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Opinión del Lector

Riquelme, el campeón del mate y los asados

Daniel Guiñazú

Por Daniel Guiñazú

"Si en todos los clubes, los jugadores comen frutos secos, acá en Boca comemos asado", dijo Juan Román Riquelme en uno de los reportajes concesivos que dio hace poco a un canal de deportes. Fue su particular manera de expresar que él tiene su propia manera de ver y hacer las cosas. Y que no comulga con la tecnología aplicada a los entrenamientos y a los partidos ni con la presencia de nutricionistas y psicólogos alrededor de los planteles. Para Riquelme, el fútbol es muy sencillo. Y nada mejor que una mesa bien servida y bien regada, en la Bombonera o en el complejo de Ezeiza, para mirarles la cara a los jugadores, semblantearlos, bajarles un mensaje ganador o arreglar los problemas que hubiere. Todo lo demás, le resulta una sofisticación innecesaria.

Con esas ideas, que acaso remitan a los viejos códigos del fútbol, Boca ha vuelto a ser un equipo hegemónico: desde que Riquelme asumió la vicepresidencia el 20 de diciembre de 2019 y se rodeó de viejas glorias boquenses como Jorge Bermúdez, Raúl Cascini, Marcelo Delgado y Mauricio Serna para armar el Consejo de Fútbol, el club ganó la Superliga 2019/20, la Copa Diego Maradona 2020, la Copa Argentina el año pasado, y en lo que va de 2022, la Copa de la Liga y el flamante Campeonato de la Liga Profesional. Cinco títulos de los últimos siete que se jugaron y que pueden ser dos más si en los próximos quince días, Boca también alza la Copa Argentina y el Trofeo de Campeones.

Pero la acumulación de los éxitos boquenses no se termina en los éxitos de la Primera División: la reserva volvió a consagrarse el viernes pasado por segundo año consecutivo, el equipo femenino ya está en las semifinales de la Copa Libertadores que se está jugando en Ecuador y los muchachos del futsal se adjudicaron la Copa de Oro en Mar del Plata. Es el proyecto de Riquelme en estado de máxima pureza: que Boca sea básicamente un club de fútbol y que gane todo lo que haya que ganar.

Y es Riquelme el gran triunfador y el máximo responsable de estos éxitos porque nada se hace por detrás de él o sin su inspiración o aprobación: los técnicos de primera (antes Miguel Angel Russo y Sebastián Battaglia, ahora Hugo Ibarra) deben limitarse a seguir sus lineamientos. Sus deseos son órdenes. Y, según su mirada, los entrenadores de las divisiones inferiores, además de su tarea específica, tienen que transmitirle a los y las más jóvenes, la mística xeneize, lo que implica calzarse la camiseta azul y oro y la historia que hay detrás de esos colores.

Desde este mismo espacio, alguna vez se sostuvo que Riquelme sólo cree en sí mismo. Y que a la hora de tomar decisiones como dirigente, confía nada más que en su mirada, sus percepciones, en su olfato de crack e ídolo mayor de los boquenses. Y en ninguna otra cosa más. Los resultados, por ahora demuestran que tan equivocado no está. Pero por fuera de los mates y las parrillas calientes, hay otro mérito en Román, tal vez el más importante de todos: entiende como muy pocos, la esencia del fútbol y el sentimiento xeneize. Con eso le resulta suficiente para seguir saliendo campeón.

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