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Opinión del Lector

Vanidad e impericia

Nelson Castro

Por Nelson Castro

Impresiona, aunque no sorprende, la falta de capacidad política del Gobierno en vísperas de debates claves.

El número no fue el esperado. El índice de inflación de marzo no estuvo por debajo del 10%. El Gobierno soñaba con un IPC (el Índice de Precios al Consumidor) de un dígito. No pudo ser. Fue de un 11%. Los aumentos de marzo en los servicios públicos, la salud y la estacionalidad dada por el comienzo del año lectivo se hicieron sentir y se llevaron puestos los bolsillos de la gente y las ilusiones del oficialismo. No obstante, en un largo mensaje por la red X (ex-Twitter), Luis Caputo salió a celebrar, pronosticando que el índice de la inflación núcleo –que estuvo en 9,8%– prenuncia que la inflación seguirá desacelerándose. El uso de esta palabra es importante, porque reconoce que los índices actuales son altísimos.

Hay coincidencia en que la caída de precios que se experimenta en algunos pocos rubros es producto de la baja del poder de compra. No es algo que desconozcan ni el Presidente ni el ministro de Economía. En el transcurrir tan particular de este tiempo por el que atraviesa la Argentina se observan fenómenos de consumo, que muestran la dimensión de la crisis: desde lo que pasa con la carne, cuyo precio, a pesar de la caída de las ventas, no para de subir, o panaderías que tienen estantes en los que se exhiben pan y facturas del día anterior a mitad de precio que se agotan.

En busca de enemigos

Tanto preocupa el tema en el Gobierno, que Luis Caputo se entusiasmó con la alusión a los datos de la cuenta Jumbo Bot sobre bajas de precios que resultaron ser falsos. Un verdadero papelón para el jefe de Estado –que le dio like al comentario– y para su ministro. Debería ser una enseñanza: creer que la realidad sólo se limita a lo que pasa en las redes, es un grueso y peligroso error para cualquier gobierno. Ya le pasó al gobierno de Mauricio Macri que, basado en los datos falsos de las redes, creyó que ganaba las PASO de agosto de 2019.

“La mitad de los argentinos creen que de acá a seis meses estaremos mejor”, señaló el Presidente en la larga entrevista que le concedió en Neura Media a Alejandro Fantino. Es cierto lo que dice: el nivel de apoyo reflejado por las encuestas –sobre todo, las que no se publican– señalan que el nivel de expectativa positiva sigue siendo alto. Esto se conjuga con el fuerte apuntalamiento de su imagen internacional y la curiosidad que despierta en aliados y detractores. Nadie puede negar que puertas afuera de nuestro país Milei es una especie de rockstar que deslumbra, no tanto por sus ideas, sino por la excentricidad de sus formas. Un claro ejemplo de esto es el encuentro que mantuvo con el empresario sudafricano Elon Musk en la planta de Tesla en Austin, Texas. Su buena sintonía es tanto personal como ideológica y recuerda los tiempos en que el expresidente Carlos Menem causaba sensaciones similares entre no pocos líderes internacionales. A no confundirse, el riojano tenía muy claros los resortes del Estado y sabía a la perfección con quién debía acordar y de quién debía mantener distancia.

Lo que debe tener presente el Presidente es que todo esto no dura para siempre. Alberto Fernández supo tener un nivel de imagen positiva del 80% en los primeros meses de su gobierno. Y lo mismo le sucedió a Macri. Está claro que la gobernabilidad va a depender de lo que pase con la economía.

El ataque a las empresas de medicina prepaga es producto también de esa preocupación. El ajuste afecta principalmente a la clase media. Esta intervención de Caputo en el tema de la medicina prepaga, como así también su decisión de no homologar el acuerdo paritario del Sindicato de Camioneros, expone una contradicción del Gobierno que, por una parte habla del Estado como un demonio y, por el otro, utiliza sus herramientas intervencionistas, según le convenga o las necesite. Debería ser otra enseñanza: el todo o nada no existe, ni para los que sostienen que el Estado lo es todo, como para los que los que piensan exactamente lo opuesto. No deja de ser penoso que todavía se discuta este anacronismo que la historia ha dilucidado y los hechos confirman todos los días.

Caputo y Milei, enfrentan también, las dudas que existen en el Fondo Monetario Internacional sobre la viabilidad social del programa puesto en marcha. En verdad, para el FMI lo que no hay precisamente es un programa económico. El reproche que le hacen a Caputo es que lo que viene implementando no son más que un puñado de medidas de índole monetario, al que ven como endeble e incompleto. Por eso le reclaman un verdadero plan económico, sin el cual creen que no habrá éxito posible. Allí se insiste en que el valor del dólar oficial está ya atrasado.

Desprolijidad libertaria

Por otra parte, la nueva baja dispuesta en la tasa de interés, también complica las colocaciones a plazo fijo y los rendimientos en las cuentas remuneradas de las billeteras virtuales, de los pocos refugios que le quedaban a la clase media para hacer rendir los pesos frente al aumento de los precios. Si bien, los instrumentos financieros para mantener el poder adquisitivo son hoy mucho más accesibles gracias a la tecnología, es un error creer que la mayoría de las personas conoce cómo operarlos.

Las conductas díscolas forman parte del paisaje interno que exhibe La Libertad Avanza. Lo sucedido en la Cámara de Diputados representa un nuevo capítulo en una puja en la que se mezclan aspiraciones a ocupar espacios de poder y la vanidad. Óscar Zago, que se fue del bloque, no para de hablar pestes del presidente de la Cámara, Martín Menem. Lo mismo sucede con Marcela Pagano, tras ser eyectada estrepitosamente de la presidencia de la Comisión de Juicio Político. Todos invocan haber tenido el apoyo del Presidente.

Es impresionante, aun cuando no sorprendente, el nivel de impericia que en ésta y otras cuestiones demuestra el oficialismo, en víspera de los debates cruciales que deberá atravesar en pos de lograr la aprobación de la ley minibús. Claro que ahora no puede haber margen de error.

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