Por Javier Corrodani
El haber logrado el retorno al país de un presidente derrocado y luego de enfrentar 17 años de proscripción y persecuciones de todo tipo merece un reconocimiento absoluto para todos los que tomaron parte en esa lucha, comenzando por aquellos a los que les costó la vida.
El regreso de Juan Domingo Perón al país representó mucho más que la vuelta de un ex presidente a su tierra luego de más de 17 años de exilio. Fue el resultado de la lucha de miles de peronistas entre dirigentes políticos, sindicales, estudiantiles y fundamentalmente muchos militantes de base con plena vocación y que en conjunto conformaron la Resistencia Peronista.
La gesta por traer de regreso al fundador del justicialismo -resumida en consignas como "Perón vuelve" y "Luche y vuelve"- se realizó en condiciones tremendamente adversas, como las que impusieron dictaduras que buscaron destruir todo legado del gobierno depuesto.
La tarea que se desplegó a lo largo y a lo ancho del país entre 1955 y 1972 enfrentó todo tipo de censura y persecución. Muchos argentinos pagaron con su vida por defender a su movimiento y a su líder desterrado. Los fusilamientos de José León Suárez en 1956 y la desaparición del obrero metalúrgico Felipe Vallese en 1962 son apenas dos ejemplos de lo que se vivía por aquella época y del riesgo que implicaba para los peronistas persistir en el accionar político.
Quizás un buen reflejo de lo que eso representó para dos generaciones de militantes -la de la primera hora, desde la década del '40, y la de los jóvenes que se sumaron ya con el líder exiliado- sea un tramo de la película "Perón, sinfonía de un sentimiento", del recordado Leonardo Favio, quien además de cineasta formó parte de la comitiva que acompañó al General en el avión de regreso a la Argentina.
Esa edición de imágenes de un Perón anciano, dentro del auto que lo sacaba del aeropuerto de Ezeiza, y luego saludando a la gente desde el balcón de la casa de Gaspar Campos, y de fondo la voz de Víctor Heredia entonando "Aquellos soldaditos de plomo", plasma muy bien el carácter épico de todo aquello.
Más allá de que el país siguió andando y de los problemas y los horrores que vinieron después, la concreción de ese logro hizo que valiera la pena tanto esfuerzo y merece el reconocimiento a todos los que colaboraron para ello. Al menos es la humilde opinión de alguien que por entonces apenas tenía un año de vida, pero que más tarde tomó conocimiento de lo ocurrido de boca de sus propios padres, quienes estuvieron entre los miles de protagonistas de esa lucha. Felicitaciones para todos ellos.