Por Paula Giménez y Matías Caciabue
El país más pobre de Medio Oriente está siendo el epicentro geopolítico de este comienzo de año. Yemen, un país históricamente atravesado por múltiples conflictos armados, decidió iniciar un bloqueo militar en el estratégico Mar Rojo contra cualquier embarcación israelita o, en su defecto, con destino a sus puertos, hasta tanto y en cuanto la política sionista en Gaza llegue a un alto al fuego y permita el ingreso de ayuda humanitaria.
Desde fines de 2014, la República de Yemen es controlada mayoritariamente por el Movimiento Ansarolá -en árabe, Partidarios de Dios-, más conocidos como Hutíes, una organización político-militar predominantemente musulmana chiíta, pero que también cuenta entre sus filas a musulmanes suníes, aliada de Irán. Desde esa fecha, el país vió profundizado su conflicto armado interno con el ingreso al país de una ofensiva militar por parte de los saudíes y sus aliados. Arabia Saudita, el país más rico de Medio Oriente, controlado por la Casa de Saúd, de orientación sunnita wahbista, profesantes de un islamismo ultraconservador.
Se estima que dicha guerra cobró, nada más y nada menos, que unas 400 mil víctimas. Una de las postales más icónicas del conflicto fue la reunión de Mohammad bin Salmán, príncipe heredero y primer ministro saudí, con Donald Trump en marzo de 2018. En dicha reunión, ambos mandatarios sostuvieron una gigantografía señalando una compra-venta de diversos sistemas de armas por U$S12.500 millones que los sauditas luego utilizaron en territorio yemení. “3.000 millones de dólares… 533 millones de dólares… 525 millones… ¡Son pequeñeces para usted!”, comentó Trump mientras apuntaba a las fotografías de diversos armamentos, ocasionando carcajadas en el jeque saudita.
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La situación fue internacionalmente tan escandalosa, producto de las múltiples acusaciones por crímenes de guerra de Arabia Saudita en Yemen, que en enero de 2021 la administración de Washington, ya en manos de Joe Biden, suspendió la venta de armas a Riad, la capital saudita. Como telón de fondo, el Secretario de Estado Antony Blinken intentaba reflotar el acuerdo nuclear con Irán, aliado estratégico del gobierno de los Hutíes en Yemen.
China, jugador de Medio Oriente
El tablero geopolítico de Medio Oriente dió un giro brusco cuando, a instancias de la diplomacia china, Arabia Saudita y la República Islámica de Irán, los dos grandes rivales regionales, acordaron en abril de 2023 una reanudación de sus relaciones diplomáticas. Ese giro se consolidó en agosto pasado cuando ambos países ingresaron, de manera simultánea, a los BRICS.
A partir de allí, no tardaron en llegar los acuerdos y entendimientos entre Riad y Saná, la Capital de Yemen, controlada por los Hutíes al igual que todo el occidente del país, mucho más relevante en términos demográficos.
Así, el pasado 23 de diciembre, se comprometieron ante Naciones Unidas a un cese de hostilidades los Hutíes y lo que la prensa occidental define como “Gobierno de Yemen”, la facción política respaldada por Arabia Saudita, con origen en el expresidente Alí Abdalá Salé, y que aún cuenta con un relativo control territorial de Adén, la segunda ciudad del país.
En otras palabras, la situación de los hutíes, con acceso al Mar Rojo y capacidades militares de ataque naval, aeronaval y por drones, en todas sus costas, particularmente en el Estrecho de Mandeb, quedó liberada del hostigamiento permanente de la potencia militar saudita.
Yemen pone el comercio mundial en jaque
Las acciones militares hutíes en el Mar Rojo, que incluyó la captura del buque de carga rodante Galaxy Leader, por parte de una fuerza de despliegue aeronaval el pasado mes de noviembre, propiedad del empresario israelí Gari Ungar, han ha sido lo suficientemente disuasivas como para que las principales navieras del mundo hayan optado por evitar esa ruta hacia el Canal de Suez, propiedad de Egipto. El tránsito del Mar Rojo aglutina en torno al 12% del comercio mundial -algunos informes hablan del 25%- y el 60% de los containers del mundo, es decir, de la mayoría de los bienes de consumo y de capital desde Asia con destino a Europa.
