Por Luis Bruschtein
El 9 de enero de 1998, Laura Bonaparte, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, y Graciela Lois, de Familiares de Desaparecidos, presentaron un recurso de amparo que impidió la demolición de la ESMA como proponía el menemismo. Fue un hito importante en la política de Memoria, Verdad y Justicia, porque en la argumentación del amparo ya estaba la idea de preservar la memoria de las atrocidades cometidas por el terrorismo de Estado. Ese hito se coronó hoy cuando Naciones Unidas declaró Patrimonio de la Humanidad al Sitio de la Memoria en la ex ESMA.
La decisión de la UNESCO fue la culminación de un desarrollo que se sustentó en el prestigio internacional que ha ganado la lucha de los organismos argentinos de derechos humanos. No tuvo ninguna relación con la maniobra de los candidatos presidenciales de Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza, pero destrozó sus intentos de reivindicar a los genocidas.
Las declaraciones del grupo que rodea a Javier Milei y las del mismo candidato al reivindicar a la dictadura y poner en tela de juicio el valor de los derechos humanos, forman parte de una colosal batalla cultural que no llega en su total dimensión a una sociedad acosada por sus vicisitudes económicas. Una batalla en la que también intervino la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, que prometió revisar la situación judicial de los genocidas.
Aprovechándose del malestar por las dificultades de la economía, Milei y Bullrich trataron de aplastar las conquistas que lograron las luchas populares y los organismos de derechos humanos. Forzaron declaraciones mediáticas para desprestigiar a estas organizaciones, difamaron la lucha de las Abuelas y de las Madres y volvieron con la teoría de los dos demonios, a la que usan como justificación de las atrocidades de la dictadura. Victoria Villarruel calificó de “nefasta” a Estela Carlotto.
Con la ilusión de que el malestar económico los habilitaba para irrumpir con la defensa de los genocidas y un relato que reivindica a las dictaduras que asolaron el país, Milei, que ha sido colaborador del genocida Antonio Domingo Bussi, respaldó a su candidata a vice, hija y sobrina de oficiales involucrados en delitos de lesa humanidad. Para no quedarse atrás, Patricia Bullrich se reunió con lobbistas de este relato negacionista y les prometió una revisión de lo actuado en el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad cometidos por los genocidas.
Hubo muchas declaraciones de condena a este posicionamiento prodictadura de dos candidatos presidenciales. Pero más importantes fueron dos acontecimientos que se produjeron por el peso propio que han ganado los valores humanitarios en defensa de los derechos humanos en la mayoría de la sociedad y su proyección internacional.
En la consulta popular que realizó la Cámara Nacional Electoral, a través de su portal, para decidir el temario del debate entre los candidatos presidenciales, el 60 por ciento propuso como tema la vigencia de los derechos humanos en el país como condición de convivencia pacífica. No hubo campaña ni promoción, sino que fue la respuesta espontánea. Hasta ese momento, las políticas de derechos humanos no formaban parte del temario del debate.
Y en la mañana del martes, la 45° asamblea de la UNESCO declaró patrimonio de la humanidad el sitio de la Memoria de la ex ESMA, que funciona como testimonio de las aberraciones cometidas por los genocidas que defienden Milei y Bullrich. La proyección internacional de esta decisión que distingue la lucha de los argentinos por la memoria, la verdad y la justicia tapona cualquier intento por borrarla.
Ya Carlos Menem había ensayado el ocultamiento del terrorismo de Estado. La Armada abandonó la ESMA con la promesa de que la harían desaparecer y sólo quedarían escombros que podrían viabilizar un jugoso negocio inmobiliario. El menemismo avanzó con esa idea. Laura Bonaparte y Graciela Lois impidieron que pudieran destruir la ESMA cuando interpusieron un amparo. En la formulación de ese amparo ya estaba prevista la importancia de las políticas de memoria y se planteaba la creación de un museo como el del Holocausto. Esa proyección de futuro de las políticas de memoria, verdad y justicia fue reconocida con esta decisión de la UNESCO.
Los dos acontecimientos, uno de carácter local y el otro internacional, se dieron de manera natural, no fueron forzados por una campaña ni buscados como respuesta a los esfuerzos de los candidatos de derecha. Y en ese contexto, constituyen una demostración indiscutible de que las luchas y la visión de futuro de los organismos de derechos humanos forman parte del patrimonio democrático irrenunciable del pueblo argentino. No hay redención ni olvido para los genocidas.