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Opinión del Lector

Las invasiones inglesas: el inicio de la Revolución de Mayo

Eduardo Lazzari

Por Eduardo Lazzari

En esta segunda parte, haremos foco en la figura de Santiago de Liniers, este francés que dejó todo en estas tierras en un momento conflictivo de nuestra historia.

Pocas veces en la historia argentina un personaje es protagonista esencial de un tiempo determinado como Santiago de Liniers. Una carrera militar impecable, una personalidad ética como pocas, y sobre todo, su centralidad en un momento convulso que cambiaría el devenir de los acontecimientos históricos. Este francés, desde la perspectiva del relato histórico argentino, es el hombre fundamental de 1806 y 1807, el que por su lealtad infinita a España, pasó a formar parte del enemigo una vez que se desató el proceso revolucionario el 25 de Mayo de 1810 y su consecuencia inmediata: la guerra de la independencia. He aquí una resumida biografía del héroe español nacido en Francia que dejó su vida por su ideal en tierras que se convirtieron en la Argentina.

Su infancia y el inicio de su hispanidad

Jacques Antoine Marie de Liniers y Bremond nació en la ciudad de Niort, a unos 500 kilómetros de París, el 25 de julio de 1753, en tiempos en que gobernaba Francia el rey Borbón Luis XV y más acá de los montes Pirineos el Borbón español Fernando VI. La nobleza de los Liniers convertiría al primogénito Jacques Louis Henri (Santiago Enrique) en conde. A Santiago Antonio le quedaba por delante un destino militar o sacerdotal, y decidió ingresar en la Escuela Militar de la Orden de Malta, llegando a ser ordenado caballero de Malta en 1768 y le corresponde el grado de teniente de caballería del ejército francés, a pesar de lo cual pide su baja en 1774. Decide a servir a España, algo sencillo debido al “Pacto de Familia” que unió los destinos de ambas naciones conducidas por los Borbones.

En Cádiz se incorpora a la Armada a través de la Escuela Naval de San Fernando, y en 1776, año de la creación del virreinato del Río de la Plata, se embarca con el encargo de patrullar el mar Mediterráneo como alférez de fragata. Poco tiempo después pasa a la flota que al mando de Pedro de Cevallos zarpó rumbo al Río de la Plata, para enfrentar a los portugueses que habían invadido la Banda Oriental. Con el resto de la expedición, unos 10.000 hombres, participa de la toma de la isla de Santa Catalina y de la recuperación de Colonia del Sacramento. Regresa a España, combate contra los ingleses en el cabo de Santa María y su nave reconquista la isla de Menorca el 5 de enero de 1782, y como consecuencia es ascendido a capitán de fragata. En febrero de 1783 se casa en Málaga, muy probablemente en la iglesia donde años después sería sepultado el capitán Juan de San Martín, el padre del Libertador, con Juana Úrsula de Membielle, con quien Liniers tendrá dos hijos: Luis y Antonia.

En busca de su destino en el Río de la Plata

Era un hombre interesado en las ciencias, por lo decide acompaña una expedición por las costas españolas entre 1785 y 1788 con la finalidad de hacer un relevamiento cartográfico gigantesco. Decide viajar a América, un destino favorable al desarrollo de una rápida carrera militar, llegando a Montevideo para hacerse cargo del apostadero naval del Río de la Plata. Vale destacar que la flota del virreinato del Río de la Plata tenía allí, en el puerto más favorable del río más ancho del mundo su gran base naval. En 1790 la primera de sus tragedias familiares no logra abatirlo: mueren su esposa Juana y su hija Antonia. Se muda a Buenos Aires y al año siguiente se casa con Martina de Sarratea, hermana de Manuel, uien sería más adelante miembro del Primer Triunvirato, primer gobernador de Buenos Aires y signatario del Tratado del Pilar. Este matrimonio es bendecido con ocho hijos. Asciende a capitán de navío mientras monta una fábrica de sopa sólida en sociedad con su hermano. Este producto era muy importante para evitar el escorbuto en las largas navegaciones por los mares. Como curiosidad, se conserva la ruina de una pared de dicho establecimiento sobre la calle Virrey Liniers, entre Moreno e Hipólito Yrigoyen, en la ciudad de Buenos Aires.

El octavo virrey del Río de la Plata, el ingeniero militar Joaquín del Pino, lo nombra gobernador interino de los Treinta Pueblos Misionales. Fue intempestivamente reemplazado y el viaje de regreso a la capital se convierte en un martirio para el francés: una nueva tragedia se ensaña con él ya que su esposa Martina y una de sus hijas, María de los Dolores de la Cruz, mueren al llegar al puerto de las Conchas, hoy Tigre, en el delta del río Paraná. La amenaza de un ataque británico hace que el virrey Rafael de Sobremonte le ordene a Liniers armar una flotilla para prever la defensa de la ciudad y lo designa jefe de la guarnición de la Ensenada de Barragán, un pequeño puerto militar a diez leguas al sur de Buenos Aires, donde se tirotea el 26 de junio de 1806 con la flota invasora al mando del comodoro Home Popham, en ostentosa inferioridad de condiciones. En esta columna puede conocerse la biografía del jefe inglés.

