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Opinión del Lector

Jair Bolsonaro: juicio político por no vacunar

Emir Sader

Por Emir Sader

Jair Bolsonaro terminó el primer año de su mandato con un desgaste creciente debido a la frustración con las promesas de campaña: la economía pasó de la recesión a la depresión, el desempleo alcanzó los 12 millones, la precariedad alcanzó a 38 millones de brasileños en una situación de absoluta fragilidad para poder sobrevivir.

El segundo año estaba proyectado como una continuación y profundización de la erosión de la imagen del gobierno. Sin embargo, no fue eso lo que pasó. Por condiciones muy específicas, Bolsonaro sobrevivió al segundo año de su mandato.

A pesar de que la economía siguió deprimida y la precariedad y el desempleo golpearon a más personas, a lo que hay que sumar los efectos de la pandemia, Bolsonaro logró extraer elementos de estas condiciones para su supervivencia, responsabilizando de la depresión económica y del desempleo a quienes predicaban el aislamiento social para defenderse de la pandemia.

No obstante, esa postura fue posible gracias, paradójicamente, a la cuarentena. En un principio, se mantuvieron algunas manifestaciones de rechazo, especialmente las de los aficionados al fútbol los fines de semana. Aunque poco después las manifestaciones públicas fueron retrocediendo e incluso llegaron a desaparecer los cacerolazos, lo que parecía mostrar un retroceso del rechazo popular.

La ayuda de emergencia que llegó a los sectores más pobres de la población, para quienes esa ayuda fue el sustento que permitió su supervivencia en el momento en que la situación de precariedad llegó a más de la mitad de la población, compensó la pérdida de apoyo que empezaba a percibirse en amplios sectores de la clase media y en los medios de comunicación y le permitió reconstruir la base de apoyo social de su gobierno, cuando desapareció la máscara con la que se hacía pasar por azote de la corrupción, sobre todo tras la salida del ex juez Sergio Moro del gobierno y la alianza con el centrao -la coalición más corrupta del parlamento brasileño-, y empezó a repetir viejas prácticas políticas, contra las que había prometido luchar. En toda esta operación se deshizo de dos promesas muy manidas: la lucha contra la corrupción y contra la vieja política.

Este movimiento tuvo que ser compensado con el discurso de la tercerizacion y de los chivos expiatorios para justificar las causas de la crisis, tanto de la recesión y del desempleo como de la misma pandemia. Al mismo tiempo, se intensificaba el fenómeno político más grave de 2020: la militarización del gobierno, con la ocupación militar de más de 6 mil puestos en el gobierno y los principales cargos en el gobierno. Con todo, lo más dramático para la oposición democrática fue que el fenómeno más duro que se ha vivido en Brasil: las muertes por el virus, no recaían sobre Bolsonaro.

Esta situación está cambiando rápidamente. Sobre todo cuando el clima en relación a la pandemia pasó del dolor de la muerte a la posibilidad de superarlo todo con las vacunas. Mientras Donald Trump relajó su negación adhiriéndose a las vacunas y tratando de ganar apoyos con ellas, Bolsonaro reafirmó su negacionismo, predicando contra la vacuna, diciendo que no la tomaría, volviendo a variaciones sin ninguna base científica como supuesto tratamiento preventivo e incluso apelando a algunos de los más absurdos de sus mentiras, cómo decir que el aislamiento mataría más que la pandemia, por la depresión, los suicidios y los efectos de la recesión económica.

Pero el entusiasmo que despertaron las vacunas ahora recaen duramente sobre Bolsonaro, quien ahora surge como el principal responsable de la frustración de la posibilidad de avanzar en la vacunación en el país que tenía el mejor sistema de vacunación del mundo y que él contribuyó a desmantelar, a lo que hay que sumar que el gobierno federal no está comprando vacunas debido al rechazo de las ofertas de compra que llegaron hace muchos meses. Por estas razones, el índice de apoyo que muestran las encuestas, cayó del 38 al 32 por ciento, mientras que el rechazo subió del 35 al 40.

Asustado por el desgaste, Bolsonaro trató de superarlo, en parte, apostando por comprar vacunas a la India, intentando presionar al propio primer ministro del país, pero la operación del vuelo para traer dos millones de vacunas ha fracasado rotundamente.

El efecto de estas medidas ya se está empezando a notar. Han vuelto las cacerolas, igual que el clima favorable al juicio político. Difícilmente sus aliados más cercanos, como el centrao y el propio ejército, saldrán indemnes de este clima; de hecho, ya están sufriendo las consecuencias de apoyar y participar en un gobierno vinculado a la necrofilia.

La frustración con las vacunas es el mecanismo que alimenta el clima favorable al juicio político. Incluso el centrao, aliado fundamental de Bolsonaro en el Congreso, está empezando a hablar de impeachment como consecuencia del espectacular fracaso del gobierno en la batalla por las vacunas. El año 2021 puede ser fatal para Bolsonaro y bienvenido para la democracia brasileña.

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