo, que la dolarización sería una condena definitiva sobre las probabilidades de Argentina, no deberíamos creer que el Congreso no puede ser domesticado.
“Para evitarlo y para que esa heterogeneidad de conflictos y luchas instituya una multitud que abra nuevos horizontes, la tarea de la hora es elaborar un plan y un proyecto económico-social de país (…) lejos de la enunciación de lo ya hecho. Hasta tanto ese punto instituyente sea creado, la atomización, el estrés y la deshonra serán el pan nuestro de cada día”.
Justamente a eso acaba de remitir Jorge Alemán, al preguntarse en este diario cuándo y con quiénes aparece el Límite. “Sólo queda la duda de cómo se puede salir sin un alto costo sacrificial de semejante desastre”. Y se anima a plantear como lo más importante qué forma política y económica debe asumirse para que Argentina no explote y caiga en formas violentas, por ahora imprevisibles pero finalmente factibles si uno repasa nuestra historia. Y es atinado atender también la recomendación de Ernesto Tiffenberg: a Milei no puede costarle tanto dejar por un rato las redes sociales y repasar los artículos 53, 59 y 60 de la Constitución Nacional, que fijan las reglas del juicio político.
Bien vale apoyarse en el saber profesional de Alemán para amparar la afirmación de que un Presidente que resultó atractivo, en su promesa rupturista y disruptiva, está ahora dominado por un estado de ira hacia todo lo que lo excede, de tal modo que su performance transgresora se convirtió en pura pasión vengativa y de castigo. Podríamos adosar apreciaciones que son hoy comentarios permanentes del mundillo político, con algunos libertarios incluidos, en torno a la estabilidad psíquica de Milei. Pero preferimos no sumarnos a datos o telediagnósticos que abonarían la industria del escándalo.
Como bien dice Alemán, ahora ya no se trata de un “proyecto que enamore” ni de volver a un estadio político anterior. El Límite que debe impedir que Argentina pase a ser un nuevo país fallido de Latinoamérica demanda lo nuevo. “Una alianza de voluntades políticas que se tome su tiempo responsable para decidir sobre la figura a elegir como responsable final”.
Agregamos: figura, colegiado, coalición de emergencia o etcéteras, aunque es imposible no tentarse -y no tener respuestas, que nadie tiene- alrededor de en quién/quiénes podría recaer un nuevo liderazgo frente a tamaña coyuntura estructural.
Eso deberá esperar, porque su importancia se rinde ante la urgencia de que comience a trabajarse en un modelo alternativo que frene a este espanto, a condición de que se lo haga con propuestas creíbles y unidad de acción.