Por Emir Sader
Desde Río de Janeiro
Se atribuye a Jorge Rafael Videla la frase: "No están vivos ni muertos, están desaparecidos". Fue de ahí que surgió esa expresión, que pasó a referir a miles de personas, víctimas de la dictadura argentina: desaparecidos.
Yo mismo he vivido personalmente esa expresión cuando mi compañera brasileña, Maria Regina Marcondes Pinto, en 10 de abril de 1976, fue secuestrada en la calle Pueyrredón y quedó incluida en la larga lista de desaparecidos durante la dictadura militar argentina. Yo me encontraba viajando, solo supe indirectamente de su desaparición y pude constatar posteriormente la inclusión de su nombre en el largo listado de los desaparecidos en Argentina.
Ella fue secuestrada junto con Edgardo Enríquez, hermano del principal dirigente del MIR chileno, Miquel Enríquez, organización a la que pertenecíamos los tres: Maria Regina, Edgardo e yo, entre otros.
Recién ahora recibí, con una mezcla de sentimientos encontrados, la decisión de la USP (Universidad de São Paulo), donde ella estudió y fui profesor, incluso de Maria Regina, mi alumna -donde nos hemos conocido-, de atribuirle un diploma póstumo.
Un reconocimiento que yo nunca había conocido y que me parece una distinción extraordinaria, que se atribuye a los que no han podido concluir su curso, víctimas de las dictaduras latinoamericanas.
Habrá una ceremonia en San Pablo, en la que yo compareceré, para recibir una placa y el diploma póstumo de Maria Regina Marcondes Pinto.
Parece una gran iniciativa que será extendida a otros exestudiantes de la USP y que podría ser incorporada en otras universidades brasileñas, argentinas y de otros países del continente, víctimas de la represión en el Cono Sur.
Viviré una nueva circunstancia en mi vida. Tengo vínculos de amor y de sangre con Argentina, uno de los países de mi corazón.