El papa Francisco, en su homilía en la misa, defendió que la Palabra de Dios "no está destinada solo a los justos sino a todos" e invitó a su Iglesia a "abrirse a las personas".
El papa Francisco advirtió hoy de la "maldición" que supondría una Iglesia "de corazón estrecho" cerrada a la gente y llamó a la unidad, en su homilía en la misa por la IV Jornada de la Palabra de Dios en la basílica de San Pedro.
"Si la salvación está destinada a todos, incluso a los más lejanos y perdidos, entonces el anuncio de la Palabra debe ser la principal urgencia de la comunidad eclesial. Que no nos suceda profesar la fe en un Dios de corazón ancho y ser una Iglesia de corazón estrecho ; Esto sería, me permito decirlo, una maldición", advirtió Francisco.
El pontífice argentino defendió que la Palabra de Dios "no está destinada solo a los justos sino a todos" y emplazó a su Iglesia a "abrirse a las personas".
"Quiere llegar a los lejanos, quiere sanar a los enfermos, quiere salvar a los pecadores, quiere reunir a las ovejas perdidas y levantar a los que tienen el corazón cansado y agobiado (...) No olvidemos esto, la misericordia de Dios es para todos", sostuvo.
Por eso, en esta jornada dedicada a la propagación de la fe, llamó a la Iglesia a hacerlo en "las situaciones de cada día", sobre todo entre quienes están "perdidos, se sienten oprimidos o desanimados".
Francisco también lanzó un mensaje de unidad en un momento en el que las tensiones entre las corrientes dentro del Vaticano se han hecho más evidentes, especialmente a raíz de la muerte del papa emérito Benedicto XVI , referente del sector más conservador.
El papa argentino, frecuente centro de críticas de este ala, sostuvo en su homilía que el Concilio Vaticano II mostró un camino: "Todos, incluso los pastores de la Iglesia, estamos bajo la autoridad de la Palabra de Dios".
"No bajo nuestros propios gustos, tendencias y preferencias, sino bajo la única Palabra de Dios que nos moldea, nos convierte y nos pide estar unidos en la única Iglesia de Cristo", avisó Francisco.
En esta eucaristía solemne el pontífice también confirió a hombres y mujeres de varios países del mundo los ministerios del lector y del catequista, este último entregado, entre otros, a la mexicana Olga Carcur.