Así, el trayecto alternativo supone rodear todo el continente africano hacia el Cabo de Nueva Esperanza, lo que supone incrementar las distancias de 18 mil kilómetros a unos 25 mil, redunda en un incremento de los costos de transporte marítimo que puede rondar entre el 40% y el 60%, sobre todo por un mayor uso de combustible.
El 12 de enero, Estados Unidos y el Reino Unido, con el apoyo de Australia, Canadá, Corea del Sur, Alemania, Países Bajos y Bahréin, realizaron el primer ataque de la denominada Operación Guardián de la Prosperidad. En la misma, lanzaron ataques aéreos contra objetivos hutíes en suelo yemení.
Esos ataques no pasaron desapercibidos por los grandes jugadores regionales y globales. Luego de los primeros ataques, que siguieron estos días, Mohamed Abdusalam, portavoz de los hutíes, señaló que los ataques no los van a disuadir de seguir apoyando a Palestina, afirmando que van a “permanecer junto a Gaza todo lo que puedan”.
Wang Yi, Ministro de Relaciones Exteriores de China, y Sameh Shoukry, su par de Egipto en una reunión cumbre en El Cairo el pasado 14 de enero, señalaron que los ataques en torno al Mar Rojo deben cesar, así como la presión sobre los navíos mercantes, destacando que la importancia de interpretar esos acontecimientos en el Mar Rojo debe hacerse en “relación con la situación en Gaza, ya que es una de las principales causas”. Ambos expresaron su “inquietud por la expansión del conflicto” y remarcaron lo prioritario de “unir los esfuerzos internacionales y regionales para detener de inmediato los ataques” israelíes sobre el territorio palestino. No obstante, siendo ambos países interesados en la normalización comercial del Mar Rojo, afirmaron que se debe “garantizar la seguridad de la navegación en el mar Rojo como una prioridad”.
Por su parte, Recep Tayyip Erdogan, Presidente de Turquía, un país miembro de la OTAN, señaló que los ataques de Reino Unido y Estados Unidos contra objetivos de la milicia hutí en Yemen, no era “proporcional”, y denunció la intención de convertir el Mar Rojo “en un mar de sangre”. En la misma línea, Rusia, en la voz de Vasily Nebenzya, el representante de ese país en la ONU, señaló que “Defender los barcos comerciales es una cuestión, y bombardear otros países es un asunto diferente y una acción ilegal”.
Donald Trump, ya en una comprometida precandidatura para retornar a la Casa Blanca, salió a criticar duramente las acciones militares estadounidenses en Yemen. “Estamos lanzando bombas en Medio Oriente, otra vez”, afirmó Trump en un mensaje publicado en la red social Truth Social, plataforma lanzada por Trump Media & Technology Group. “Ahora tenemos guerras en Ucrania, Israel y Yemen, pero ninguna en la frontera sur. Oh, eso tiene mucho sentido", ironizando contra la política migratoria de Biden, que tanto molesta a los votantes republicanos.
Por su parte, y más como una respuesta a la política interna, Joe Biden señaló que “estos ataques selectivos son un mensaje claro de que Estados Unidos y nuestros socios no tolerarán ataques contra nuestro personal ni permitirán que actores hostiles pongan en peligro la libertad de navegación en una de las rutas comerciales más críticas del mundo. Sin embargo, probablemente influido por la falta de legalidad de sus acciones ante el Congreso de la Unión, Biden señaló que “nuestro objetivo sigue siendo desescalar las tensiones y restaurar la estabilidad en el Mar Rojo, pero que nuestro mensaje sea claro: no dudaremos en defender vidas y proteger la libre circulación del comercio en una de las vías acuáticas más críticas del mundo ante las amenazas continuas”.
