Por Gilda Pernigotti
No se si fue el exceso de series. O la falta de conocimiento, pero siempre creí que la lactancia materna sería fácil: el bebé se coloca en la teta y voilá, como dirían los franceses. Nada más lejos de la realidad. O sea, algunas tienen esa bendición. Felices sean. Y otras tantas, la tienen que remar.
Entre un recién nacido que sólo llora. Recién lo estás empezando a conocer y entender. Los pañales que hay que cambiar a cada rato. El poco descanso. La casa que se sigue desordenado como siempre con la diferencia que una no tiene fuerza ni energías para limpiar. Y a esto se suma que la bendita leche “no baja”.
Así pasan los días. Mi hija al quinto día de vida empezó a tomar teta. Mi marido abrió un whisky para brindar con mi mamá, ya que ambos vivieron a la par toda mi frustración por el rechazo inicial.
Poco a poco fui saliendo a la calle, saludo aquí y saludo allá hasta que llegaba la pregunta del millón: “¿Toma teta?”. Sí, lactancia compartida. Algo de mamadera y algo de teta. Y nunca faltaba el dedo acusador: “Insistí, solo con la teta es suficiente”… y no hermana, ya probé de todas las formas y no funcionó la lactancia materna exclusiva. Me hubiese encantado que así sea porque sé que de esa manera todos mis anticuerpos van para la beba. Pero no pudo ser. Todo eso quería responder pero callaba y solo atinaba a mirar como tomaba cuerpo la falta de empatía. Resiliencia y a seguir para delante. “Bueno, pero insistí”. Sí, dale…
Después de haber pasado la pandemia por el Covid-19, y las vacunas que permitieron sacarnos del encierro con la inmunidad necesaria para evitar la propagación del virus, hoy más que nunca la lactancia materna es vital. La celebro. La defiendo. Y la aplaudo.
Pero también entiendo a aquellas madres que por distintas razones no pudieron implementarla, o lo hicieron a medias. Sé como muchas se sienten. También sé que hay una red de contención y de información que es importante acceder durante el embarazo para evitar futuros malos momentos.
Pero chicas, aquí la sororidad también debe aflorar. Tanto para la que quiere amamantar, pueda hacerlo tranquilamente sin que nadie la juzgue por exhibición y otras ridiculeces que alguna vez se llegaron a decir. Así como aquella que encontró en la mamadera la forma más eficaz de alimentar a su bebé.
Se hace lo que se puede. Todo es esfuerzo. Y lo que es fácil para algunas, resulta más complicado para otras. Como todo en la vida.
Hay una publicación de la humorista gráfica Maitena muy simpática donde describe en cada viñeta las situaciones graciosas de amamantar, y cierra diciendo que pese a todo lo que cuesta, es la síntesis perfecta de mamá y amar. Que viva el amor. Y que viva una sociedad con más comprensión y menos acusación.
(*) Licenciada en Comunicación Social. Magíster en Políticas Sociales.