Por Antonio Arcuri
Se cumple casi medio siglo del fallecimiento del Juan Domingo Perón y su figura sigue siendo recordada y reivindicada por una enorme mayoría de argentinos, pero ¿por qué Perón?, ¿porque fue tres veces presidente de los argentinos gracias al voto popular?, ¿porque impulsó como nunca antes la producción nacional?, ¿porque con él los derechos sociales dejaron de ser una utopía?, ¿porque durante 18 años de obligado exilio siguió conduciendo la política del país?, o ¿por qué en sus últimos años de vida, despojado de enconos estériles, propuso un Modelo Argentino basado en la unidad nacional?.
Seguramente se lo reconoce por todo esto y por mucho más. No obstante, el creador del Justicialismo no ocupa un sitial de privilegio en la consideración de los argentinos simplemente por lo que hizo, que es mucho e imposible de describir en estas líneas.
Perón se ganó ese lugar porque supo interpretar en su época las frustraciones, las esperanzas y las expectativas de los que hasta entonces no tenían voz, de millones y millones de compatriotas que irrumpieron en la vida social, política y económica del país, expresando la conciencia histórica de la argentinidad.
Juan Domingo Perón se distinguió por encima del resto porque fue un líder popular, en la medida que el pueblo argentino lo eligió como tal. Fue mucho más que un militar, un político o un presidente; y nació con un destino: transformar la cultura política argentina y lo logró, al punto que después de él nada sería lo mismo en nuestro país.
Tan contundente fue su liderazgo que el Justicialismo, y las ideas que en él se resumen, sobrevivieron a la muerte de su creador, como no sucedió con otros movimientos políticos contemporáneos al Peronismo. El tiempo mostró que el Justicialismo sigue vivo y que el cuerpo doctrinario edificado por Perón cobra cada vez más significado a la vista de la evolución del mundo.
Partió el 1° de julio de 1974, a la edad de 78 años, siendo presidente de la Nación, como último tributo a la Patria de su profundo amor por esta tierra y su pueblo. El mejor homenaje que podemos hacerle es retomar el camino de su ideario, actualizado, adecuado a los desafíos de la época, pero respetando su esencia que nos propone la construcción de nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, aún pendiente de realización.