Por Gastón Garriga
La derrota no puede ni debe empañar el análisis. La campaña de Sergio Massa fue impecable. El despliegue físico del candidato, su verba, su capacidad de escuchar, contener y proponer, su profesionalismo, fueron excelentes noticias para el peronismo. Massa hizo una campaña en varios niveles a la vez: fue el ministro que tomó decisiones audaces, como la devolución de IVA y el nuevo piso de Ganancias, fue el candidato que caminó “a la antigua” y fue el que sus equipos de campaña mostraron y viralizaron en videos para redes sociales. Si se llegó al balotaje, fue por todo eso junto.
Massa compuso, junto al gobernador Axel Kicillof, una sociedad capaz de sintetizar buena parte del peronismo de hoy y de sus distintas tradiciones. Ambos, el gobernador de la provincia más grande y el candidato que terminó cosechando 44 puntos con la realidad en contra, mostraron reflejos, audacia, capacidad de trabajo y sintonía entre ellos. Por esa razón sería un error, y una pérdida importante, que un jugador de sus características se apartara prematuramente de la escena.
La voluntad y el despliegue del candidato se chocaron de frente con una vieja máxima de la política. Un oficialismo con la economía ordenada puede perder, pero con la macro detonada no puede ganar. El gobierno saliente incumplió sus promesas de mejorar la distribución del ingreso, el leit motiv de toda gestión peronista. La economía en orden es necesaria, pero no suficiente. Esta máxima se verifica en todas las elecciones presidenciales del siglo.
Enojo, memoria y tecnopolítica
Que los responsables de la crisis son los que dejaron el gobierno en 2019, en una medida mucho mayor que los que lo asumieron, es una verdad insuficiente e inaccesible para buena parte de nuestra sociedad. En el paradigma de la tecnopolítica, los procesos de comprensión histórica son severamente alterados por mensajes hipersegmentados que imponen su narrativa y, aún más grave, aislan a los sujetos entre sí para impedir la elaboración colectiva.
Ahí hay un espacio que debe ocupar la micromilitancia. Este fenómeno fue, como en 2015, un recurso espontáneo, que salió en auxilio de la superestructura política, que sigue sin justipreciar su valor, su importancia estratégica. En tiempos de algoritmos y aplicaciones, el sentido, la comprensión de los hechos, se produce por acumulación cotidiana. Porque las campañas electorales empiezan y terminan, pero la disputa por el sentido es permanente.
¿Qué hubiera pasado si toda esa energía, en vez de salir a la cancha faltando tres semanas y perdiendo por varios puntos, se hubiera integrado a la estrategia de comunicación de los distritos, hasta para defender y explicar las gestiones locales? La micromilitancia está muy lejos de su techo. Puede y debe encuadrarse, dotarse de más y mejor análisis, estrategia, etc.
El próximo partido
Las señales que dio el futuro oficialismo en las últimas horas hablan de una relación complicada entre el presidente electo y su mentor, y de un futuro inmediato de más inflación, esfuerzos y privaciones. Inestabilidad dentro y fuera del palacio. La sensación dominante en la calle y en las redes sociales, aun entre sus propios votantes, es de incertidumbre y tensión.
En recientes declaraciones periodísticas, el ex canciller Rafael Bielsa afirmó que “la paciencia con un nuevo gobierno es inversamente proporcional a la expectativa generada”. El presidente electo suele repetir que, deteniendo ahora la emisión, la inflación bajará en un año y medio o dos y que los frutos de su modelo se verán recién en 35 años.
Sobrevendrá ahora, otra vez, el cuento de la pesada herencia, las correcciones dolorosas pero necesarias. Lo que se juega en los próximos meses, mientras el nuevo gobierno aplica sus recetas, es la explicación de los hechos, porque la suerte de los hechos en sí ya ha sido echada.
Dirán que no tenían opción, que se encontraron con una bomba y otras cosas que sonarán familiares en los oídos de los que ya eran adultos en 2016. Mientras, licuarán el valor de los pesos de los trabajadores de una manera infinitamente más brutal que la que venimos sufriendo. Y muchos se van a descubrir del lado de la cadena de la motosierra y no del mango.
La pregunta, entonces, una vez más, es qué se va a decir de este lado y quién. Una tesis es que la micromilitancia, que los consultores llaman campaña no orgánica y gana año a año en peso e importancia, debe ser integrada, contenida y conducida, como herramienta permanente de la política, que también es permanente. Los tiempos que vienen serán una prueba de fuego.