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Opinión del Lector

Un modelo de inserción externa superador de las antinomias

Juan Pablo Laporte

Por Juan Pablo Laporte

Mucho se ha teorizado sobre la explicación del estancamiento y la declinación argentina en tres dimensiones: los modelos de desarrollo fallidos, el patrón de inserción internacional inconsistente y la política exterior argentina errática.

Estos limitantes causales se agrupan en tres disciplinas y argumentaciones.

Desde la economía, la teoría del péndulo, Diamand (1973; 1983) argumenta que desde los años cincuenta la economía se encuentra en un balanceo negativo entre un modelo agroexportador y otro de corte industrialista. Pero que ninguno de ellos logra consolidarse por la propia dinámica de no articularse como complementarios, sino como antitéticos.

Desde la sociología política, esto se explica por la teoría del empate hegemónico (Portantiero, 1977) porque existen “fuerzas alternativamente capaces de vetar los proyectos de las otras, pero sin recursos suficientes para imponer, de manera perdurable, los propios” Desde las Relaciones Internacionales, los condicionantes internos y externos de la política exterior de esos modelos pendulares y bloqueados, se explicaban por la modificación de la política exterior según necesidades internas agonales, sin ninguna permanencia en el tiempo para generar una política de estado internacional estructural.

Muchos de estos diagnósticos y propuestas de las tres disciplinas ya han sido puestos a prueba a lo largo de la historia contemporánea de nuestro país, intentando superar esa limitación teorizada. Entonces, surge la pregunta ¿Por qué nada ha cambiado?

Una posible explicación es que el péndulo económico, el empate hegemónico y la cambiante política exterior es superada por un peor bloqueo coalisional: cada proyecto de país encarnado en una coalición de gobierno es frenado e interrumpido por la coalición opuesta de manera deliberada y como parte de la construcción política.

A su vez, cada periodo de gobierno inicia un “reseteo fundacional” de vuelta a foja cero y borra conquistas, derechos y consolidaciones institucionales.

No logramos encontrar un núcleo de coincidencias comunes que permanezcan en el tiempo y sean sustentadas como pilares del desarrollo integral. No construimos sobre los cimientos de los valores de la modernidad política: la democracia, la libertad, la igualdad y los derechos humanos. Estos son cuestionados a cada instante con prácticas que con ropajes progresistas –o incluso liberales-, esconden proyectos totalizantes de democracias de baja intensidad y calidad.

¿Cabría pensar que la respuesta a esta cuestión está en una dimensión más profunda que es el sustento de la democracia, la república y la institucionalidad del desarrollo?

En este sentido una obra antigua pero de un valor en su relectura cobra una importancia contundente para encontrar una posible respuesta. El autor francés Ernest Renan en su obra bilingüe ¿Qué es una nación? nos ayuda a indagarnos en la profundidad de nuestras tradiciones, de nuestra historia e identidad política. Pero sobre todo de nuestra necesidad de pensarnos como un sujeto colectivo que supere las diferencias que bloquean el desarrollo y la convivencia democrática.

Apoyados en sus fundamentos, consideramos que la resolución de los interrogantes sobre nuestra nación inconclusa, tiene un horizonte normativo y es en la dimensión ética de la política en donde se encuentra su resolución. Como sostiene el autor, “las palabras Patria y ciudadano” es la díada de la modernidad política, que une lo nacional, pero respeta lo individual y las diferencias sin diluirlas en lo colectivo.

Debemos reencontrarnos en un modelo de nación como “alma o principio espiritual”, entendido como la voluntad de estar juntos y construir un futuro de concordia.

Pensar la Nación como un proyecto moral de encontrar un espacio para vivir en comunidad sustentado en la democracia plural y participativa. En reconocer un pasado común de hazañas y triunfos. Pero lo más importante, es pensar y construir un proyecto de futuro compartido.

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