Por Diego Sztulwark
La alianza entre Juntos por el Cambio y La libertad Avanza que gobierna la Argentina no tiene debilidad parlamentaria. Consiguieron avanzar en la sanción en el Senado de una ley cuyo rechazo hubiera hecho tambalear el liderazgo mismo -que consideran insustituible- de Javier Milei. Las negociaciones, la poda de artículos, las correcciones al texto, el papel de Villarroel, el blanqueo de capitales, la entrega de la riqueza nacional a la inversión extranjera, el delirio represivo, la reforma de la legislación laboral y la delegación de facultades extraordinarias a este ejecutivo en particular acabaron por consagrar los rasgos y lineamientos básicos del recargado neoextractivismo argentino. Un comunicado oficial anunció al anochecer que la protesta callejera era "terrorista", y un intento de "golpe de Estado". Veremos ahora el trámite en Diputados. Luego, apenas rija la ley, comenzará a elucidarse la realidad de la promesa de la lluvia de inversiones. Fiesta neoliberal y/o recesión insoportable. Sea como sea, lo que vimos anoche fue la autorización del Poder Legislativo al proyecto del Ejecutivo para desregular funciones esenciales del Estado en relación con la reproducción de la sociedad. En adelante la cosa será -cada vez más- sin mediaciones públicas.
El Estado se posiciona como el garante de la regulación privada de una economía abierta a grandes corporaciones internacionales. El Ejecutivo podrá soñar con que se ha desembarazado del cuerpo social, que ya no tiene mayores responsabilidades sobre la vida de la comunidad, que toda mediación es, en lo que sigue, propiamente mercantil. Que sólo le concierne la administración de lo que llaman las tareas "mínimas" del Estado. Que cada despido, cada cierre de fábricas, cada represión, cada desastre ecológico, cada destrucción de infraestructura pública, cada desplazamiento de comunidades, cada devaluación de ingresos será una mera correspondencia con los efectos del libre juego del intercambio privado. No es la primera vez que pasa. Ayer se lo recordó en el Senado. Pasó con la revolución Fusiladora y pasó con Videla y Martínez de Hoz. Pasó -aunque el simpático senador Mayans no lo recuerde bien- durante el gobierno de Carlos Saúl Menem y Domingo Felipe Cavallo, y durante la reciente presidencia de Macri. El lumpen-liberalismo colonial es una tendencia recurrente, sí. Pero también es recurrente la rica y poderosa contra historia de resistencias que dieron a este país la riqueza social de la que nos enorgullecemos. Anoche no hubo en el recinto un recuento de esas contra-narraciones. Nadie creyó relevante tomar nota de que este es el país de la las luchas anarquistas, de la resistencia peronista, de la CGT de los argentinos, del Cordobazo, de las coordinadoras obreras, de las Madres de Plaza de Mayo, de la CTA y de la Marcha Federal, de los movimientos piqueteros y lo feminismos. Y nadie creyó necesario recordar este reverso de la historia simplemente porque la política sucumbe en el sueño de su propia autonomía. Y porque ese recuento, que es parte de una tradición a actualizar, le pertenece por entero a la calle.