Por Pablo Tigani
Aunque con el Gobierno de Alberto Fernández el nivel de tonterías que se vivían en el gobierno anterior cayó considerablemente, todavía tiene que aprender a vender buenas ideas.
La importancia de las elecciones de medio término, está ligada a una preocupación genuina. Aunque se reestructuró la deuda privada y, así se perdonara la deuda del FMI, un regreso de quienes piensan que integrarse al mundo consiste en ir a pedir prestado por todas partes puede ser irreparable. Es preocupante que no hayamos sido una población más sofisticada a la hora de votar en 2015 y 2017. Cambiemos gobernó como con un martillo, rompiendo ventanas todos los días, las veinticuatro horas. No queremos que el cambio (JxC) resida en que a un embajador como Miguel del Sel le suceda “El Dipy”. Aunque con el Gobierno de Alberto Fernández el nivel de tonterías cayó considerablemente, todavía tiene que aprender a vender buenas ideas.
La universidad
No obstante estamos orgullosos de tener la mejor universidad hispana (UBA) por séptimo año consecutivo, es preocupante lo que pasa a nivel cultura general en las universidades, desde hace 40 años en la Argentina.- ¿Formamos a los mejores o a los más quejosos acerca del país donde viven? - Es preocupante porque los universitarios son una elite que influye sobre 45 millones de habitantes. Predisponen al resto de la gente de a pie. Las más caras son importantes usinas de un mensaje anti país y anti pueblo. No enseñan, no ayudan a aprender, adoctrinan. Un gran negocio, unas agencias ideológicas que además de ganar mucho dinero y no pagar impuestos, han sentado a los suyos en el Gobierno de Cambiemos. Esto no es todo lo que hace caer la balanza, pero es parte de lo que determina adonde se dirige la Argentina en los próximos años. Se cultivan temores y baja autoestima: “No arreglar rápido con el FMI es un suicidio”, “Somos los peores”. “No nos quieren en ningún lado”. “En ninguna otra parte del mundo las vacunas tardan tanto…” “Si te sale una oferta afuera no lo dudes: ¡vete!”
Controlan la TV, los medios escritos y establecen lo que “está bien” económica y políticamente. No coincide la validación “está bien”, en política se valida “justo o injusto”. No existe lo que “está bien” a nivel económico, es “eficiente y eficaz” o no lo es; en el corto, mediano o largo plazo, según los autores que han trascendido mundialmente y nunca incluye el programa de estudios ni la bibliografía. Los graduados de ciertas universidades surgen como soldados de una perspectiva.
Desde esta columna no compartimos nada con el comunismo. Pero no se puede ser anti comunista sin haber leído a Marx, sin convertirlo en una configuración impuesta. Es totalitario. No produce pensamiento independiente en un ingeniero, abogado, licenciado en economía, contador público, licenciado en administración, licenciado en sistemas, etcétera. Los que estudian economía se convierten en una secta sin conocer otros marcos teóricos. Tanto que sus debates son violentos, descalificadores, estigmatizantes, vulgares, groseros; o de un nivel de ceguera incomprensible.
Las escuelas de negocio
En las escuelas de negocio los alumnos no registran que las acciones de Game Stop no pueden valer más caras que las de Toyota. Esos egresados, con tamaño desconocimiento van a gerenciar empresas y desarrollar emprendimientos frustrantes. Se están formando emprendedores mostrándole los ejemplos de personajes ególatras cuyas frustraciones en el deporte le han hecho llenar el vacío de su niñez pensando en dinero. A muchos hombres y mujeres muy ignorantes les va muy bien en los negocios. No quieras saber sus nombres. No queremos generalizaciones ni simplificaciones que expresen que las regulaciones son malas (una validación ética). No. No es así. Los semáforos evitan muertes y el exceso de velocidad debe ser penado. Libertad no es doblar de contramano donde se le da la gana a cualquier conductor. Y si, la regulación no es eficaz cuando un país entrega una licencia para usar un arma más rápido que una autorización para conducir un vehículo.
En los egresados de la mayoría de las universidades privadas no hay profesores con puntos de vista distintos, ni enfoques variados. Por suerte eso no nos pasa a los profesores que enseñamos en las universidades creadas para la gente que trabaja y estudia.
Generadores de déficit fiscal. Endeudadores seriales
Los profesores de ciertas universidades que fueron parte del equipo económico durante toda la década del noventa, actuaron como espantapájaros de inversiones en 2001. Argentina sufría las consecuencias de la cesación de pagos, en parte por la guerra sin cuartel que le hicieron a la heterodoxia inicial del Cavallo de marzo. Ya comprobamos dos veces en 16 años que a los mismos economistas formateados, no podemos resignarles la economía real. El 2001 no fue un episodio más, fue el default más grande de la historia y sin embargo volvieron. La deuda que incluía a los organismos multilaterales de crédito rondaba los u$s 150 mil millones, luego de haber amortizado alrededor de u$s 16 mil millones de deuda pública en 2001, que representaba algo más del 60% de las exportaciones y 6% del PBI. La deuda externa planteaba un enorme problema creciente desde la década del noventa y aun en 2001 cuando íbamos a exportar el sistema financiero al resto del mundo.
Cuando relacionamos las amortizaciones de capital e interés con los presupuestos de educación, seguridad, salud, y otras partidas presupuestarias; podemos darnos cuenta del impacto que esto implica en el bienestar general de la población. Cuando el dinero está destinado a pagar deuda, es muy difícil crecer y reducir la pobreza.
