En épocas de lluvias, Corrientes puede tener hasta un 60% de su territorio bajo agua: hoy apenas supera el 8%, según un informe del INTA presentado por el gobernador de la provincia, Gustavo Valdés.
“La superficie de la provincia tiene un 60% de agua cuando llueve mucho, y hoy estamos en un 8%. En tres años perdimos un tercio de agua producto de la sequía, por lo que nos encontramos en el pico más acuciante de la crisis climática”, dijo hoy, en rueda de prensa, el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, en el marco de un acto que sirvió para presentar un aplicativo telefónico para que la ciudadanía pueda reportar, desde su lugar, el surgimiento de algún foco de incendio, que es la agria frutilla del postre letal producido por la sequía, las altas temperaturas y los vientos cambiantes que soplan, calientes, en todo el territorio.
Las palabras del gobernador se sustentan en un informe reciente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA-Corrientes), que pone blanco sobre negro la situación de crisis que vive la provincia (cómo gran parte del país) y que afecta a toda su cadena productiva.
Sucede que desde el año 2020, Corrientes sufre un déficit de lluvia que representa entre un 20 y un 35 por ciento menos de precipitaciones. El terreno, por tanto, está seco. Para poder cuantificarlo en detalle, el INTA hizo público un mapa que, tomando la clasificación de imágenes satelitales de enero de 2023, arrojó valores de apenas 766.630 hectáreas húmedas. Esto quiere decir que solo un 8,6% de la superficie provincial hoy está bajo agua.
El mapa en cuestión hace tres comparaciones: en 1998, durante el fenómeno del Niño, el 58 por ciento del territorio era agua. Ya con la Niña, en diciembre de 2021, había agua en el 14 por ciento de la superficie. Y en diciembre del año pasado, hace unos pocos días, ese valor era del 12 por ciento. Nos encontramos, por tanto, en el peor momento de la crisis climática, que seguirá agravándose en tanto y en cuanto no aparezcan las lluvias.
“La constante contracción de los cuerpos de agua superficiales se verificó en humedales naturales y artificiales, evidencias de que las escasas precipitaciones no han aportado a recuperarlos. La situación de estos espacios, vitales para el abastecimiento animal, obliga a los productores a realizar perforaciones en zonas donde nunca antes hizo falta tener este tipo de obras. A su vez las mismas son cada vez más costosas, debido a la depresión que están sufriendo las napas freáticas, ubicándose a mayor profundidad”, dice el informe que recibió el Gobierno y al que accedió La Nación.
“La situación provincial seguirá estando muy delicada con respecto a la disponibilidad hídrica y forrajera. En gran parte de la provincia (más del 75 por ciento del territorio) el abastecimiento de agua de bebida animal, tanto en calidad como en cantidad es crítico, con zonas donde directamente el agua superficial desapareció, por ejemplo, lagunas poco profundas”, añade el documento.
“Lamentablemente, esta situación que cumplió tres años, ha generado grandes efectos y daños”, dijo por su parte el ministro de la Producción, Claudio Anselmo, en contacto con la prensa local.
Anselmo también revisó el informe técnico de los profesionales del INTA que desagregó los efectos de la sequía por cada uno de los sistemas productivos de la provincia, haciendo foco en la ganadería, la forestación y las plantaciones de arroz.
Con respecto a los sistemas ganaderos, el informe confirma que dada la merma en las precipitaciones, que ya lleva tres años por debajo de la media, viene afectando severamente el crecimiento forrajero y, desde hace un año al menos, la disponibilidad de agua de calidad para bebida de los animales.
Además, “sobre una superficie significativa se perdió el forraje acumulado por las quemas que se dieron entre enero y marzo del 2022. Por otro lado, a pesar de haber recomendado reducir el stock de hacienda, la región mantuvo y hasta incrementó en un 8 por ciento la cantidad de cabezas durante el último año, lo que agrava la situación”.
Ante este escenario, se prevé una disminución de la preñez, menores pesos de venta de tenernos y vacas descarte, situación que no terminaría de revertirse este año. “La ganadería en Corrientes pierde normalmente del 1 al 3 por ciento de sus cabezas por año, aunque ahora podría duplicarse y hasta triplicarse por el efecto combinado de sequía, los bajos precios del ganado y el elevado costo de los alimentos”.
En cuanto al arroz, la lupa está puesta justamente en la provisión de agua. El área más importante de este cultivo se localiza en el centro sur de la provincia y en la costa del río Uruguay, donde el agua de riego proviene de represas, cuya recarga depende de las lluvias.
Las condiciones climáticas de esta campaña donde el fenómeno “Niña” están ocasionando consumos de agua récord en las arroceras, el agua acumulada en las represas no está alcanzando a cubrir el ciclo de cultivo.
En la zona de riego por bombeo desde los ríos internos de la provincia la situación es complicada por los bajos caudales de los mismos, como el de la cuenca del río Corrientes, donde están implantadas 12 mil hectáreas de cultivo próximas a cosechar y no se tiene certeza de completar el ciclo de riego.
Sobre fines de enero del 2023, iniciando la temporada de cosecha y considerando que se han sembrado 90 mil hectáreas de arroz, los referentes más optimistas prevén llegar a cosechar 60 mil hectáreas.
Finalmente y en cuanto a los sistemas forestales, se informó que un total de 10.543 hectáreas de pinos, eucaliptus y otras especies, fueron afectadas por sequía. Hay, asimismo, otras 24.202 hectáreas con menor grado de afectación en diferentes zonas de la provincia. La mortalidad se identificó con mayor frecuencia (más de la mitad) en una especie de pino (Pinus taeda adultos).
Asimismo, se continúa observando una disminución del crecimiento de las masas forestales mayor al 10% tanto en las plantaciones de pinos y eucaliptus por el mismo efecto de la sequía, lo que reduce la productividad de las especies forestales cultivadas con el consecuente daño económico.
Ante este panorama y sobre lo que se espera para los próximos meses, el ministro Anselmo dijo que “podemos esperar que aparezcan tormentas y chaparrones, pero no van a alcanzar a compensar el déficit de lluvias. Hay lugares donde llovía 1000 o 1200 milímetros y ahora hay 900 milímetros de déficit desde marzo de 2020. Eso es difícil de recuperar, sobre todo las aguas superficiales”, explicó, con lógica preocupación.
Fuente: La Nación