Por Juan Martín Paleo
Su memoria nos llama a reflexionar sobre las FF.AA como Institución fundamental del Estado para garantizar su soberanía e independencia.
Hoy 17 de agosto se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del padre de la Patria, General José Francisco de San Martín, cuya memoria nos llama a reflexionar sobre las FF.AA como Institución fundamental del Estado para garantizar su soberanía e independencia. Una de las virtudes fundamentales del máximo prócer nacional fue su pragmatismo, orientado siempre por el logro de su objetivo supremo que fue garantizar la Independencia de nuestra Patria.
Cómo comprender si no es a través del pragmatismo el hecho de que un criollo hijo de un Militar español, que se formó en las carrera de las armas en España, que combatió en defensa de la corona española contra el ejército napoleónico (que representaba las ideas libertarias de la revolución francesa), terminaría en el Río de la Plata luchando por la independencia de la corona española, abrazando los ideales de la revolución francesa, adoptando la estrategia británica de aproximación indirecta.
Además, formó la herramienta militar mas perfecta para la época que fue el Regimiento de Granaderos a Caballo, adoptando las tácticas mas importantes de la época que eran las de la Caballería francesa (pese a ser Infante de formación) y contradiciendo a todo lo hecho hasta el momento que consistía en continuar insistiendo con las expediciones al Alto Perú que finalizaban sistemáticamente en fracasos. Pragmatismo en su máxima expresión, iluminado siempre por un supremo interés nacional.
El objetivo de este artículo es abordar desde el punto de vista de la Estrategia Militar y a la luz de las enseñanzas del Libertador algunos aspectos que deben ser tenidos en cuenta por quienes tenemos las máximas responsabilidades en este nivel de conducción.
Pronto a finalizar el ciclo de planeamiento que establece nuestra doctrina y que nos permitirá disponer de planes que orienten el esfuerzo de adiestramiento y equipamiento del instrumento militar (planes de campaña y diseño de fuerzas) se impone la urgente necesidad de adquirir los sistemas de armas principales (cazas multirol, submarinos, vehículos de combate de transporte de personal, entre otros), sin los cuáles las FF.AA no están en condición de cumplir su función.
Las noticias sobre los oferentes y posibles adquisiciones de sistemas de armas han generado un debate en los medios, académicos y cuadros técnicos sobre la conveniencia de un sistema u otro. En consecuencia es necesario adoptar una estrategia pragmática, desideologizada que responda a nuestro interés nacional y sobre todo que evite confusiones conceptuales que perjudiquen seriamente nuestra autonomía.
Occidente y la idea encubierta de alineamiento dependiente
Es significativo que en las encuestas que realiza el Teaching and Research & International Policy se señala como uno de los debates más inútiles de la teoría de las relaciones internacionales el concepto del politólogo Huntington sobre el choque de civilizaciones. Pese a ello, resulta curioso que justamente ese tipo de marco referencial sea el que usan algunos especialistas que hacen lobby para la adquisición de sistemas de armas basados en la condición de occidental de los países proveedores como una condición fundamental.
Este tipo de análisis parte de una concepción de que si los Estados que comparten una cierta tradición histórica común, un sistema político y económico parecidos automáticamente pasan a estar alineados en cuanto a sus intereses. El problema de esta idea es que choca sistemáticamente con la realidad histórica.
San Martín por ejemplo, buscó el apoyo en el Reino Unido para realizar la campaña libertadora contra España, pero no dudó un segundo en ofrecer sus servicios militares al gobierno de Rosas para combatir el bloqueo de la flota Anglo-francesa a mediados del siglo XIX.
Esos países eran occidentales como Argentina, pero tuvimos que combatir contra ellos, dado que nuestros intereses eran contrapuestos y aliarnos en forma pragmática con dichas potencias de acuerdo a como evolucionaba la rivalidad de las mismas en Europa. Ya en el siglo XX, las dos guerras mundiales más destructivas de la historia de la humanidad tuvieron como epicentro la cuna de lo que llamamos Occidente, es decir, Europa. Los estados beligerantes europeos resultaron ser tan occidentales entre sí como contrapuestos fueron sus intereses.
Algo similar ocurrió con Galtieri en 1982 de creer que porque Argentina y los EEUU eran occidentales y desde su perspectiva combatían al comunismo en forma conjunta, dicha potencia nos iba apoyar en la guerra contra el Reino Unido. Una vez más prevalecieron los intereses por sobre la ideología y además de inteligencia, los EE.UU. le brindaron la última generación de misiles aire-aire Sidewinder al Reino Unido.