Es fácil. Cuando se ha colocado demasiada deuda, los tomadores voluntarios prestaron más de lo conveniente, y se producen problemas si el sector financiero se apropia proporcionalmente de una parte mayor de la renta total. Otras partidas presupuestarias tendrían que ceder eventualmente y en medio de una pandemia no es buena idea.
Aquel endeudamiento creciente que llegó hasta los u$s 150 mil millones, comenzó con bajas tasas de interés en forma coincidente con un histórico aumento del flujo de capitales hacia las economías emergentes, más un festival internacional de bonos, hasta la crisis del Sudeste Asiático. En aquel punto se produjo una contracción del flujo a los mercados emergentes que descendió desde u$s 225 mil millones a u$s 80 mil millones en solo un año, elevando en forma simultánea a casi el doble las tasas de interés. Durante los primeros años de la Convertibilidad, se produjo un apalancamiento de la deuda (pública y privada) que se expresó a pleno en las tasas de crecimiento de la absorción doméstica (consumo e inversión) en Argentina, mientras las ganancias financieras “volaban”. Al revertirse la tendencia que caracterizó un ciclo de abundancia de capitales con tasas bajas de interés, la velocidad de reacción para contraer el gasto y disminuir la deuda fue extemporáneamente más lenta que la dinámica de la huida de capitales desde las economías emergentes hacia las plazas de mayor seguridad (flight to the quality). Como Argentina era el mejor alumno del FMI siguió tomando deuda. Llegó a tener 152 tipos de bonos diferentes, con distinta legislación en diferentes monedas. Eso sí que era estar en el mundo.
En vista de la experiencia, no es de extrañar que nuevamente en 2018 no se haya podido reembolsar lo que se había comprometido. La lógica de los mercados dice que “el país había pedido demasiado” y es cierto, pero en realidad se omite decir que quienes prestaron los fondos también calcularon mal los riesgos.
Diagnóstico
El gobierno de Alberto Fernández asumió con un excelente diagnóstico. El problema clave era la insostenibilidad de la deuda pública. Posteriormente, la deuda en moneda extranjera con acreedores privados se reestructuró, para que sea sustentable. Una reestructuración exitosa no necesariamente requiere que luego de un tiempo el país deudor vuelva a colocar títulos a diestra y siniestra, sino solo a obtener los fondos necesarios para aplicar a los vencimientos anteriores, una vez definida la estructura óptima de financiamiento, que claramente no es la de 2019. Eso probablemente se va a lograr al final de la renegociación con el FMI para toda la deuda en moneda extranjera; como se ha podido reorganizar la deuda a corto plazo en pesos-después del reperfilamiento compulsivo de 2019-hasta el día de hoy, en que se colocaron $ 46.300 millones sin subir la tasa. El reperfilamiento de la deuda en pesos o la suspensión de pago de 2019 compulsiva fue una opción desagradable para los poseedores de títulos que se expresaron enérgicamente hacia el Gobierno anterior. La sensación entonces era de colapso de la economía, aun después de recibir una enorme ayuda del FMI.
¿Cómo llegó la Argentina a una situación desesperada como la que hemos vivido en 2018, terminando 2019 con una relación deuda/ PBI de 92% si tan solo tres años antes la relación era del 45%?
No solo el Gobierno de Cambiemos ha sido negligente. Parte de la responsabilidad reside en los fondos que compraron los títulos y el FMI que les concedieron créditos a tasas de interés 3 veces más altas que las que pagaba Evo Morales en Bolivia. El objetivo era facilitar la transición de una economía peronista-que cancelaba deuda-a una economía de mercado que se endeudaba en moneda extranjera a tasas siderales para tradear Lebacs-dólar-peso-dólar, y fugarse.
El factor que permitió que el default no se blanqueara abiertamente en 2018 fue la intervención quijotesca del FMI, para salvar a quienes tenían que seguir saliendo del mercado argentino. Con Cambiemos los fondos podían retirar su dinero cuando la carga de la deuda creciera y la rentabilidad de la inversión en dólares hubiera alcanzado los objetivos más inmejorables del mundo en termino de inversión financiera. Los más grandes invirtieron corto, y luego todos junto al público empezaron a recuperar sus inversiones en forma creciente en medio del pánico, dólares en masa huyendo de un país arruinado en solo unos años.
En medio de ese caos, con estanflación por 4 años, el FMI otorgó una enorme suma para que se sirviera la deuda y se suministraran dólares para todo y todas, aceptando condicionalidades inadmisibles. Si el organismo no lo hubiera hecho, la Argentina hubiera interrumpido sus pagos a las entidades privadas en forma involuntaria y desordenada, lo cual hubiera sido demoledor para los libros contables de los acreedores. La entidad internacional jugó fuerte. El presidente Trump, actuó enérgicamente para sostener a sus financistas estadounidenses, utilizando toda su influencia en el organismo.
Nuevamente la Argentina empieza a hacer algo que pocos esperaban, empieza a crecer por encima de 2019-antes de la pandemia-. Falta mucho en la economía real, pero con la recuperación de la industria, al mismo tiempo viene equilibrando las cuentas fiscales. Seguir los consejos del FMI y/o ser el mejor alumno no funcionó. Hasta el mismo organismo lo reconoció públicamente. La Argentina ha demostrado después de 2001 que hay vida detrás de un desastre. Que el país puede crecer muchos años consecutivos renegociando la deuda, cerrando la brecha fiscal, por influencia del crecimiento.
Profesor de Posgrado UBA. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani