Por Alicia Entel
Para quienes lo vivimos, o bien lo conocemos por lecturas, decir “Felices Pascuas” durante años connotó las tan conocidas palabras “La casa está en orden” de Raúl Alfonsin luego del levantamiento militar de Aldo Rico en Campo de Mayo en las Pascuas de 1987, mientras una multitud fervorosa se había agolpado para defender al gobierno constitucional, y, sobre todo, para defender la democracia casi recién lograda. Diferentes partidos políticos se sumaban en abrazo fraterno para ponerle un freno al orden militar. Había riesgo. En el balcón de la Casa Rosada también se encontraba junto a Raúl Alfonsin, el líder de la "renovación peronista" Antonio Cafiero y otros políticos.
Las masas congregadas le pedían al presidente que avanzara más. Sin embargo, él tranquilizó y mandó a la multitud a casa. Tal vez, de no mediar esa actitud, hoy se hubiera contado otra historia. No lo sabemos. Pero sí se recuerdan los efectos de la desmovilización popular.
Alfonsín quedó como el Padre de la Democracia, pero su gobierno se agotó y los poderes reales finalmente le hicieron un golpe económico. El pueblo entumecido y sometido a hiperinflación, no reaccionó. El menemato y la dolarización con cara de convertibilidad se instalaron. Aun se viven las consecuencias del desguace de los 90. Nada peor que el pueblo dormido y sólo preocupado por la supervivencia. Nada peor que los grupos políticos favoreciendo la desmovilización. O en estupor. El partido radical sabe mucho de eso.
Desmovilizar y temer
Cualquier similitud entre lo antes relatado y lo que ocurre hoy no es mera casualidad. Después de 40 años de democracia, gobierna alguien con comportamientos y acciones autocráticas, para algunos fascistas, para otros simplemente de ultraderecha con la ambición de desguazar el Estado argentino y obtener felicitaciones –y algo más- por parte del FMI. Miles de desempleados, riqueza concentrada en poquitísimos, ataques a la ciencia, la cultura, la educación. Una película de ciencia ficción –frente a esto- parecería un bebé de pecho. Se ha instalado el miedo, se procura la represión. El mundo de la política, ¿reacciona? La llamada oposición “dialoguista” ( radicales, peronistas de derecha, partidos locales, algún justicialista) se comporta de modo ambiguo. Dice oponerse en la TV o en un pasillo parlamentario y luego vota con el oficialismo. Nada más desmovilizador. La oposición real parece no llegar con el número de votos para frenar arbitrariedades del Ejecutivo ¿Llegará? Los diálogos son intermitentes ¿Será una calma “chicha”? ¿Podrán los movimientos sociales, las organizaciones y los colectivos sectoriales estimular para que se rompa la apatía temerosa? ¿Para frenar la destrucción? ¿Lograremos la existencia de liderazgos generosos, entusiastas para encabezar las necesarias movilizaciones, huelgas, motines de subsistencia o como quieran llamarlos? Porque del otro lado sólo hay penumbras, debemos tener coraje.
Es urgente. Antes de que nuevos Kostekis y Santillanes entreguen su vida y recién entonces aparezca la conmiseración, las Plazas llenas y la protesta.