Espacio publicitarioEnd of break ads in 30s
El resultado fue que la caza interceptora argentina quedó totalmente inutilizada y los cazabombarderos de nuestro país quedaron a merced de las patrullas de Sea Harrier. Los más de 40 pilotos caídos en el conflicto por la defensa de las Malvinas, incluyendo los que participaron en acciones de gran valor como el realizado contra el portaviones Invencible, fueron derribados por misiles fabricados por países occidentales. Paradójicamente, también resultó de origen occidental el sistema más letal del que dispusieron nuestras Fuerzas (el misil Exocet) y la mayoría de nuestros sistemas de armas.
Una vez demostrada la incongruencia de alinear automáticamente la pertenencia de una “civilización” o “cultura” con los intereses de los Estados (los motivos reales por los cuáles se rige la conducta de los mismos) queda desentrañar qué hay detrás de esta idea “occidentalista”.
En definitiva, lo que existe es una resignación a no tener un país soberano con una política exterior pragmática que responda al interés nacional. Esta visión que más que un realismo periférico es un alineamiento dependiente posee un error fundamental. Visualiza las relaciones de poder como estáticas y no como dinámicas. No se pregunta cómo se hace para dejar de ser periférico sino cuál es la mejor forma de ser periférico.
Lo que se genera entonces es un “sendero dependiente” que condena al país al subdesarrollo y a la vulnerabilidad constante de depender de la buena voluntad del Hegemón o bloque al cuál por motivos ideológicos habría que supuestamente alinearse. En el caso de la Argentina el problema que tenemos es que una potencia de Occidente, el Reino Unido, que tiene parte de nuestro territorio usurpado y militarizado desde 1833 y que nos bloquea sistemáticamente la adquisición de equipamiento militar en muchos países occidentales.
Lo que en principio se postula por tener “compromisos selectivos” puntuales con el hegemón, en el largo plazo terminan siendo alineamientos totales que atentan contra el interés nacional. Pruebas al canto: desmantelamiento del proyecto Cóndor, Fabricaciones Militares, FAdeA, incorporación de sistemas de armas incompletos, etc.
Como bien afirma Roberto Russell, las sobreactuaciones en política exterior producto de motivos ideológicos terminan siendo nocivos para el desarrollo de nuestro país. Países del tercer mundo como Brasil, Turquía y la India (con sus aciertos y desaciertos) pudieron desarrollar capacidades militares propias y minimizar la dependencia de terceros gracias a una política de Estado que, respondiendo a sus intereses, supo sostenerse pese a las presiones de otros Estados.
La ideologización de la gran estrategia lleva al concepto errado de ver todo blanco o negro. La estrategia, justamente es el arte de encontrar opciones cuando parece que no las hay. Así, la India por ejemplo desarrolló su industria de defensa/sistemas de armas combinado tanto tecnología de la OTAN como de Rusia. Turquía también desarrolló su industria de defensa/sistemas de armas integrando los de origen OTAN como Rusos, Israel desarrolla tecnología de punta y comercializa con gran autonomía. En la región Perú adquirió sistemas de armas rusos y eso no le impidió mantener una agenda de cooperación con los EE.UU.
No ser más papistas que el Papa
A menudo los analistas tienden a buscar en el pasado analogías con el presente. Es entonces frecuente encontrar errores de comparación motivados por sesgos ideológicos y pereza intelectual. La idea de que estamos asistiendo a una nueva Guerra Fría a menudo agitada por mentes poco realistas y más bien periféricas resulta bastante cuestionada desde las propias usinas de pensamiento de los EE.UU.
A la mirada de observadores calificados no parece probable la reedición de un fenómeno de partición del mundo en dos grandes bloques que exigiría ineludiblemente el realineamiento de las distintas naciones en función de dos polos rivales. En primer lugar, hoy es imposible negar la existencia de dos gravísimos problemas mundiales como el calentamiento global y las frecuentes pandemias, que exigen una profunda cooperación global, en materia de reconversión energética, orientación del desarrollo económico, políticas sanitarias, etc.
En segundo lugar, la política de desglobalización enfrenta restricciones por el alto grado de integración económica ya alcanzado entre los países desarrollados de Occidente y China, que no es pausible de ser desarmado de modo sustantivo.
Al respecto, como muestra de esta visión más objetiva, cabe señalar en el plano académico, opiniones volcadas por distintos analistas en la prestigiosa revista especializada estadounidense Foreign Affairs. Uno de ellos, Mark Leonard explicita tres razones por las que a su juicio no es esperable la conformación de dos grandes bloques de países que dividan el planeta.
En primer término, a diferencia de la postguerra, el peso de los bloques en la economía mundial no es el mismo. Estima que en 1950 las economías sumadas de los EEUU, los países de la OTAN más Japón, Australia, Rusia, los países de la “Cortina” y China, representaban un porcentaje considerablemente superior en el PBI mundial, al que representan en la actualidad.
