Por Mario Wainfeld
Cristina abre agenda y marca un rumbo. La UIA, en pie de guerra: rapapolvos de dos ministros. Morales carcelero de Milagro, Manes un nuevo rostro: dos facetas del radicalismo. Objetivos de política económica: inflación, ingresos, cortes de carne populares. Algo sobre la necesidad de iluminar el futuro en tiempos de crisis.
Cuando Cristina Fernández de Kirchner habla en público, su discurso funciona. La palabra de la vicepresidenta impacta en la coyuntura, abre agenda, dinamiza a propios y ajenos. La iniciativa de reformar e integrar el sistema de Salud movió el avispero, con razón. Catalizó el debate que, en caso de prosperar, sería largo, añoso. Los sistemas democráticos son reformistas de tranco lento. Un cambio de ese tipo debería negociarse, pasar por el Congreso, conseguir consenso o aquiescencia de sindicatos --hasta de la Confederación General del Trabajo (CGT)-- de gobiernos provinciales, de efectores privados.
Otra frase de Cristina, pronunciada como cierre del discurso, apunta al corazón y al cerebro del Frente de Todos (FdT): “vamos a salir con las vacunas, vamos a vacunar a todos los argentinos y las argentinas y vamos a volver a ser felices”. Las campañas de vacunación son un pilar. Abrir una perspectiva de futuro, una necesidad.
Macri, auténtico: El ex presidente Mauricio Macri dio rienda suelta a su idiosincrasia: cometió sincericidio por partida doble. Primero, al quejarse, de modo rudimentario, porque el sistema democrático no funciona a botón. Segundo, en una intervención tremenda, homologando a la pandemia con una gripe agravada. Ostentó semejanzas con el presidente Jair Bolsonaro y su gripezinha. Luego se retractó, inverosímil y enrevesado. Voceros y partidarios del Gobierno lo destacan, viralizan y repiten. Intuyen que mostrar repetidamente a Macri es pura ganancia. Los medios hegemónicos esconden las confesiones-metidas de pata, fuera de las tapas, los títulos, los zócalos. Quizá los portavoces oficialistas deberían dosificar la fruición con Macri, (por)que es el pasado. Y centrarse más en las vacunas, la economía, lo que vendrá. Puede ser cuestión de retocar las proporciones.
Entre tanto, el gobernador Gerardo Morales se empeña en robustecer las bases de su legitimidad, así sean espurias. Sus aliados en el Poder Judicial jujeño concretan una condena ilegal un contra Milagro Sala, perseguida y presa política: por ser mujer, luchadora social, indígena y rebelde.
Morales calcula que consolidará su caudal de votos en las elecciones provinciales del domingo que viene; es factible que acierte. Simultáneamente, el gobernador-carcelero avala la candidatura de Facundo Manes en Buenos Aires. Manes escoge el clásico perfil del prestigioso en la sociedad civil que “llega” a la política para remozar identidades, gambetear grietas y llevar propuestas, sin polarizar, discriminar… ni siquiera gritar. Dos movidas (una taimada, otra astuta) que exhiben sendos rostros del radicalismo del siglo XXI: uno identitario jugando de local, otro buscando maquillarse en la provincia que le dio la espalda dos años atrás.
La economía, variable eterna: Las elecciones nacionales, hoy en día, interesan a contadas personas, una minoría. En su momento, serán masivas y decisorias. Como en cualquier contienda, dirigentes, consultores, asesores, candidatos, periodistas, se preguntan qué variables “tendrán en la cabeza” millones de ciudadanos. Nadie lo sabe a ciencia cierta, se aceptan apuestas.
Cuanto incidirá la pandemia, un enigma de la etapa. El Gobierno aspira a que se valore la vacunación, a que la felicidad de tantos argentinos al recibir su dosis se trasunte en el veredicto popular.
