Por Jorge Alemán
Siendo un adolescente acompañaba a mi querido padre a "tertulias peronistas" en el café Águila. En una de ellas conocí al gran Arturo Jauretche, su afilado humor y su coraje inquebrantable. Pero también, había otros con sus propios fundamentos doctrinarios. Despues de todo, como es ya sabido, hubo y habrá distintos modos de amar a Perón.
En aquel entonces, antes de la tormenta setentista, escuché a distintos caballeros situar al peronismo en una clara corriente hispánica. Según los distintos gustos argumentales, la cosa se presentaba de este modo; para algunos el mal radicaba en la Revolución Francesa, la Ilustración, y finalmente la Modernidad en sus distintas variantes. Todos giros históricos colonialistas que tocaban la raíz de la identidad católica de los pueblos latinoamericanos. Siempre, en esta posición, se rechazaba la "leyenda negra de la conquista española" y no había un gusto especial por hablar mal de Franco. Al fin y al cabo, el grupo gorila de la revista Sur había estado del lado de la República española y solo Marechal, al que también conocí circunstancialmente, había en su día apoyado el bando Nacional. La otra confrontacion era con el mundo angloprotestante, la reforma de Lutero era la introducción del utilitarismo y la destrucción de la fe y la misericordia católica. En cualquier caso, ellos, desde sus distintas posiciones, veían en lo "hispano" la tradición pura que nos podía proteger del liberalismo. Aclaremos al pasar, que para estos teóricos peronistas, el liberalismo era más una deformación moral que un desarrollo interno del despliegue capitalista. Para ellos, la España franquista, por su declarada alianza en favor del capital y el trabajo (esencia del falangismo de Primo de Rivera) no era ni podía ser liberal. No habían tomado nota del abrazo de Franco con Eisenhower después del 60...
Obviamente, estos tertulianos estaban alejados de la sensibilidad política del pueblo peronista presente en los barrios y canchas de fútbol. Estos tertulianos, algunos verdaderamente cultos, parecían obstinados en dar forma y consistencia a una doctrina peronista que funcionara como una auténtica "visión del mundo", incluso en su sentido más totalizante.
Lo verdaderamente curioso es que en ningún texto de Perón se podía encontrar la más mínima huella de este peronismo volcado a una tradición hispánica antiliberal.
La Comunidad Organizada, texto leído por el General en la conclusión del encuentro filosófico del 49, leído frente a intelectuales europeos de primer orden, carecía de toda referencia a lo hispano y en todo caso, su propia fundamentación del "humanismo cristiano", Perón la construía a partir de autores europeos, sin ni siquiera citar a ningún autor español o argentino.
Lógicamente cuando llegué a Madrid en el 76, conocí de primera mano a las distintas corrientes defensoras del catolicismo nacional e hispánico.
Pero lo sorprendente, es que en la Argentina actual, existen apasionados defensores de esto que llamo aquí de un modo descriptivo "peronismo hispánico". Se autodefinen como antiprogresistas católicos y abogan por una especie de retorno a un fundamento original del peronismo. Exactamente lo contrario de la grandeza histórica del peronismo : ser un movimiento nacional y popular en permanente tensión con las transformaciones epocales y abierto a una dinámica de interpretación permanente sin estar atado a la custodia de ninguna esencia. Es lo que el propio Perón supo mostrar en sus distintas etapas históricas. Entonces ¿qué significa, si mí apreciacion es cierta, este retorno a un esencialismo doctrinario?