Por Paula Giménez y Matías Caciabue
El final de agosto y los primeros días de septiembre están siendo días decisivos en México. Las principales fuerzas políticas se encuentran en proceso de definir las candidaturas a la presidencia del país, de cara a la contienda electoral de 2024.
Hacia el interior de la alianza entre el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), el Partido Verde y el Partido del Trabajo (Alianza Juntos Haremos Historia), la coalición gobernante, iniciaron desde el lunes un proceso de encuestas para definir quién asumirá la candidatura y coordinación de los Comité de Defensa de la Transformación.
En el caso el Frente Amplio Va por México, una coalición de derecha entre PAN, PRI y PRD, el jueves se conoció el resultado de los sondeos de opinión, dado que desde la cúpula del PRI declinaron la candidatura de su exponente Beatriz Pérez, anticipando el cierre del proceso. Así se dió luz verde a la candidatura de Xóchitl Gálvez.
La legislación mexicana (Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales) permite a los partidos definir con qué metodología elegirán sus candidaturas y dispone que deben comunicar con anticipación al Instituto Nacional Electoral. De esta manera, el eje de la discusión en la arena pública se asienta en medir cuán participativo y democrático es el método que elige cada partido, para tomar dicha definición.
En junio pasado el Frente Amplio por México anunció que realizaría el proceso de manera abierta, involucrando a la ciudadanía en general. Estaba planificado que la preselección se realizará mediante varias instancias que comprenden la inscripción de aspirantes a la candidatura, la realización de un gran debate y un sondeo posterior, del que resultarían tres finalistas y luego foros regionales para el careo de dichos finalistas, nuevas consultas de opinión y una elección electrónica, planificada para el 3 de septiembre para complementar los resultados de esos sondeos.
Lo cierto es que este jueves, al conocer el resultado de las consultas en las que se medía la terna de candidatos, la cúpula del PRI reconoció el favoritismo del electorado por Xóchitl Gálvez y declinó la candidatura de su exponente, Beatriz Pérez, interrumpiendo la selección planificada.
El presidente, Manuel López Obrador, calificó como “una farsa” el proceso, que según su opinión, dirimió la candidatura entre cúpulas y élites, a partir de acuerdos previos.
Por su parte, el obradorismo definió también que la selección se realizaría de manera abierta mediante encuestas a la ciudadanía en general. El candidato será el que elija la gente mediante una encuesta entre Claudia Sheinbaum, ex jefa de Gobierno capitalino; Marcelo Ebrard, ex canciller; Adán Augusto López, ex secretario de Gobernación; Ricardo Monreal, jefe de Morena en el Senado (con licencia); Gerardo Fernández Noroña, del Partido del Trabajo, y Manuel Velasco, del Verde.
El próximo 6 de septiembre anunciarán los resultados, aunque al momento Claudia Sheinbaum es quien se perfila como favorita por encima del ex canciller, Marcelo Ebrad. Quien termine al frente de dicho proceso, recibirá, según anunció AMLO el bastón de conducción del Movimiento, en una ceremonia que planea realizar fuera de la casa de gobierno.
¿Quiénes son las principales candidatas?
Xochitl Galvez, es actualmente senadora por el derechista Partido Acción Nacional (PAN), un personaje que adquirió relevancia en la escena política de manera reciente, principalmente por haber acusado al presidente de hacer "uso ilegal" durante sus conferencias mañaneras de la información bancaria y fiscal de dos de las organizaciones de las que ella es dueña.
De raíces indígenas, origen humilde y ahora empresaria, Gálvez encarna el discurso meritocrático de quienes logran ascender socialmente a partir del esfuerzo personal.
Según Hugo Garciamarín, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en una entrevista para el Portal NODAL, Gálvez “no tiene una gran trayectoria política, pero se inserta en la escena en un momento en que puede llamar la atención de ciertos sectores y viene a revitalizar un partido tradicional, desgastado y que parecía no encontrar quien pueda hacer frente a la retórica de transformación y de no regresar al pasado que propone el lopezobradorismo. De acuerdo a las encuestas se acerca más a las clases medias pero también al perfil que converge en el lopezobradorismo”.
Del otro lado, quien se perfila como preferida en las encuestas de Morena es Claudia Sheinbaum, ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México, quien trae como antecedente haber conquistado uno de los distritos más grandes (con 9 millones de habitantes) y que, en el marco de la interna es acusada de contar con un apoyo casi explícito de la dirigencia del partido.