La opo machaca que no hay vacunas (sambenito que se debilita, a medida que pasan los días). Ansía hacerse fuerte denunciando las restricciones a las libertades, al trabajo. La presencialidad en las escuelas, otro ítem al que le ponen fichas.
Seguro, intuye este cronista sin originalidad y leyendo precedentes locales o internacionales, la economía será crucial. El expresidente estadounidense Bill Clinton lo cifró en su consigna imbatible.
El presidente Alberto Fernández llegó a la Casa Rosada prometiendo crecimiento, redistribución del ingreso, más y mejor trabajo. El compromiso se reiteró para este año: los ingresos populares tienen que ganarle a la inflación, hacerse un toque menos regresiva la distribución de la riqueza entre empresarios y laburantes. No sucedió en la primera mitad del año porque se conjuraron la segunda ola (inesperada, ajena a cualquier radar) y la inflación, en parte responsabilidad oficial.
En el gabinete económico observan satisfechos el aumento de la recaudación impositiva y el crecimiento de la producción industrial. El ministro de Desarrollo Productivo Matías Kulfas distribuye un cuadro mostrando que dicha alza es elevada comparada con otros países. Ni qué hablar cuando se la coteja con cuatro años macristas de industricidio y destrucción del empleo.
La referencia, sólida, no induce a engaños. El crecimiento es heterogéneo, disímil. Las restricciones de los meses recientes no solo impactaron en los sectores más obvios: gastronomía, turismo, hotelería, espectáculos. También en el comercio minorista. “La gente se retrajo, se preocupó, restringió el consumo”, explican en zonas aledañas a la Casa de gobierno. Recuperar el dinamismo es imperativo aunque no sencillo.
Las reacciones ante la inflación son diversas. Aluden al poder relativo de distintas organizaciones y a la capacidad de intervención estatal. Se reabren las convenciones colectivas, algunas porque lo preveían y otras por imperio de la necesidad. El Ministerio de Trabajo y el equipo económico acompañan las revisiones, cuando no las inducen.
Se otorgan aumentos de prestaciones estatales para jubilados con la mínima, jefas de familia que perciben la Asignación Universal por Hijo, se amplia y fortifica la tarjeta Alimentar. Se incrementan prestaciones para integrantes de movimientos sociales incluidos en el Programa Potenciar Trabajo. Las cifras se quedan cortas, las organizaciones se movilizan,
Subsisten muchas personas sin cobertura,en la amplia franja de las pequeñas empresas, los cuentapropistas, los emprendedores particulares, los laburantes informales, autoempleados o desocupados. El Gobierno analiza contrarreloj alguna medida específica direccionada a ese conjunto, variopinto y no cabalmente sintonizado los registros estatales.
Alberto Fernández incita a ministros y funcionarios de primera línea a defender lo realizado, a salir “a la cancha” lo que se informa con más detalle en otras notas de este diario.
Con el mazo dando, se espera que esa defensa se robustezca con novedades tangibles y auspiciosas, con más plata en los bolsillos de los trabajadores.
También con cortes de carne accesibles en “la mesa de los argentinos”. “Los cortes de Pepe Mujica” bromea ma non troppo un miembro del equipo económico. El cierre de las exportaciones suscitó discusión interna del oficialismo. Hay muchas menos de las que inventa la opo… pero hay algunas.
Los aumentos de tarifas de servicios públicos detonaron una: prevaleció el ala kirchnerista, tras un tironeo con demasiado estrépito.
Suspender las exportaciones agitó polémica: en el equipo económico se mostraban remisos. Arguyen que se debe mantener vivo el mercado que se abrió en China. Es menester acumular divisas. La primera línea del kirchnerismo impulsaba el cierre. AF lo resolvió, en un gesto de autoridad. Ahora, mediando negociaciones y tratativas varias, el Gobierno confía en anunciar pasado mañana una reapertura parcial dejando para el consumo interno los cortes prreferidos por los argentinos, aquietando sus precios domésticos. Y amarrocar divisas imprescindibles. Sobre todo para prevenir embestidas del establishment económico, tan proclive a fomentar corridas del dólar en vísperas de elecciones.
