Por Jairo Straccia
El efecto de las últimas medidas en los precios, la presión del FMI y la desazón oficial. Luciano Laspina, el cerebro económico de Patricia Bullrich frente a las declaraciones de la precandidata sobre blindaje y reservas del BCRA.
En los últimos diez días, la idea de una suave desaceleración de la inflación empezó a quedar en el olvido. Tras el 6% de junio, en la medición de alta frecuencia que hacen en el Banco Central la semana pasada ya estaban en un 6,5% para julio. Pero este martes lo actualizaron al 6,8%. Y la medición en el arranque de agosto ya empieza a mostrar un ritmo de aumentos del 7,5%.
Entre los principales aumentos, además del despertar de la carne y las verduras, también se disparan los huevos. Como quien no quiere la cosa, el maple toca los $1.500 o más. En el Conurbano, el Índice Barrial de Precios del Instituto Isepci anota un alza del 166,7% en los últimos 12 meses, tras saltar otro 6,67% en julio.
El recalentamiento del costo de vida coincidió con la aplicación de los impuestos al dólar para importar servicios, fletes y otros bienes, una forma de devaluar de manera segmentada que se hizo para cumplir con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que encima no larga un dólar al menos hasta fines de agosto porque quiere ver qué pasa en las elecciones primarias.
A las primeras horas posteriores al acuerdo tan anunciado -que derivó en nuevo endeudamiento para cubrir los vencimientos dado que no hay desembolsos por ahora- también le siguieron frenos de hecho de la importación, con cambios en lo que el Estado considera que puede importar cada empresa según la Capacidad Económica Financiera, una fórmula de la Coca-Cola que nadie sabe cómo se calcula.
No es muy complicado entonces ver ahí también el origen de las últimas presiones sobre el blue, que llegó a tocar los $ 560 y que si bien es un mercado chico, ilegal y que estaba atrasado, ya saltó 70 pesos en algo más de un mes e impacta en las expectativas de devaluación y por ende en remarcaciones de cobertura más conocidas que Bizarrap.
En el equipo económico no son pocos los que se lamentan y se agarran de los pelos por los excesivos costos que impuso negociar con el Fondo frente a los escasos beneficios que dejó el cierre del viernes. Se agarran de los pelos. Se muerden la lengua. "Un poco es para pegarse un tiro", explica un allegado a las discusiones. Mejor no preguntarle dónde.
Es cierto que los voceros económicos que están siendo elegidos para salir a defender la gestión de Sergio Massa, todavía ministro de Economía y candidato a la vez, van a subrayar que el FMI quería una "megadevaluación" y que eso derivaría "en un Rodrigazo". Pero también entienden que poder instalar las ventajas de evitar un contrafáctico es poco tangible si la comida igual se vuelve cada vez más cara cada día que pasa antes de ir a votar. Por eso, recordar: se disparan los huevos en silencio.
Es loco, pero el mayor logro de la gestión de Massa con el FMI no aparece en lo que se conoce del trato, donde se mantiene la misma pauta fiscal pese al golpe de la sequía en la recaudación y en el que te dicen "sí, sí, intervení en los dólares paralelos" pero no te largan nada para hacerlo. El principal mérito de Massa es haber encontrado la alquimia entre resignación, miedo y cálculo que hace que hoy todo el kirchnerismo más duro esté encolumnado detrás suyo aún cuando el resultado de la negociación se parezca mucho a lo que conseguía Martín Guzmán cuando estaba en su sillón.
Habiendo protagonizado todas las críticas al entonces ministro, el diputado Máximo Kirchner es otro que si se entera que están tomando nuevos préstamos para pagarle al Fondo mientras se aceptó licuar salarios estatales y subir tarifas y tasas y seguir con la suba cotidiana del dólar y no te reembolsan la guita que pagaste, seguro que se querría pegar un tiro en los genitales, por citar la metáfora que se va extendiendo.
Desenredar a Patricia
En el club de los que se quieren morir, del otro lado de la grieta se podría anotar a un exponente como Luciano Laspina, el jefe del equipo económico de Patricia Bullrich, que a medida que las encuestas la ceban, tira más y más definiciones vinculadas con la economía, con una novedad: a sus hits de la confusión y los pifies, le está empezando a agregar cierta racionalidad como la de quien se empieza a imaginar en la Casa Rosada. Teorema de Baglini vibes.
Laspina escribió el libro "Desenredar la Argentina", unas 500 páginas con diagnósticos e ideas sobre qué hacer con el país desde la óptica de un planteo de giro radical. En el mercado lo llaman "Desenredar a Patricia", dado que luego de cada fruta que tira Bullrich sobre la economía se acude a ver qué es lo que en realidad piensan sus técnicos en el tema.
Por caso, sobre la idea de "blindar las reservas" para salir del cepo lo antes posible en el texto no hay ninguna referencia concreta, aunque sí una definición que tal vez explique el mambo de la precandidata con el tema: "El cepo cambiario es la trampa mortal del populismo", escribe Laspina, que añade: "No solo es el instrumento de represión financiera que utilizan este tipo de gobiernos para intentar perpetuar un modelo estatista e inflacionario, también opera como una bomba de tiempo que suelen dejarle a sus sucesores".
Y como si fuera poco, después añade: "El cepo cambiario termina siendo un fenomenal mecanismo de corrupción que a su paso deja una innumerable cantidad de nuevos e ignotos millonarios con acceso a la botonera de autorización para las nuevas importaciones". Un montón. Pero no se habla de ningún blindaje.
"El acuerdo con el FMI es una obviedad, no hacía falta mencionarlo", explicaron cerca de Laspina. Emmanuel Álvarez Agis, de PxQ, subrayó que cualquier respaldo será bienvenido si es para aplicar un plan de estabilización, se llame como se llame.
Luego, Bullrich se viralizó otra vez esta semana por su planteo de ir con una cámara de TV a mostrar que no hay reservas en el BCRA, cuando aún si las hubiera no sería posible mostrarlas como si fueran un paquete de yerba.
Se trata de una declaración que Laspina defendió en Twitter cuestionando la "curiosa literalidad" que está circulando en la campaña para pegarle a su jefa. Pero en esa entrevista periodística la precandidata del coraje dio dos señales de que pareciera haber algo entre el todo y el nada de su eslogan.
Aseguró que no tiene planeado echar empleados públicos sino que van a congelar los ingresos (cosa que ya anunció, aunque no cumple, Massa) y hasta soltó un elogio para Aerolíneas Argentinas, hoy manejada por La Cámpora. "Algo están haciendo porque achicaron el déficit y mejoraron la cantidad de personal por avión", aseguró que les dará a todas las empresas un tiempo para que muestren que pueden funcionar en equilibrio.