Por Pedro Brieger
Y un día Lula volvió. Después de 12 años fuera del poder, 580 días en la cárcel y cuatro años de Jair Bolsonaro, Lula volvió. Y completó un año de Gobierno con la sensación de que el cargo de presidente de Brasil es su traje a medida. Y así lo percibe el mundo.
Desde que asumió nuevamente el 1º de enero de 2023 Brasil recuperó el lugar de gran potencia. De la mano de Lula, atrás ha quedado la época de Bolsonaro, que parece tan lejana en el tiempo cuando casi nadie quería sacarse una foto con él. Por el contrario, en estos últimos doce meses Brasil volvió a tener la jerarquía para intervenir en Ucrania y Gaza, dos grandes conflictos internacionales. Lula mantuvo una postura consecuente. De la misma manera que condenó la invasión a Irak en 2003 ahora también condenó la invasión rusa a Ucrania y la de Israel a Gaza.
No le fue fácil este año pasado, si se recuerda el intento de toma del Congreso por parte de los seguidores de Bolsonaro el 8 de enero de 2023, a días de asumir la presidencia, las secuelas del covid-19 y el desmantelamiento de numerosos planes sociales.
Lula se enorgullece de haber bajado la inflación y el desempleo, aumentado salarios, y haber puesto en funcionamiento diversos planes para los más pobres. Entre ellos se destaca el impuesto a los superricos para construir viviendas. Según el Gobierno, la medida afectará a unas 2.500 personas, el 0,001% de la población, y podría financiar cerca de un tercio del programa «Mi casa Mi vida» –recuperado por Lula– con la idea de entregar más de dos millones de viviendas hasta 2026.
Si bien en 2003 Lula tampoco contaba con la mayoría en ambas Cámaras, entonces tuvo un margen de maniobra mayor que el que tiene ahora al haberse visto obligado a conformar una gran alianza para derrotar a Bolsonaro; pero Lula es Lula, y otra vez está en el centro del escenario.