El arzobispo consideró que para resolver las situaciones afligentes que el mundo contemporáneo se empeña en generar, es necesario despertar la conciencia de que "Cristo es el legítimo Pastor".
Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, recordó que "Jesús se compadece de la muchedumbre que lo busca".
"Sin explícita manifestación de su búsqueda, reconoce al Pastor y permanece junto a Él, escuchando su enseñanza y recibiendo el beneficio de su acción que sana y orienta", destacó.
"El mundo es la muchedumbre que busca a su Pastor, ya que hasta hoy, anda a los tumbos 'como ovejas sin pastor'", graficó.
El arzobispo emérito afirmó que "la desorientación existencial que domina sus principales expresiones, no encontrará una respuesta adecuada sino en Cristo".
"Aún no es conciencia viva - de hombres y mujeres - que Cristo es el legítimo Pastor. Es preciso despertar esa conciencia, para resolver las más afligentes situaciones que el mundo contemporáneo se empeña en generar", concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- Los enviados comparten sus experiencias misioneras. Los apóstoles regresan de la misión y se comunican las diversas experiencias. Se los ve conmovidos, al comprobar la eficacia de sus palabras y acciones. Sin duda Jesús, el Maestro, es quien otorga valor al ministerio que confió a aquellos asombrados hombres. Es oportuno trasladar el hecho protagonizado por Jesús y los apóstoles a la actualidad. Los sucesores de aquellos discípulos, y como ellos, hacen depender la eficacia de su ministerio del poder de Jesús. Para ello es preciso que se comporten, con la humildad aprendida y practicada en la intimidad de su Señor. Es preciso aprender de su Maestro, obedeciendo su enseñanza mediante una oración incesante. Queda de manifiesto que el éxito de la actividad evangelizadora depende de la intimidad con Cristo, porque Él es el dispensador de la gracia. Los ciudadanos de este mundo necesitan un encuentro removedor de sus vidas, que únicamente Cristo produce. Para ello Cristo debe ser anunciado y testimoniado por quienes, por el Bautismo, le pertenecen. Los verdaderos cristianos son los santos. Son quienes han aceptado, por la fe, al Hijo de Dios encarnado, en sus vidas fieles a su Palabra e íntimamente unidos a Él en el amor y el martirio. Una meta imposible para los hombres, pero no para Dios. La presencia de Jesucristo atrae, para quienes lo deseen sinceramente, la posibilidad de ser hijos de Dios. La vida penitencial del convertido a Cristo está necesariamente animada por el Santo Espíritu, desde sus mismos orígenes, hasta su logro final. Es lamentable que este pensamiento no predomine en la predicación, en la catequesis y en el intercambio entre los mismos creyentes. Requiere el entusiasmo de fervorosos cristianos, que no pueden dejar de hacer público que creen en Cristo y adoptan sus mandamientos como proyecto de vida. Intentamos construir una Iglesia ardiente por la caridad y empeñosa en abrir senderos que conduzcan ? incluso a los más distantes - al abrazo misericordioso del Padre. De esa manera, se identificará como la Iglesia, que hace presente a Cristo, venido en busca de los pecadores. La evangelización, que destaca su esencial misión, es la búsqueda misericordiosa de quienes viven alejados de Dios.
