Por Esther Díaz
Un año después de iniciada esta era de barbijos y aislamiento casi todas las especulaciones pandémicas han caído aplastadas por una rutina del como si no pasara nada. Sobre ese telón gris el grito punk del No futuro vuelve a sonar más como promesa que como amenaza. Por el asco que da tu sociedad, como cantaba el siglo pasado Luca Prodan.
No future! No future! No digas lo que deseas, no digas tu necesidad. Sin futuro, no hay futuro para mí. Sin futuro, no hay futuro para ti. Se desgarraban los Sex Pistols borrachos de escepticismo punk. Pero el nihilismo viene de lejos. Nihil, nada, no futuro. Ya las filosofías cínicas denunciaron los valores transcendentes -dios, ultramundos, fuerzas sobrenaturales- como cáscaras vacías, como nihilismo. Simulacros disfrazados de potencias reales para sembrar miedo en los corazones y cuitas en las conciencias. ¿Qué futuro esperar del control, la coacción y el descarte? Abuelita, ¡qué ojos tan grandes tenés! / Para vigilarte mejor. / Abuelita, ¡qué ideales tan puros defendés! / Para dominarte mejor. / Abuelita, ¡qué rigores tan duros me impones! / Para descartarte debilitada cuando jodés.
Pero, ¿qué es el nihilismo?, ¿qué se le contrapone?, ¿es negativo o positivo?, ¿triste o alegre? Nihilismo es pérdida de credibilidad en los valores vitales. La decadencia pulsional del cuerpo y los deseos, el declinar de las pasiones. Comenzó con el socratismo y se consolidó con el cristianismo. Su antónimo es la creencia en valores o divinidades más allá de lo humano, tracendentes. Hay nihilismo negativo y triste, hay nihilismo positivo y alegre. Es sinónimo del tecnicismo filosófico “muerte de dios”.
No refiere a Jesús, por cierto, que simplemente se plegó al nihilismo preexistente. Apunta más atrás en el tiempo, a Sócrates y la exclusión de lo sensible. La traición socrática fue desprestigiar la materia, la carne, lo real. ¿Su pedantería? Repudiar las potencias deseantes y el goce de los sentidos. ¿Su petulancia? Imaginar trasmundos abstractos solo accesibles después de la muerte.
Predicadores de vida necesitamos, no de muerte. ¿Quién osó tomar la esponja que borró nuestro horizonte significativo? ¡Qué temeridad pretender encarcelar el cuerpo real en un alma ideal! Desplegadores de fronteras requerimos, no bloqueadores de futuro. Se oyen ecos nietzscheanos: el desierto está creciendo, ¡desafortunado quien cosecha desiertos!
Los filósofos cínicos fueron descalificados por las fuerzas de seguridad metafísica. Los amos saben que nadie es más “manejable” que una persona con culpa y luchan contra los pensamientos libres y desculpabilizantes. Pueblan el cielo con fuerzas amenazantes y le niegan futuro a quienes señalan que el rey está desnudo. La filosofía “oficial” también borró del mapa a los sofistas. Gorgias, por ejemplo, consideraba que nada existe, si existiera no lo podríamos conocer, y si lo conociéramos no lo podríamos expresar. Este escepticismo radical es más honesto que el dogmatismo vigilante del creyente.
No toda sensación de no futuro paraliza. Se suelen reconocer tres tipos de nihilismo: el decadente, el integral y el futuro. Pero las circunstancias pandémicas están instalando uno nuevo: nihilismo póstumo o biotecnológico. Surgió con la pandemia interminable. El rock lo anunció y el devenir histórico lo concretó. Nuestros actos están digitados, / no hay futuro, / no hay futuro, / solo quiero mis derechos, / no hay futuro, no hay futuro, cantaban Los intocables, un grupo nacional de ska inclusivo surgido en los ochenta.
El primer nihilismo -el decadente- se entraña en la metafísica occidental embriagada de delirios teológicos. Postula realidades abstractas más allá de lo empírico: principios fundantes, pureza, desprecio de la piel, rechazo del goce. Parodias a cuya sombra debiéramos arrodillarnos. Pensamientos racionalistas y neopositivistas, cientificismo, religiones monoteístas.
El segundo nihilismo -el integral- derrumbó las supersticiones religiosas y sus terrores nocturnos. Los preclaros inventores de la ciencia moderna despreciaron vetustas supercherías. Pero la voluntad de verdad científica sustituyó los inventos sacramentales, sacrificiales y metafísicos por las no menos inventadas leyes de la naturaleza. Se creyó en una objetividad epistemológica válida por sí misma, en la superioridad del conocimiento académico y en el ateísmo. Los modernos no repararon en que esos valores también fueron inventados, en este caso, por la comunidad científica.
Sin remoción de los valores la esperanza continúa cuesta abajo. Reclamo perdida toda esperanza, / ¿a quién le puede importar? / Si es que todo ya está hecho / y no haces nada más. / Seguro querés gritar /seguro querés cambiar / Si no te apurás un poco / ya nada va a cambiar. El grupo argentino punk formado por mujeres -She devils- cantaba su desencanto de los noventa.
Pero cabe esperar una vuelta de tuerca productiva: el nihilismo futuro, ¿habrá llegado? Lo crucial es aceptar el sin sentido y concebir nuevas apreciaciones. Aunque, ¡ahora sí! sabiéndolas simulacros. Sin pretensión de verdad única ni universal. Perspectivismo. El nihilismo creativo asume la verdad como metáfora, inventa nuevos valores y acepta el amor fati, el amor a los hechos, la reafirmación de la existencia, la re-asignación de lo irreparable. ¿Esto es la vida? ¡Quiero más!
El punk de tachas relucientes llegaba, el hippy de flecos colgantes se iba. Nihilistas ambos, a su manera. Al mismo tiempo el pensamiento político filosófico se atrincheraba para enfrentar -o abrazar- sus propios demonios. El no futuro enfocado desde diferentes atalayas. Estremecimiento y desencanto ante la tecnociencia (Heidegger). Conmoción y jovialidad ante nuevos valores (Nietzsche). Pero no se especuló -a no ser desde la ficción- sobre un nihilismo biológico, como el actual, concebido por una pandemia de larga duración que lo trastocó todo. Amenaza y nuevo comienzo. Nihilismo póstumo por inédito. Apareció cuando nadie lo esperaba. Intempestivo. Hay analistas de contraculturas que consideran que el no future punk no es una amenaza sino una promesa. La de no seguir por rutina la heteronorma pequeñoburguesa, ya que simplemente posterga los conflictos. Se abrió una brecha: ¡atrévete a ser libre! Pues, mientras nos consolidamos económicamente, nos casamos y tenemos hijos, nos auto justificamos en la medianía. Si eso ya no es perspectiva hegemónica, se abren múltiples bifurcaciones. Nuevos senderos para seguir recorriendo, repensando y experimentando. El no futuro no necesariamente es barrera o cielorraso de cristal, para ninguna generación. Puede ser puente hacia un tiempo sin techo, como el que imagina Althusser cuando dice -al final de su vida-que el porvenir es largo.