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Opinión del Lector

La pospandemia es hoy: a buscar las oportunidades

Javier Madanes Quintanilla

Por Javier Madanes Quintanilla

El "sin industria no hay Nación" de Carlos Pellegrini hoy es "sin industria no habrá desarrollo de otras áreas de la economía de posible mayor valor agregado".

En estos últimos meses muchas certezas se nos han puesto en duda. De una manera poco predecible hemos tomado conciencia de nuestra vulnerabilidad.

Transité el final de los ‘60 debatiendo, en la secundaria, la ideología del hombre nuevo, navegando entre “El Contrato Social” y “El Emilio” para vislumbrar si la renovación del individuo cambiaría la sociedad o la revolución transformaría al individuo.

Un viaje a Cantón a finales del ‘68 me cambió el foco de análisis. Visitando una granja colectiva con una escuela de varios cientos de alumnos, durante un agasajo que los chicos nos ofrecían, el director del lugar pidió hacer un intermedio. En largas filas los chicos se dirigieron a una colina cercana a abonar con sus heces la tierra en un ritual que me dejó estupefacto.

Desde entonces ha pasado medio siglo durante el cual los habitantes de occidente hemos adherido mayoritariamente a la afirmación kantiana sobre los derechos innatos del hombre, el más relevante el de la libertad. Es decir, la independencia respecto a toda obligación impuesta por la voluntad de otro.

Pero tal vez los tiempos no sean sólo los de cada uno de nosotros en cuanto a individuos. La ciencia nos promete respuestas, pero la superación de esta crisis sanitaria, lo que queremos denominar como pospandemia, nos genera infinitas dudas tanto en los tiempos como en el alcance de las soluciones.

Empezamos a entender la necesidad de reinterpretar cuales son nuestros derechos naturales, nuestros deberes, y las diferentes estructuras de poder que darán respuesta a los problemas en el futuro.

La pospandemia se nos presenta como una bisagra en el tiempo en lo que hace a la redefinición de los conceptos de libertad e igualdad. No es la primera vez en la historia que esto ocurre. Lo que nos impacta es la claridad con la que el fenómeno se nos presenta. Es en este escenario donde comenzamos a ver con interés como lo cultural empieza a tener un peso específico relevante en el recorrido de este dilema.

A nivel internacional estamos tentados de generalizar algunas conclusiones: un manejo más exitoso de la crisis en las sociedades orientales, el replanteo del proceso de globalización al cual nos habíamos acostumbrado y la necesidad de transferir a las generaciones futuras la mayor parte del costo de la crisis sanitaria.

Nos preguntamos cómo afectará a nuestro país el proceso de cambio que inevitablemente veremos a nivel internacional, y si podemos encontrar alguna oportunidad favorable en el nuevo escenario.

Algunas respuestas parecen obvias. No tenemos las mismas posibilidades que otros para desfasar el inmenso costo que se ha generado. De por sí la pandemia nos encontró con un gran déficit de inversión y una economía sumamente primarizada. El golpe que ha sufrido la formación académica en estos meses ha sido muy duro y llevará un gran esfuerzo recuperarlo. Nuestras alianzas con el resto del mundo son inciertas y pareciera que para vivir sólo con lo nuestro tendremos que resignar nivel de calidad de vida. Pero lo positivo que podemos imaginar es que, en un mundo donde en muchos casos se va a barajar y dar de nuevo, las oportunidades van a surgir. Esa lectura y diagnóstico solo se puede realizar desde un lugar: la política. Una política que logre sumar voluntades, trabajo y sacrificio, como lo han hecho quienes mejoraron el bienestar de sus pueblos.

La situación del sector industrial en nuestro país merece sin duda una reflexión en particular.

Nuestro sector en estos años fue perdiendo peso relativo respecto a otros como la informática, el turismo, el mismo sector público, etc. Sin embargo, cuenta hoy con una capacidad ociosa, un potencial de respuesta y un prestigio que garantizan que, en cualquier escenario, su aporte para la recuperación puede ser inmediato y altamente significativo para paliar, fundamentalmente, el déficit de empleo productivo.

El “sin industria no hay Nación” de Carlos Pellegrini hoy es “sin industria no habrá desarrollo de otras áreas de la economía de posible mayor valor agregado”. Entender esta relación es fundamental. No hay sustitución posible sino agregación necesaria.

Desde hace al menos cinco décadas hemos ido dando por inevitables conclusiones que, en rigor, se nos fueron imponiendo en el lenguaje cotidiano por encima de los hechos crudos, algunas veces desde afuera y otras más desde rencores que desde la serena reflexión.

En primer lugar, asumimos que no era necesario contar con una burguesía nacional comprometida, es decir, sin la ansiedad de volar hacia otros nidos a la primera oportunidad. Esta visión ha tenido enormes costos. Hoy no tener en cuenta esa necesidad en las nuevas definiciones sería terriblemente peligroso.

La pandemia generó condiciones de improductividad asimétricas respecto a otras regiones del mundo, y las restricciones impuestas por los protocolos difícilmente puedan revertirse en su totalidad. Esta mochila tiene un inmenso peso no sostenible en el tiempo. En las nuevas decisiones habrá que tenerlo en cuenta.

Hemos concentrado nuestras erogaciones de capital omitiendo ganar productividad en pos de proteger una caja expuesta a una licuación inflacionaria. En definitiva, la pandemia no hizo sino abonar el modelo especulativo por sobre el de la inversión de riesgo. Tenemos que revertir esos incentivos.

El Estado necesita recursos del sector industrial pero este sólo podrá proveérselos en la medida que satisfacerlos no lo quite totalmente de competencia. El riesgo es comerse el capital y perder la generación de renta.

La pandemia ha puesto luz en una gran cantidad de temas cuyo debate veníamos postergando. Podemos concluir que la pos pandemia debiera ser el disparador de la búsqueda de soluciones a los mismos. El tiempo se cotiza muy alto en el mercado, lo cual nos lleva a una conclusión muy simple: la pospandemia es hoy.

Presidente de Aluar y FATE.

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