Por Daniel Guiñazú
El golazo de tiro libre con que el que destapó el resultado ante Ecuador diluyó algunos comentarios que incluso durante el juego mismo, habían empezado a circular sobre la actualidad de Lionel Messi. En el medio de una noche en la que le costó superar la intensidad física de los ecuatorianos y se lo vio algo desajustado con la pelota, habían comenzado las especulaciones sobre hasta qué punto lo estaba afectando su llegada al Inter Miami y una competencia menos rigurosa como la MLS estadounidense. Pero su maestría en la pegada y la delicadeza de su zurda para poner su remate lejos del alcance del arquero Hernán Galíndez apagaron de inmediato todos los cuestionamientos.
Que Messi haya pedido el cambio sobre el cierre del encuentro y que en sus declaraciones posteriores haya admitido que no será la última vez que lo hará, revela que el desgaste de sus 36 años de edad y de sus 18 temporadas en la elite empieza a pasarle una factura inevitable. Es el primero en darse cuenta de hasta dónde le dan las piernas en este momento de su carrera. Y queda muy claro que está muy lejos de ser un jugador en el ocaso. Pero también es evidente que ya no tiene el arranque en velocidad, el pique y la salida de la gambeta con las que a partir de 2005 cautivó al planeta fútbol. De todos modos, su piso futbolístico es tan alto que puede compensar con pocas pero decisivas apariciones, toda aquella frescura que con el tiempo ha ido dejando sobre las canchas del mundo.
Tal vez en ese declive esté una de las razones por las cuales Messi decidió no seguir jugando en Europa y pasó a hacerlo en una liga menos demandante en lo físico como la MLS. El ritmo y la exigencia (y desde luego las presiones) de una Champions League podían dejarlo demasiado expuesto. Sobre todo en comparación con los jugadores más jóvenes. En los Estados Unidos, en cambio, su genio inagotable liberado en espacios más amplios y ante esquemas mas permisivos le puede extender la carrera todo el tiempo que él quiera estar dentro de un campo de juego. Sin la necesidad de correr todo el tiempo para poder tocar la pelota.
Acaso sean las ásperas Eliminatorias Sudamericanas, el único permitido futbolístico que el capitán de la Selección Argentina se conceda a si mismo en el tramo final de su incomparable carrera. De local y de visitante, tendrá que luchar contra rivales bravos, algunos muy jóvenes, otros muy expertos y todos, altamente motivados para llegar a la Copa del Mundo de 2026. Lo viene haciendo desde 2005 y ahora lo seguirá haciendo. Pero administrando sabiamente sus energías.
Por eso, desde ahora pedirá salir todas las veces que lo crea necesario y por estas horas, Scaloni evalúa si está o no para ser titular ante Bolivia en la altura de La Paz. Debemos admitirlo: aunque queremos que nunca se vaya de las canchas y que llegue al próximo Mundial, la verdad es que Messi se ha vuelto grande. Ya tiene 36 años y sigue desparramando asombros y alegrías. Pero a su cuerpo empieza a pesarle cada vez mas toda la gloria y el fútbol que lleva encima.