Por Mempo Giardinelli
La semana pasada, La Nación publicó una llamativa nota del presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario, en defensa del statu-quo en el río Paraná. Después, siguió una serie de notas tergiversantes, como era de esperar, en la misma línea que impulsó el desdichado ministro Mario Meoni y quien lo sucedió, Alexis Guerrera, quien ahora sostiene que es “un gran avance la participación de todos los gobiernos provinciales que tienen contacto con el río”. La Nación mezcló además a firmantes como Hugo Yasky y José Luis Gioja con el vicepresidente de la UIA Guillermo Moretti, el gremialista Juan Carlos Schmid y Juan Grabois, de la CTEP.
Para completar Biblia y Calefón, claro, faltó citar al secretario de Puertos y Vías Navegables del Ministerio de Transporte, Leonardo Cabrera Domínguez, que es el funcionario encargado de la nueva licitación para reprivatizar el Paraná al amparo del cuestionado Decreto 949/2020. Uruguayo nacionalizado argentino, estaría a cargo de la nueva licitación privatizadora de nuestro río, por donde circula el 80% de nuestro comercio exterior. "Cabrerita", como se lo llama afectuosamente en ámbitos empresariales, arribó hace años a Entre Ríos y se conchabó en Concepción del Uruguay en la multinacional Dreyfus; apoyó en su momento a la pastera Botnia y, en 2016, fue nombrado Presidente del Instituto Portuario Provincial entrerriano por el Gobernador Bordet.
Algunas notas periodísticas sostienen que tendría dos números de DNI, uno de residente extranjero y otro de nacionalidad argentina, pero lo más grave es su consistente trabajo en favor de corporaciones y en especial antiambientales. Participó de la venta de Dreyfus Argentina a la pastera chilena Celulosa Arauco; militó contra los defensores del río Uruguay; fue parte del proyecto de dragado de ese río a pedido de las pasteras, y, según se dice, es amigo del incalificable Secretario General de la OEA, Luis Almagro, y también del terrateniente entrerriano Luis Etchevehere.
A la par, las últimas dos semanas y como ya adelantó esta columna, los casi ex concesionarios señores de Null, padre e hijo, parecen dedicados a invitar a periodistas a comidas lujosas, además de pagar fortunas en publicidad.
En ese contexto el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero anunció que sería decisión del Presidente reconcesionar el río, pero en forma, dijo, "controlada". Confirmó que la Argentina llamaría a licitación internacional con el fin de reprivatizar el dragado y balizamiento del Paraná. Y no fue específico sobre el cobro de peajes pero sí dijo que el rol del Estado será de mero “control”. Lo que no puede entenderse sino como una reprivatización, similar a la que dispuso Menem en 1995 y que tanta fortuna le dio a Jan de Null y su socia local Emepa, como tantas pérdidas millonarias ocasionó a nuestro país.
Claro que no sólo es cuestión de "controlar" que los privados hagan las cosas bien, lo que es dudoso por historia de tomos gruesos. En realidad, de lo que se trataría es de lograr el único objetivo lógico, coherente y noble: reafirmar la soberanía argentina sobre el Paraná, que esta columna viene señalando que equivale a reafirmar la soberanía sobre las Malvinas.
Por eso en estos días miles de firmas reclaman no concesionar otra vez el río, y en cambio se exige su renacionalización para que el Estado se haga cargo de todos los controles, dragados, puertos, fiscalizaciones y peajes, y para que nunca más este río ni ningún otro sea "concesionado". El petitorio exige la derogación inmediata y absoluta del mencionado Decreto y no sólo para que el Paraná vuelva a ser nuestro, y administrado y controlado por argentinos, sino para que el dragado, balizamiento y cuidado del río se hagan respetando el medio ambiente. Se pide también que todos los puertos vuelvan a ser argentinos; que se recuperen la Industria Naviera y las flotas que fueron orgullo nacional; que se pesen todas las cargas, y todos los barcos sean rigurosamente fiscalizados y paguen impuestos. Al cierre de esta nota se sabe que hay más de 20.000 firmas y siguen a razón de dos por minuto.
Esto pareciera indicar la consolidación de una voluntad popular sólo explicable en el hecho de que ya es inaguantable que uno de los países más ricos del mundo, que produce la cantidad y calidad de alimentos como la Argentina, más allá de la peste tenga a su pueblo cada vez más pobre y con niveles de hambre inadmisibles. Ningún país que se autoestime entrega sus bienes naturales para semejante crimen.
Lo evidente es que la pedagogía política que viene implicando esta campaña que nadie esperaba, y menos los que pretendían hacer las cosas de noche y en las sombras, y planeaban la ominosa reprivatización del río Paraná, que ellos llaman "concesión" como cobertura verbal, se encontraron de pronto con que el pueblo argentino, el pueblo jodido, el que no come todos los días pero tiene memoria de mejores tiempos, y que últimamente encuentra pocas diferencias entre el malandraje macrista y ciertas decisiones y vacilaciones inauditas del gobierno nacional y popular, ese pueblo está empezando a cabrearse y la política debiera notificarse de ello y pasar de frivolidades y obsesiones para atender lo que hay que atender. Sobre todo porque de lo contrario los votos se van a ir para el lado de los tomates, pero no los rojos sino los amarillos, que ya fueron indigestos.
Esta es la cuestión central, y es política. Lo económico también pesa y ahí están los que saben explicarlo, en este diario y en otros medios de veras libres. Pero sobre todo es asunto político porque el Paraná nos interpela y nos compromete como un perro herido. Y el Paraná está herido y no es metáfora: ha sido abusado, descuidado, hiperdragado y sus costas y fondos están alterados y encima canallas multinacionales y cipayos quieren seguir aunque estamos en plena mayor bajante histórica.
Y además de ademases, como se dice en México, por un fallo de elevación la Corte Suprema deberá ocuparse ahora de la contaminación y sepa usted qué saben de ambientalismo esos graves señores. Y también por eso es inexplicable que el Gobierno, nuestro Gobierno, parezca empeñado en ignorar la razonabilidad de la demanda popular creciente --que a este paso será marea incontenible-- y en cambio desperdicie tiempo y oídos atendiendo a lobbistas, susurradores de basura y personajas eventualmente desencajadas como la Sra. Canosa o la hija de Menem.
Claro que es bueno decir también que ya están apareciendo propuestas de juristas prestigiosos en el sentido de corregir una de las taras más graves del sistema legal argentino, que "no prevé sanciones penales, económicas ni morales por los actos que menoscaben la independencia, la soberanía y la autodeterminación, ya sea por parte de funcionarios públicos, de empresarios o de otras personas jurídicas o individuales".
Por eso el río Paraná fue, y puede volver a ser, una rebatiña gratuita que no castiga ni castigará malas y pésimas decisiones y gestiones. De ahí que el problema de fondo se agrava además porque la Constitución de 1994, en su artículo 124, les otorgó a las provincias autonomía para administrar los recursos naturales. Falso federalismo que viene alentando el desastre ambiental de la Argentina. Por eso algunos, muchos; bregamos desde hace dos décadas, o más, por una nueva Constitución Nacional surgida de las bases mismas de la Nación, que son sus habitantes, trabajadores, gente decente y buena que está harta, justificadamente harta, de versos y mentiras.