Por EDUARDO J. VIOR
El analista internacional plantea que ante la mirada vigilante de los militares y los jueces, el Presidente respondió enérgicamente a la esperada marcha de los bolsonaristas sobre las sedes de los tres poderes.
Es temprano para sacar una conclusión sobre la asonada reaccionaria en la Plaza de los Tres Poderes de la capital brasileña, pero algunos datos permiten hacer inferencias y previsiones.
En primer lugar, hay que constatar que Lula dejó que el levantamiento se produjera, para poder intervenir la Seguridad del Distrito Federal y, quizás, del gobierno mismo de la capital. Así consolida su poder ante los militares, pero también aumenta la influencia del presidente del Supremo Tribunal Electoral (STE), Alexandre de Moraes, a quien toca ahora llevar el proceso por el alzamiento.
Mientras tanto, el Alto Mando militar mira impávido y hace cálculos...
Que los bolsonaristas acampados en Brasilia frente al Comando General del Ejército marcharían sobre la explanada que vincula a las sedes de los tres poderes del Estado era un secreto a voces.
A más tardar desde el 12 de diciembre, cuando se manifestaron masivamente contra el resultado del segundo turno electoral y contra la asunción de la Presidencia de la Unión por Lula da Silva, era previsible que volverían a hacerlo. No se sabía, empero, cuándo.
En los últimos días hubo sí señales en las redes, cuando el consultor argentino Fernando Cerimedo convocó a marchar sobre Brasilia. Todo ante el silencio de la Inteligencia Militar y del ministro de Defensa José Múcio Monteiro Filho.
En su decidido discurso en la tarde del domingo 8 desde Araraquara (Estado de São Paulo), a dónde había viajado prudentemente con el pretexto de constatar los daños producidos por recientes inundaciones, el mandatario señaló la responsabilidad de la Policía Militar (PM) del Distrito Federal, gobernado por el bolsonarista Ibanéis Rocha (aunque miembro del MDB que integra la coalición de gobierno), y anunció que se castigará a los financiadores del ataque, a quienes proveyeron la logística para los acampes y la movilización y a los miembros de las fuerzas de seguridad que actuaron con suma displicencia.
Sólo después de haber sido intervenidos desde el Ejecutivo federal y a tres horas de haber comenzado el motín, la PM del Distrito Federal acordonó los edificios y comenzó a encarcelar manifestantes.
Asimismo, el ministro de Defensa, representante fáctico del Alto Mando en el gobierno, debe entregar un informe verosímil sobre la falta de alerta por la Inteligencia Militar. Entre tanto, los líderes oficialistas en la Cámara de Diputados se proponen pedir la intervención federal del gobierno de la capital.
De la rapidez y profundidad de la respuesta gubernamental a la intentona depende que no se repita. Es uso de todas los golpes de estado en América Latina lanzar primero un globo de ensayo. Si la respuesta es débil, al poco tiempo viene el golpe en serio.
Lula lo sabe y buscará responder correspondientemente. Si lo logra, habrá ganado espacio para la restauración constitucional que ambiciona. No obstante, tiene un competidor amigable que también puede crecer en el castigo a los golpistas: Alexandre de Moraes. Ministro del Supremo Tribunal Federal (STF), la corte constitucional, a cargo de la Justicia Electoral.
Quieren condicionar al Presidente ofreciéndole su apoyo, dicen estas fuentes.
Lula zafó de la primera. De su inteligencia y energía depende que no haya segunda y que el precio a pagar a los aliados ocasionales no sea demasiado alto.