Por Pablo Tigani
La crisis alimentaria mundial, es una gran oportunidad de inversión, industrialización, innovación tecnológica y exportación de valor agregado, para la Argentina.
El precio del trigo se disparó. La India ha suspendido las exportaciones de trigo “con efecto inmediato”. Conflicto Rusia-Ucrania conllevará una masiva hambruna en todo el mundo. “La catástrofe alimentaria que se avecina” es tapa de “The Economist”.
Probablemente el Presidente Alberto Fernández, Martín Guzmán, Matías Kulfas, Santiago Cafiero, Daniel Filmus, y Juan Manzur; sepan aprovechar la propuesta en esta oportunidad histórica para implementarla. La Argentina está saliendo del precipicio, pero el mundo entrará en un periodo de desaceleración de la tasa de crecimiento mundial, con alta inflación. Paradójicamente nuestro país puede constituirse en “la mejor opción de inversión productiva del mundo”. Esta vez no es Keynes. Esta vez es la creatividad. Justo ahora, cuando todo es posible.
Mayo de 2003, fue el momento adecuado para aplicar estímulos a la demanda agregada y eso hicimos. Mayo 2022, 19 años más tarde, la inversión productiva y el comercio exterior constituyen las llaves del control de la inflación y el crecimiento a largo plazo. Más oferta requiere más proveedores para poder seguir abasteciendo una demanda creciente que suele terminar en la restricción externa.
El sistema financiero internacional es inflexible, vamos por la industrialización y el comercio exterior con propuestas originales. Un diseño a medida de nuestro perfil único y necesidades argentinas. Dejaremos atrás la amenazadora y permanente posibilidad de default, mediante un proyecto original de exportaciones e inversiones con empresas de un país complementario experto y rico, que no presenta controversias ideológicas.
La Argentina necesita inversión productiva para seguir generando empleo en medio de un país y un mundo que necesita alimentos. Las nuevas inversiones son posibles, porque los inversores están donde perciben potenciales de actividad y crecimiento. Ninguna otra opción que no sea “crecimiento”, restablecerá la confianza.
Una alternativa “inexplorada”
Nunca pudimos realizarla porque “para el mundo”, Argentina permanecía en default con los fondos buitres o estaba reestructurando su deuda externa. Hoy Japón no tiene el obstáculo de su legislación que frena inversiones cuando el Club de Paris es un freno. Eso nos relataba el presidente de un conglomerado japonés en la Argentina, 13 años atrás.
Inversiones de capital, ampliación de la oferta en el mercado interno y un fuerte superávit comercial industrial; son las claves de la desaceleración de la tasa de inflación y un crecimiento sostenido del salario.
Podríamos volver a renegociar las condiciones acordadas con el FMI en forma exitosa, pero es necesario demostrar que la economía real es garantía. La generación de un flujo anexo-antes inexistente-, para considerar la reprogramación o cancelación creciente, es posible a partir de un “boom de inversiones y exportaciones industriales”.
Abandonando la Economía Matrix
La economía Matrix es el contexto de relación y sucesos económicos creados y controlados artificialmente por nuestros “matrixconomistas”, de quienes tenemos que huir.
Nuestra riqueza natural le ofrece pista de aterrizaje al denuedo japonés. Solo necesitamos despojarnos del prejuicio “no se puede”, para encarar en forma inmediata un acuerdo disruptivo con empresas japonesas, obteniendo inversiones, know how industrial y comercial del principal modelo industrial exportador del mundo. El país que creó hace décadas el concepto alimentario: “fresco, natural y sano”.
Necesitamos una alianza estratégica para exportar industria. Imagínese la firma de un acuerdo con un conglomerado de empresas japonesas. Vea como regresan los capitales y el financiamiento que necesitamos y aprehenda entusiasmo.
¡Desde ahora hay que competir con empresas japonesas!
Las exportaciones de productos alimenticios pueden ser industrializadas por empresas japonesas en la Argentina. Necesitábamos a quienes lo hicieran mejor, con economías de escala (industrializan, exportan a nuevos mercados y rebajan el precio de los alimentos en el mercado interno).
Ya lo habíamos dicho en el verano, después de la pandemia habrá disrupciones para conformar un mundo más dinámico. La guerra acelero el proceso disruptivo. Podremos utilizar el conocimiento, la experiencia y la creatividad del país que más sabe. Hacer negocios con empresas japonesas es escoger una “alianza distinguida”. Ya hay más de 70 empresas de origen japonés en Argentina como Mitsubishi Corporation, Itochu, Marubeni, Mitsui, Sumitomo, Toyota Tsusho, Sojitz, Kataoka, etc.
La Experiencia de la Innovación y la Creatividad
Estamos entrampados con el oligopolio de empresas alimenticias para las cuales la competencia no existe. Los japoneses no le temen a la competencia. Podemos mencionar también que la vocación del industrial hoy está semi ausente en la Argentina.