Dichas declaraciones fueron respaldadas por el Consejo Nacional de Seguridad. John Kirby, su portavoz, fue determinante en señalar que “No buscamos una guerra en Yemen contra los hutíes. Queremos que cesen sus ataques. Todo lo que el presidente ha estado haciendo desde que comenzaron los ataques a finales de noviembre ha sido diseñado para degradar su capacidad de hacerlo, pero también para enviar una fuerte señal de que deben pararlos”.
Por supuesto, del concierto de posicionamientos, la más relevante fue la de Arabia Saudita. Su Ministerio de Relaciones Exteriores, dirigido por Faisal bin Farhan Al Saud, emitió un comunicado donde señaló que “el reino de Arabia Saudita sigue con gran preocupación las operaciones militares que tienen lugar en la región del mar Rojo y los ataques aéreos contra varios lugares de la República del Yemen”. En el mismo, apeló también a la importancia de preservar la seguridad y la estabilidad en la región del mar Rojo, al tiempo que recordó que la libertad de navegación es “una exigencia internacional porque perjudica los intereses del mundo entero”. Sin embargo, pidió “moderación” ante “los acontecimientos que están ocurriendo en la región”, en referencia a la desproporcionada acción militar israelí en Gaza y a la apertura de nuevos frentes de un mismo conflicto.
En otras palabras, los sauditas están consolidando sus acuerdos con China y con los países del emergente orden de los BRICS, que incluyen y exigen un entendimiento con su gran rival regional, la República Islámica de Irán. Este país, en declaraciones del Canciller Hosein Amirabdolahian por la Red Social X, fue contundente: “En lugar del ataque militar contra Yemen, la Casa Blanca debería detener inmediatamente toda cooperación militar y de seguridad con Tel Aviv contra el pueblo de Gaza y Cisjordania para que la seguridad regrese a toda la región”.
Palabras finales: Un conflicto que no tiene su fin en el horizonte
El pasado martes 23 de enero se supo que la coalición militar internacional de Estados Unidos y Gran Bretaña Gobierno realizó ataques adicionales contra ocho objetivos en el suelo de Yemen. Al mismo tiempo, esos países informaron que impusieron sanciones económicas a Yemen. El jueves 25 el Departamento del Tesoro de Estados Unidos informó la implementación de una serie de sanciones dirigidas a funcionarios yemeníes, entre los que se encuentran Mohamed al-Atifi, el ministro de Defensa, Mohamad Fadl Abd al-Nabi, el comandante de las Fuerzas Marítimas, Mohamad Ali al-Qadiri, el jefe de las Fuerzas de Defensa Costera, y Muamad Ahmad al-Talibi, quien Washington describió como el director de adquisiciones de las fuerzas hutíes.
Por su parte, un alto dirigente del Consejo Político Supremo de Yemen, Muhamad al-Bajiti, en su cuente en X, reiteró su voluntad de sostener el conflicto, señaló que Londres y Washington están usando su flota naval en Medio Oriente para “proteger a los perpetradores del genocidio en Gaza”. En la misma línea, el líder del Movimiento Ansarolá, Seyed Abdulmalik Badreddin al-Houthi, ha asegurado que los ataques militares estadounidenses y británicos contra el país árabe en respuesta a las operaciones yemeníes no afectaría su voluntad y determinación.
Todo pareciera indicar que el conflicto ha ingresado en un espiral de escalamiento. Si, verdaderamente, los poderes de occidente quieren dar una solución a este importantísimo conflicto que afecta al conflicto internacional en general, y al europeo en particular, deberán ensayar otro tipo de soluciones. La actual coyuntura mundial no pareciera admitir más bombas y sanciones económicas unilaterales. Las acciones de Sudáfrica en la Corte Penal Internacional, con el apoyo de más de 50 países (entre los que están Bolivia, Brasil, Colombia y Venezuela), podría ser la alternativa de paz que Medio Oriente y el mundo esperan.