“Es un perfil que contrasta con el proyecto morenista. AMLO es un personaje de clase media baja de trayectoria opositora y de lucha popular y representación de “los de abajo". En contraste Sheinbaum, si bien procede de la izquierda, tiene un perfil más técnico, de trayectoria universitaria y más asimilada a las clases altas, que provoca, incluso en términos de apellido con quien será su opositora, Xochitl Galvez”, explica Garciamarín que asevera que para la alianza oficialista esto podría ser una oportunidad de acercamiento a sectores que en general no convergen con el lopezobradorismo.
¿Qué está en juego en 2024?
Desde 1946, la presidencia de México se repartió entre el PRI (Partido Revolucionario Institucional) y el PAN (Partido de Acción Nacional). El primero gobernó desde 1946 hasta el 2000 y desde el 2012 hasta el 2018, mientras que el segundo gobernó el período comprendido entre 2000 y 2012.
La irrupción de Andrés Manuel López Obrador como presidente electo por el Partido Morena (Movimiento Regeneración Nacional), marcó una ruptura en el equilibrio de poder construido por los partidos tradicionales dominantes. En este contexto, al no poder ser reelecto como presidente de México, la sucesión de AMLO dentro de Morena, quien según Bloomberg es el mandatario con mayor aceptación de los últimos 30 años, es un proceso de gran importancia así como también marcado por las dificultades propias de un partido que vino a romper con una lógica establecida y que por su juventud está construyendo los mecanismos de democracia interna para este tipo de decisiones.
A nivel nacional, las coaliciones que se enfrentan permiten vislumbrar un proceso de polarización que ha hecho, ni más ni menos, que el PRI, el PAN y el PRD hayan constituido un frente electoral.
El antecedente más próximo, de las elecciones realizadas en los Estados de México y Coahuila, dejó una gran victoria simbólica para el partido de AMLO que resultó victorioso en el EDOMEX, el Estado más grande del país y en el que gobernaba el PRI desde hace 90 años. Sin embargo, esta victoria tuvo como contrapeso una holgada derrota en Coahuila, con lo cual la magnitud total de votos dejó la impresión de un empate técnico, lo que refuerza la lectura de un escenario signado por la polarización.
Lo que está en juego entonces, es el retorno del México neoliberal con su narcoestado y con una proyección internacional de subordinación directa a los intereses de Estados Unidos, o la posibilidad de continuar la senda de la Cuarta Transformación que vino a reformar el Estado mexicano, reconstruir un tejido social desgastado y reformular un régimen político viciado.
En un balance realizado al cumplir 4 años de su mandato, AMLO destacaba que 30 millones de familias en el país (85%) reciben de manera directa una parte del presupuesto público; 1.264.931 millones de nuevos empleos se han creado en cuatro años, a pesar de la pandemia;10.500.000 millones de adultos mayores se benefician con una pensión de 3.850 pesos bimestrales; 1 billón 890 mil millones de pesos adicionales se han recaudado en cuatro años, al cobrar impuestos a grandes empresas y bancos que no pagaban. El mandatario sentenció que “lo fundamental no es cuantitativo, sino cualitativo; es decir, la distribución equitativa del ingreso y de la riqueza”.
A nivel regional, AMLO se ha constituido como una figura central en la articulación de un proyecto de integración sin Estados Unidos, en abierta oposición a la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua de la Organización de Estados Americanos (OEA). También asumió un rol determinante al conceder asilo político a Evo Morales, luego del golpe de estado en Bolivia, condenó firmemente el Golpe de Estado en Perú, y mantuvo un rol activo en las negociaciones entre el gobierno de Venezuela y la oposición, y los diálogos de Paz entre el gobierno colombiano y el ELN.
México, el país con el 2° mayor PBI de América Latina, con una de las más grandes industrias y el principal socio comercial de Estados Unidos en la región, constituye un factor de enorme peso a la hora de pensar una América Latina unida y con posibilidades de emancipación, o, al menos, de integración.
En este sentido, que las riendas de su destino las asuma un proyecto de continuidad transformadora, que contenga los intereses de los sectores populares y los actores sociales, y que mire a la región para fortalecer en conjunto un proyecto político propio, marca una gran diferencia. En la vereda opuesta, se encuentra un proyecto de restitución del Neoliberalismo, que por acción u omisión habilita la construcción del Narcoestado y la sumisión de México a los lineamientos económicos de los Estados Unidos, un país con sectores muy acostumbrados a interferir en la política del país al sur del Río Bravo.