Por Marcos Victorica
A través de las redes, Milei llegó a las manos de los votantes con solo dos palabras: la casta “el enemigo”) y la dolarización (“la esperanza”, con la figura del león. El resultado no fue “el voto castigo” sino una campaña que comprendió el uso de las nuevas tecnologías.
En 1992, la campaña electoral de Bill Clinton instaló la frase “Es la economía, estúpido”; hoy, observando el resultado inesperado de las PASO podríamos decir: “Es el medio, estúpido”. Son las redes, y el manejo que hagas de ellas. Marshall McLuhan, un visionario para su época, dijo en 1964 que el medio que utilizamos para dar un mensaje tiene una carga simbólica en sí mismo, “el medio es el mensaje”.
Los medios funcionan como una extensión de los sentidos y de la mente.
En la actualidad, podemos observarlo con claridad en las redes sociales. Cada plataforma en la que participamos es un reflejo de lo que somos como usuarios y como sujetos políticos. La Inteligencia Artificial es mediadora en nuestra capacidad de pensar, porque construimos nuestra visión política a través de los dispositivos. Twitter (ahora X), Tik-Tok, Instagram son una síntesis del mundo social actual.
La política en la era de la inteligencia artificial
Muchos políticos se quedaron estancados en la importancia del contenido que postean en redes, como ocurre en los medios tradicionales, no aprendieron el lenguaje propio de estos nuevos medios. Los usan solo por su capacidad de viralizar, sin ver que detrás está la clave para comprender al votante actual: pocos caracteres, impacto visual, mensaje directo. Obama fue el primer político en entenderlo, al usar las redes sociales de manera masiva como parte de su campaña y su comunicación política.
Las nuevas tecnologías eliminan los intermediarios. El emisor habla directamente con el receptor, uno a uno, aunque sean millones a la vez. Esto produce un mensaje libre del filtro de lo “políticamente correcto” que actúa como autocensura; no hay una “ideología del Twitter”, como sí en cada medio tradicional. En una dinámica donde se tiene acceso inmediato a los datos se reducen los márgenes de la ideologización de la realidad. Un mismo mensaje logra penetrar en segmentos de toda naturaleza, porque llega directo al usuario en un lenguaje que comprende y utiliza todos los días. Adaptarse al ecosistema digital permite ganar elecciones.
Trump es otro ejemplo del uso de las nuevas tecnologías como medio de comunicación. “Twitter es el mensaje”, ese fue el secreto. Todas las tardes, mediante Twitter, instalaba la agenda del día siguiente por fuera de las tapas de los grandes diarios, sin filtros ideológicos. De la misma manera, en la reciente campaña en nuestro país, estamos observando el impacto del cambio en la era comunicacional.
En especial, en contextos económicos y sociales de vulnerabilidad, la gente vota donde se siente identificada y a quien le da la esperanza de un cambio total. La hiperinflación de Alfonsín trajo a un Menem de patillas, traje blanco y tonada riojana; un total outsider. La crisis de las hipotecas en USA trajo a otro, un extraño para el partido Republicano, mimetizado con el midwest y denunciando la sociedad Washington-Wall Street. Su mensaje fue “Make america great again”, acompañado del gorrito americano. Cuatro palabras.
Milei hizo su campaña en las redes, llegó con profundidad a las manos de los votantes con un mensaje de solo dos palabras: la casta -definición del enemigo- y la dolarización -la esperanza-, y la figura del león.
Mientras que algunos reducen la intención del votante y la sagacidad de la campaña a “voto castigo”, se les escapa lo más importante, la lectura actualizada de la política al comprender el mensaje que encierran las nuevas tecnologías para la comunicación.