Con el Bautismo del Señor concluye el tiempo de Navidad y la Iglesia nos invita a mirar la humildad de Jesús que se convierte en una epifanía (manifestación) de la Santísima Trinidad. Así lo corrobora el relato del Evangelio.
El agua purificadora ha sido purificada
Jesús, Dios y hombre sin mancha, es bautizado por Juan. ¿Por qué es esto, si en Él no hay pecado? La pregunta roza el misterio: Jesús con su Bautismo le está abriendo la puerta de la salvación a todo el género humano. Nuestra naturaleza dañada por el pecado original queda restituida.
En el s. V, San Máximo de Turín señalaba, haciendo referencia al agua del Bautismo del Señor, lo siguiente: “Cuando se lava el Salvador, se purifica toda el agua necesaria para nuestro bautismo y queda limpia la fuente, para que pueda luego administrarse a los pueblos que habían de venir a la gracia de aquel baño”.
Cristo es la fuente de toda pureza y si Él no nos lava, el pecado mantendrá su dominio sobre nosotros. Las aguas del Bautismo tienen un profundo significado: vida nueva y libertad.
Dios, Uno y Trino, es quien se acerca a nosotros
Décadas antes de San Máximo, San Gregorio Nacianceno, Padre de la Iglesia del s. IV, enseñaba: “Juan está bautizando, y Cristo se acerca; tal vez para santificar al mismo por quien va a ser bautizado; y sin duda para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua”.
El Bautismo es el sacramento que nos ha renovado completamente, al punto de que es “nuevo nacimiento” para la vida de la Gracia. La fuerza de este sacramento es incalculable:
“También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio”, añade San Gregorio.
Evangelio: Marcos 1,7-117Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él.
Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.»