En segundo término las diferencias entre los actuales polos de confrontación, tienen a su juicio un componente ideológico relativamente débil, y se concentra más bien en asuntos relativos a políticas industriales, tecnológicas y comerciales (nota: sobre el particular el autor no menciona la guerra de Ucrania, pero este asunto no involucra a China). La formación de amplias coaliciones de países requeriría, según afirma, una profunda diferenciación ideológica que no se aprecia por cuanto se trata de economías de base capitalista que se distinguen, eso sí, por el carácter de sus regímenes de gobierno.
En tercer lugar destaca la interdependencia económica entre los EEUU, la UE y China. El comercio entre las dos principales naciones representa actualmente el 16 % de su comercio exterior. Particularmente en determinados sectores de la economía estadounidense la interdependencia es profunda.
Hemos leído en la prensa que Jensen Huang presidente de Nvidia principal fabricante de chips declaró ante el Congreso de los EEUU que todo intento de imponer más controles a la fabricación de esos semiconductores de alta tecnología la inhabilita para vender en su principal mercado internacional que es el del país oriental. A la vez las restricciones a las importaciones de ese país repercutieron en una suba de la inflación. Estas líneas no suponen juzgar las decisiones adoptadas por un país soberano sino resaltar las restricciones objetivas para una profundización de la tendencia de desacople. En el caso europeo, la economía de la UE en opinión generalizada de los economistas, no soportaría una brusca interrupción del comercio con dicho país.
La idea de ver bloques cerrados anula la posibilidad de encontrar otros modos de acción dentro de nuestra gran estrategia que como bien señala el académico Juan Gabriel Toklatián deben procurar maximizar nuestro margen de autonomía.
Es obvio que va haber un gran interés de cada potencia en procurar que veamos que en ese conflicto se está con un bando u otro. Un pragmatismo sano y de sentido común debe ver esto como una capacidad negociadora de Argentina en dónde hay más de un modo de acción posible. Sobre todo, hay que tener en cuenta que las capacidades que adquiriría la Argentina son meramente defensivas que no ponen en riesgo la seguridad de las grandes potencias. El riesgo de la sobreactuación o de ser más papistas que el Papa es el de adquirir sistemas que profundicen nuestra dependencia o sencillamente, que no resulten eficaces.
Los sistemas de armas son los medios fundamentales que hacen a las FF.AA, valga la redundancia, ser Fuerzas Armadas. Sin los mismos todo plan, todo diseño de fuerzas, toda nueva doctrina, la disuasión no son más que papeles sin sustento.
La Argentina es una potencia intermedia con escasos recursos por lo que no tiene la posibilidad de comprar sistemas de armas de transición. Los buques, submarinos, helicópteros, blindados, cazas que se adquieran deben pensarse como los medios que utilizará por un plazo de 25-30 años. Cualquier otro argumento al respecto choca contra la realidad macroeconómica de nuestro país. Es por ello que se tiene que analizar bien qué sistemas de armas se adquieren con el armamento necesario, el correspondiente soporte logístico y la transferencia de tecnología que le garantice la posibilidad de desarrollos propios y la autonomía requerida.
Existe al respecto la idea de que si se decidiera ir por sistemas de armas “no occidentales” correríamos el riesgo de que se suspendieran la provisión de repuestos para los otros sistemas en servicio. No se puede solucionar un problema de dependencia con más dependencia. Ese argumento es una trampa que lleva un círculo vicioso del cuál no se sale nunca. Más aún, cuando ya existe un problema logístico real en todos los sistemas de armas de países de occidente que tienen componentes británicos.
Conclusiones
Si bien la decisión final por sus implicancias a nivel geopolítico relacionada con la adquisición de los principales sistemas de armas es del máximo nivel de la conducción política, es fundamental tener en cuenta la opinión fundada de los Jefes de Estados Mayores Generales, responsables según el marco legal vigente del alistamiento, adiestramiento y sostenimiento de sus Fuerzas respectivas, para poner a disposición del Comando Operacional los medios necesarios para satisfacer las necesidades que se desprenden del Planeamiento Militar Conjunto.
Nuestra estrategia militar debe basarse en el principio de Equilibrio y no en el de Equidistancia. Este último, a diferencia del primero, implica una visión naif y patriotera de creer que podemos mantenernos alejados de la influencia de las grandes potencias evitando relacionarnos con las mismas en un mundo cada vez más interconectado. Por el contrario, debemos mantener una relación de equilibrio con todos los actores principales de la esfera internacional, buscando reducir la dependencia por disponer de opciones diferentes y buscando desarrollar nuestra propia industria de defensa.
A 173 años del fallecimiento de nuestro héroe máximo, el mejor homenaje que podemos hacerle quienes ejercemos la profesión de la armas es pensar la Estrategia Militar en términos de su pragmatismo e iluminarnos para ello en una de sus principales enseñanzas: ¨Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla¨
*Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas