Por Eduardo Aliverti
No deja de ser curioso, aunque comprensible, que de Fontana se resalte prioritariamente su figura como locutor. Desde ya, eso es lo que sobresale en la memoria popular por su voz imponente, su entonación, su dicción impecable y sus sellos más característicos (la ele alargada de Odol Pregunta, el “con seguridad”, y otros tantos). Pero fue mucho más que eso. Fue quien a través del Fontana Show consolidó el esquema de magazine con que la radio se renovó, siendo que se la daba en terapia intensiva por la masificación televisiva. Y fue quien revolucionó la tevé por la introducción de los grabadores de video portátiles, en Videoshow, al servicio de un nuevo concepto (la máquina de mirar) que en 1977 conmovió al medio.
Era un animal de laburo creativo que, encima, supo armonizar equipos que también trazaron historia. Sin ir más lejos, Rina Morán y María Esther Vignola, su pareja de locutoras en las mañanas de Rivadavia, fueron una impronta propia que significaron una marca dentro de la marca. Su rol enorme como locutor, tanto en la lectura de avisos comerciales como en la faz de presentador general, le vale por sí solo el reconocimiento unánime. Pero es más justo recordarlo, además o en primer término, por su papel como innovador integral.