Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Recibí las notificaciones

DESBLOQUEAR NOTIFICACIONES

Siga estos pasos para desbloquear

Opinión del Lector

Tana linda

Luis Bruschtein

Por Luis Bruschtein

La recordaré siempre cantando Bella Ciao. Tana linda. La recordaré siempre mujer luchadora, la recordaré hija de albañil, la recordaré sonrisa y fortaleza. “Comendatrice” decía con una sonrisa entreverada con orgullo y picardía. Era su título adornado de nobleza que le había otorgado el gobierno de Italia. Orgullo, pero de otra clase de orgullo, un aura que le resplandecía el cuerpo cuando mostraba el tesoro que había perdido, las fotografías de sus hijos. “No es que nosotras seamos las grandes madres, es que somos las madres de grandes hijos”.

A la Tana le gustaba bailar y cantar. Punto. Era una tana alegre, una mujer que sentía la vida, un torrente que le iba por la sangre. Fue su manera natural de afrontar la tragedia. No se forzaba para sonreír o para hacer un chiste, le salía con la gracia de tana de barrio porteño. Y hasta soltaba algún piropo. La he visto cantar y la he visto bailar. Y la he visto llorar, una vez que me dijo: “al menos a tu madre le quedaste vos” y lloró, lo que no le gustaba.

Me sorprendió cuando vi lágrimas en sus ojos, en ella, que tantas veces la escuché cantar la canción de la resistencia antifascista Bella Ciao. Fue algo que la sorprendió a ella también. Tan de sorpresa que no lo pudo reprimir y estábamos frente a un montón de gente. Estaba leyendo a mi lado un texto de mi madre, que fue su amiga. Ella eligió ese párrafo. “Es el/ella, hijo/a, quien significa a la madre. La madre cuyos hijos desaparecieron se encuentra expulsada del significante. Se vuelve el espectro de lo que ha sido”. La frase sigue para completar el significado, pero ella no pudo seguir, se le hizo un nudo en la garganta y se le llenaron los ojos de lágrimas, me miró y me dijo eso.

Las dos veteranas, luchadoras, Madres de la Plaza, mi madre y Lita, fueron cómplices en las primeras reuniones del Encuentro Nacional de Mujeres. Y contó ese día que estaban en San Bernardo y el verano se había adelantado en noviembre, era de noche y hacía calor y no habían llevado las mallas, se sacaron la ropa, que dejaron en la arena seca y se metieron al mar en calzón y corpiño. Triunfo de la vida, esas dos mujeres en el mar, esa noche, con la libertad de sus cuerpos, de ser libres en esa vida como el mar, de tragedia y de alegría, sin que los seres humanos hayan podido inventar una palabra que represente esta mezcla absurda que es la vida.

En 1978, creo, ella llegó a México, desde Argentina, en representación de Familiares, junto con otras Madres. Iban a tratar de encarar a Juan Pablo II. Aunque no habían tramitado la audiencia, tratarían de usar algunas relaciones con la iglesia mexicana, o si no, encararlo en la calle para entregarle un escrito con la denuncia de lo que pasaba en el país.

Allí nos conocimos. A su manera, Lita fue muy creyente y consideraba a la Iglesia su casa, así que despotricaba con autoridad sobre el tema. No le gustaba Juan Pablo II. Pero después se hizo amiga del Papa Francisco. En ese viaje, si mal no recuerdo, también estuvieron la mamá del Canca Gullo, Angela María Aieta de Gullo, con un hijo preso y otro desaparecido, y Thelma Jara de Cabezas, que tenía un hijo desaparecido y otro exiliado en México. Ellas dos regresaron a la Argentina y fueron secuestradas por la dictadura. Lita se salvó porque viajó a Italia.

Soy periodista, siempre evité escribir en primera persona. Una mujer como Lita es muchísimo más que el vínculo que pueda tener cada uno con ellas, igual que todas las Madres y los grandes luchadores en general. Pero no encontré otra forma mejor para decir lo que siento, para expresar el desamparo que se va extendiendo cada vez que se apaga la vida de alguna de ellas. Estoy viejo para que me sigan diciendo Luisito, como cada vez que me veían, Nora, René, Hebe, María Adela, Olga y tantas otras queridas Madres, como Taty, que me sigue llamando así. Y la angustia de que con cada una de ellas que se nos va estamos más solos para la inmensa responsabilidad que ellas representaron, que ellas resguardaron, la idea suprema de la dignidad del ser humano.

La voy a recordar de muchas formas a Lita. La voy a recordar cuando cantaba Bella Ciao con una sonrisa, dirigiéndonos como directora de orquesta. Y la voy a despedir cantando bajito: “Esta es la flor/ del guerrillero/ Oh bella ciao,/ bella ciao,/ bella ciao, ciao, ciao/Esta es la flor/ del guerrillero/muerto por la libertad”.

Dejá tu opinión sobre este tema

Noticias destacadas

Más noticias

Te puede interesar

Newsletter

Suscribase a recibir información destacada por correo electrónico

Le enviamos un correo a:
para confirmar su suscripción

Teclas de acceso