Pensemos en más oferta y facturación, mediante revolucionarias acciones de transformación de negocios. Existen abundantes argumentos para pensar que esta es la solución más adecuada de los problemas de la economía argentina. “Innovación mata expertos en Matrixconomia”.
A los oligopolios les pedimos que compitan
Tenemos restricción alimenticia y una enorme prosperidad dormida por desconocimiento, resistencias ideológicas, falta de exploración, coraje y fe en nuestros recursos. Agreguemos a esta actitud, falta de interés empresario, incentivado por la tentación de la ganancia financiera hace 46 años.
Aumentando la apuesta, seguimos la lógica y podemos negociar un “acuerdo piloto argentino-japonés” con participación del Mercosur, para llegar hasta México, otorgándole a empresas industriales japonesas la locación un “fondo de comercialización internacional de exportaciones”.
Dado nuestro potencial comercial-casi virgen-, una propuesta de este tipo, en el actual momento de estancamiento que atraviesa Japón, sumado a la escasez alimentaria en el mundo; sería de una escrupulosidad insuperable. Las probabilidades comerciales argentinas son mayúsculas. Las empresas japonesas invierten y absorben trabajadores en la industria de la alimentación.
Un negocio donde se gana por todas partes
Vamos a bajar el precio de los alimentos para los argentinos con mayor producción (aumento de la oferta) y en base a la mejor tecnología del mundo; por todo ello aumentamos la productividad.
Para las empresas japonesas representa la posibilidad de integrarse industrialmente en forma vertical en nuestro país, desde la materia prima hasta la exportación de agro alimentos terminados (su especialidad). Claramente, habrá muchas familias de productos nuevas. Se diversificará su portafolio de negocios para competir con los europeos que subsidian cierta ineficiencia de sus actividades, compensando a la vez su excesivo enfoque en electrónica, metalmecánica e informática, hoy altamente saturadas y commoditizadas.
Japón carece de recursos naturales, nosotros tenemos en sobre abundancia. Se abre un horizonte inexistente, incluyendo la posibilidad de fabricar y exportar inclusive-no exclusivamente-a Japón, sus propios productos, además de accionar la llave exportadora que poseen en el Sudeste asiático.
“Made in Argenjapan”
Empresas japonesas exportando a Japón su propia manufactura de alimentos argentinos. -¿Quién puede dudar de las normas de calidad, producción y salud si una empresa japonesa pone su sello?- Para Argentina, conseguir incorporar empresas versadas en exportaciones de manufactura, que aporten inversiones, tecnología y know how, es una jugada magistral. Para las empresas japonesas el ingreso a nuevos mercados y apertura de inversiones es lúcida y racional.
Lo dijimos en enero, la configuración de la economía global-apenas suban las tasas de la FED-, disminuirá las posibilidades de ingreso a los mercados voluntarios de crédito. Pasará tiempo hasta que podamos volver con alguna emisión de bonos.
Tenemos que iniciar una estrategia innovadora que conduzca un mayor aprovechamiento de los recursos. Encontrar financiamiento sustituto y genuino de divisas no tiene nada en contra. La desaceleración del consumo doméstico por la inflación y la falta de financiación pueden hacer un coctel explosivo.
La última oportunidad de intentar algo sin dolor
Imagine el siguiente escenario: Firmamos un acuerdo con empresas japonesas autorizando beneficios para la inversión directa, para las importaciones destinadas al desarrollo y la exportación de productos “Made in Argentina”. A cambio y como “prima de ingreso” pueden avalar una emisión de bonos argentinos “ARGENJAPANS”, con garantía de exportaciones. A cambio, Argentina le garantiza a Japón el cumplimiento de la amortización con el “superávit excedente”-creado- de nuestra balanza comercial. Los mecanismos: cuenta de garantía (escrow account) o fideicomiso.
Incentivos para empresas japonesas
Ofrecemos un mercado interno con demanda insatisfecha, pero además le pagamos una comisión de gestión o “management fee” a las empresas japonesas que exporten-sobre el aumento de las actuales exportaciones-por los próximos 10 años. Es más razonable que pagar comisiones a la banca para seguir realizando canjes y comisiones. Por utilizar el know how industrial-exportador japonés, por un tiempo determinado y previsto (además de las externalidades a que accedan las empresas japonesas que se instalen en la Argentina), estimulamos el interés de diversificar la oferta de exportación de las empresas japonesas. Preveamos una opción al final del acuerdo para que renueven los plazos por 10 años más, a cambio de un fee decreciente mediante el pago de una prima como anticipo de los próximos, para rescatar los títulos emitidos.
Una opción sólida con socios confiables disminuye el riesgo soberano, baja la carga de intereses y consecuentemente el déficit fiscal que generan los servicios de la deuda. Judo a la crisis alimentaria, derribamos al enemigo (la crisis alimentaria) aprovechando su propio impulso para potenciar exponencialmente la oferta agroalimenticia y el comercio internacional para siempre.
Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.