La Reconquista de Buenos Aires: la defensa

Luego de retirarse furtivamente hacia la ciudad, Liniers cruza hasta Montevideo en lo que fue el comienzo de sus años más trascendentes en la vida pública. Logra reclutar 1300 hombres con el apoyo del gobernador Pascual Ruiz Huidobro, y contando con “el auspicio de la Santísima Virgen del Rosario”, según él mismo proclama, puede cruzar en medio de una densa neblina hasta el puerto de las Conchas sin que los invasores adviertan la maniobra el 4 de agosto de 1806. Una constante en la vida militar de Liniers es su profunda fe religiosa y su práctica activa de la religión. Desde el Tigre inicia el avance contra los invasores, al que se suman cientos de milicianos y al cabo de una semana logra la rendición del gobernador británico William Beresford el 12 de agosto, día recordado por la historia como la Reconquista de Buenos Aires.

Asume provisionalmente el mando militar de la gobernación y del virreinato, a lo que se suma que el 14 de enero de 1807 un cabildo abierto lo nombra virrey, ad referéndum de su confirmación por el rey hispano Carlos IV. Desde Madrid llega su ascenso a brigadier naval, mientras Liniers prepara la defensa de la capital previendo una nueva invasión británica, que se produce ahora al mando del general John Whitelocke con unos 8000 soldados, el triple que en la ocasión anterior. En la más sangrienta batalla librada hasta entonces en Buenos Aires, con cerca de 2000 muertos entre ambos contendientes que se enfrentaron cruentamente en los alrededores del convento de Santo Domingo, Liniers logra mantener el control de la ciudad y el 5 de julio de 1807 los británicos se rinden y abandonan el Plata para siempre.

Para la historia británica es la peor derrota militar del siglo XIX en América. Vale destacar que las banderas rendidas en aquella ocasión se encuentran en la Basílica porteña de Nuestra Señora del Rosario y la cordobesa de Santo Domingo, donde fueron dejadas en manos de la Virgen por Liniers.

Liniers, luego de su confirmación como virrey desde España, es atacado aquí por su condición de francés en los tiempos de la invasión francesa a la península ibérica por las tropas de Napoléon Bonaparte. Se puede decir que como personaje histórico Liniers no sólo tiene un rol dramático y trágico, sino también que es signado por la mala suerte. En medio de las tensiones políticas, el viudo virrey inició un fogoso romance con María Ana de Perichon, esposa de Thomas O’Gorman, quien la había abandonado. El escándalo fue enorme ya que hay crónicas que indican que “el carruaje del Virrey amanecía en la puerta del caserón de los O’Gorman, señal que había pernoctado allí”. Esta mujer se convertiría con el tiempo en la abuela de Camila, la dama porteña que iba a protagonizar una tragedia romántica varias décadas después por su romance con el cura Uladislao Gutiérrez.

La visita a Buenos Aires del marqués de Sassenay como enviado de Napoléon en busca del reconocimiento de José I, su hermano, como rey de España, generó sospechas enormes, a pesar de la fervorosa negativa de Liniers a toda aceptación de la invasión, y provocó que en Montevideo se nombrase una junta autónoma de Buenos Aires el 20 de septiembre de 1808 a instancias de Javier de Elío, adversario político de Liniers y gobernador de la Banda Orienta. Comenzaba a crujir la estructura imperial. Al mismo tiempo, la Junta Central de Sevilla, que reemplazaba en los hechos al apresado rey Fernando VII, asciende a mariscal de campo a Liniers, grado equivalente a comandante de escuadra, a la vez que lo nombró Conde de Buenos Aires, el único título nobiliario que tuvo el Plata en su historia.

Reprimió el levantamiento de Martín de Álzaga del 1° de enero de 1809, gracias al apoyo del jefe de milicias Cornelio de Saavedra, y fue relevado como virrey el 30 de junio. Le fue otorgada una gran pensión que le permitió comprar el casco de la antigua estancia jesuítica de Alta Gracia donde se retiró con su familia. Allí lo sorprenderían los acontecimientos de 1810. En prueba de su lealtad a España, el antiguo héroe de la Reconquista escribe: “La conducta de los de Buenos Aires con la Madre Patria, en la situación que se halla debido al atroz usurpador Bonaparte, es igual a la de un hijo que viendo a su padre enfermo, pero de un mal del que probablemente se salvaría, lo asesina en la cama para heredarlo”.

Su fidelidad y su martirio por España

Liniers se pone a disposición del gobernador de Córdoba del Tucumán, Juan Gutiérrez de la Concha, quien organiza una expedición contrarrevolucionaria que es interceptada por el novel Ejército del Norte cuando se dirigía a concentrar tropas en la gobernación de Salta, y los detenidos son llevados hasta los alrededores de Cruz Alta, en el sur de Córdoba. El héroe de la Reconquista es fusilado por orden de la Junta Gubernativa del Río de la Plata, cerca de la posta de Cabeza de Tigre en el monte de Papagayos el 26 de agosto de 1810.

España le reconocerá ampliamente sus servicios cuando la Confederación Argentina y el reino de España intercambian embajadores en 1859, ya que la primera tarea del enviado hispano fue la repatriación de los restos del “Mariscal de Campo Santiago de Liniers, Conde de Buenos Aires y Virrey del Río de la Plata” para su sepultura en el Panteón Real de los Marinos Ilustres de España en la Escuela Naval de San Fernando, Cádiz, donde había estudiado casi un siglo antes. El patrimonio argentino conserva su casa en Buenos Aires, el sitio donde descansó en 1806 en Tigre, su estancia en Alta Gracia y el sitio de su fusilamiento. Merece ser vista la película llamada “Cabeza de Tigre”, con Héctor Alterio en el papel de Santiago de Liniers, que es un gran fresco histórico filmado en 2001.

Quedan pendientes para el próximo artículo las biografías de los dos máximos jefes invasores: William Beresford y John Whitelocke. Será el momento de cambiar de bando para completar la historia

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