Por Adrián De Benedictis
La Copa Libertadores se transforma en el objetivo más preciado de los equipos argentinos, en cada edición del torneo continental. Los que seguían adelante en este 2023, Racing y Boca, estaban orientados en acceder a las semifinales, ya que de lo contrario la frustración sería enorme.
Boca se alzó por última vez con el trofeo en 2007, cuando se consagró bajo el mando de Miguel Russo. Del otro lado, la única vez que pudieron llegar a la gloria fue en 1967. Sin embargo, la percepción es que el equipo de Jorge Almirón era el que tenía mayor obligación de ganar la serie.
La derrota provoca desconcierto e inestabilidad en partes iguales. Boca efectuó contrataciones importantes en el último mercado de pases, con el objetivo primordial de disputar la final del 4 de noviembre en el mítico Maracaná de Río de Janeiro. Racing logró el regreso de Roger Martínez como figura estelar, para romper esa sequía.
Los penales determinaron que el conjunto de Avellaneda haya sido el equipo eliminado, y el temblor comenzará a rodear no sólo al plantel, sino a la institución. Los cuestionamientos surgirán en las próximas horas, y el desenlace puede ser inesperado.
La desesperación que provoca la Copa Libertadores, sobre todo para los clubes que llevan mucho tiempo sin obtenerla, termina siendo un factor contraproducente, y suele obnubilar el camino para hallarla. Racing no se terminó de convencer que podía ser campeón de América, y tendrá que continuar esperando.
Boca está entre los cuatro mejores nuevamente por la vía de los penales. El equipo no ganó ninguno de los partidos ante Nacional, y tampoco lo hizo ante Racing.
La línea que separa la cima del destierro es muy fina. Boca se juega en esta Copa quizá el futuro institucional, con las elecciones en diciembre próximo. Por delante tendrá dos duelos ante Palmeiras de Brasil, y otra vez ahí volverá a estar entre el abismo y la cumbre. La diferencia es que ahora quedó más cerca de Río de Janeiro.