El ministro de Economía Martín Guzmán y Kulfas “atendieron” a las corporaciones patronales, de cuerpo presente y de viva voz. Otra imagen de la semana que amerita un párrafo en esta crónica.
Funes, el desmemoriado: Los dos ministros, en sucesivas jornadas, apestillaron a la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA) en la persona de su flamante titular Daniel Funes de Rioja. Sin verbalizarlo así, reprochan a Funes ser desmemoriado, a diferencia de su tocayo borgeano. El hombre no registra la catástrofe macrista, los Anticipos del Trabajo y Producción (ATP) que embolsaron una parva de empresas industriales en 2020 sin contrapartidas, para salvarse del naufragio. No registra el crecimiento industrial mencionado en esta columna: afirma que sólo la Construcción crece. Padece amnesia respecto de subsidios, exenciones, moratorias y créditos que llegaron a Pymes durante el mandato de Alberto Fernández.
Guzmán le charló en un marco extraño. El jardín de un hotel VIP, al aire libre, con un frío digno de mención, los capos de la industria arrebujados en sobretodos cuando no en frazadas. Los anotició: “no esperen de nosotros una economía con pocos impuestos y bajo costo social”. Apeló a la primera persona del plural recordando a quienes “nos votaron”, nombrando a la fórmula presidencial entera: AF y CFK.
Kulfas se había valido del vocativo para una catilinaria enrostrada a “Daniel”.
Los ministros demarcaron territorio, fueron frontales como pocas veces antes. Alegan, ante quienes pueden oírlos, que lo hacen en defensa propia. Que la UIA encabeza una ofensiva opositora sin contemplaciones. La propia designación de Funes de Rioja y de una cúpula “a puro Techint” es parte de la jugada.
Las patronales interpretan que el gobierno ya fracasó, que no podrá reencauzar la economía y que por eso busca un enemigo al que culpar. Formulan la profecía y, tal como sucede con las subas de precios, aplican para que se cumpla. Alberto Fernández, vaticinan en sordina ante los mismos funcionarios o a periodistas afines, “va por todo”, quiere “aplanarlos o colonizarlos”.
Funes de Rioja se pinta la cara argumentando que le han declarado la guerra. Los ministros le propinaron dos rapapolvos, diría el economista Joan Manuel Serrat. Reafirmaron el proyecto, la convicción de que se debe redistribuir, crecer y exportar al mismo tiempo, con ese orden de prioridades. Cumplieron la directiva presidencial de bancar la gestión. Se remitieron al contrato electoral del presidente.
Palabras, hechos, horizonte: Los próximos meses serán determinantes. Como cualquier gobierno popular en tiempo de elecciones, el FdT se empeñará en mejorar pronto las condiciones materiales de vida de los argentinos. Asume que es su deber y que tendrá mejores perspectivas en el cuarto oscuro.
Se atraviesa el peor momento de la peste, que abruma a la población y redobla los deberes del Estado. Antes que nada, se precisan realizaciones, hechos, las famosas efectividades conducentes.
Cristina, en pocas palabras, abrió otro carril: una narrativa que pronostique escenarios futuros, que reparta también esperanza.
Las polémicas mediáticas, de café o de quinchos suelen confinarse en el pasado. La vida cotidiana en pandemia pasa a ser un eterno presente, desolador. Las crisis, personales o colectivas, provocan (entre otras desdichas) la exagerada sensación de ser eternas. La misión del Gobierno es construir y mostrar que hay un porvenir menos oscuro y opresivo.
Representar, gestionar y hacer campaña (tres labores vinculadas e irrenunciables) fuerzan a mejorar la vida de la gente común, a ayudarla para levantar la mirada y sostener la autoestima.