2.- Jesús ofrece su sagrada intimidad. Jesús crea un espacio de intimidad y silencio, verdadero descanso del trajín misionero. Él constituye el descanso de los discípulos que vuelven de una experiencia evangelizadora agobiante. El interés que suscita su persona y su enseñanza, atrae a muchedumbres desorientadas "como ovejas sin pastor". Se olvida de comer y dormir, conmovido ante la gente que lo busca, en una piadosa e insistente persecución. Llegado a la otra orilla, la muchedumbre se adelanta y expresa su enorme necesidad de Él. Jesús ha venido a saciarla del pan de la Palabra y de la Eucaristía. También la Iglesia, fundada en los actuales Apóstoles y Profetas. "Denles ustedes mismos de comer" (Lucas 9, 13) les manda Jesús a sus inmediatos discípulos. Es preciso trascender sus palabras y presentarlas como símbolo de una realidad superior. Guiados por el Espíritu debemos leer entre líneas, cuando es proclamado el Evangelio. No incluye la libre interpretación de la Escritura, que intentan algunos hermanos cristianos, como método único. Cuando no entendemos debemos acudir a quienes tienen la misión de interpretar legítimamente la Palabra de Dios. Es el rol que corresponde al Magisterio auténtico de la Iglesia. Es el que debe discernir la Palabra de Dios de versiones individuales. Dios se interpreta a Si mismo en el Magisterio de Cristo, nadie puede hacerlo por Él, si no hace sus veces. Ciertamente existen presupuestos, que deben ser respetados para el logro de esa legitimidad. Para ello se requiere un sometimiento incondicional a la asistencia e inspiración del Espíritu Santo. La religiosidad, intensamente vivida por los ministros de la Palabra, respalda su servicio pastoral. Es en ella cuando todos los ministros de la Palabra - sacerdotes, diáconos y catequistas - deben imitar a Jesús. Para ello, necesitan aprender de su Maestro, en su intimidad silenciosa y transparente con el Padre. El lenguaje inteligible que el mundo necesita, en la transmisión del Evangelio, debe ser simple y accesible a los más humildes. Nos cuesta, somos complicados y hacemos incomprensible lo que intentamos transmitir. La sencillez del lenguaje parabólico, que emplea Jesús en su enseñanza, constituye el método ideal. Cuando nos alejamos de él, nuestra acción evangelizadora se debilita peligrosamente. Los santos Pastores adoptan, con la mayor fidelidad, el método evangelizador de Jesús.
3.- Sin Cristo andamos a la deriva. Cuando desplazamos a Jesús Maestro de nuestras vidas, nos negamos a aprender la Verdad que Él nos transmite y necesitamos. Sin Él vamos a la deriva, no logrando alcanzar la Verdad. Está bien que confiemos en nuestro empeño personal y comunitario, pero sin constituirnos nosotros en la verdad que debe regirnos. Sin Dios prevalecerá el error y su consecuente desorientación. La Palabra que proyecta la Verdad en nuestras vidas es Jesucristo. Es la convicción que anima a los Apóstoles a cumplir tan riesgosa tarea. Todos ellos son martirizados y mueren honrados al padecer por el Nombre de Jesús. Hoy, como entonces, el Divino Espíritu suscita nuevos discípulos de Jesús y los envía al mundo. Cumplirán la misma misión y correrán los mismos riesgos. No deben sorprendernos las agresiones que aquejan hoy a la Iglesia de Dios, como ocurre en Nicaragua. El siglo XX alberga persecuciones, protagonizadas por regímenes totalitarios, como el comunista y el nazi. Como se preveía, hallan su fin a pocos años de sus comienzos, a pesar de sus abrumantes y aparentes éxitos. Confiados, en la presencia de Cristo resucitado, los cristianos comprueban el poder del Evangelio contra quienes se le oponen, por más poderosos que sean. Los muros caen estrepitosamente ante el poder de la Cruz. Una Cruz portada por humildes creyentes, que permanecen en un incomprendido e inexplicable anonimato. Cristo se revela en los pobres de corazón y, para entenderlo, quienes lo reconocen necesitarán hacerse pequeños y humildes. La acción evangelizadora exige, a quienes son evangelizados, la pobreza del corazón. Es la condición indispensable para recibir la Palabra, que nos conduce a ser hijos de Dios. Dios se hace pobre en Cristo, y no será conocido sino por quienes lo imiten en su conmovedora pobreza. El mundo, a causa de la soberbia que intenta dominarlo todo, no logra comprender a un Dios que se anonada por amor. Nadie llega al conocimiento de Dios sino por Cristo, que elige la humillación de la Cruz para redimir al mundo de su pecado. Si lo aceptamos a Él, cuando se hace uno de nosotros por la Encarnación, nos convertimos en transparencia suya: "Así como el Padre me envió yo también los envío a ustedes" (Juan 20, 21). Será preciso imitarlo en su pobreza, para que Él sea reconocido por el mundo. No existe otra forma que la adoptada por Él mismo.
4.- El mundo es la muchedumbre que busca a su Pastor. Jesús se compadece de la muchedumbre que lo busca. Sin explícita manifestación de su búsqueda, reconoce al Pastor y permanece junto a Él, escuchando su enseñanza y recibiendo el beneficio de su acción que sana y orienta. El mundo es la muchedumbre que busca a su Pastor, ya que hasta hoy, anda a los tumbos "como ovejas sin pastor". La desorientación existencial, que domina sus principales expresiones, no encontrará una respuesta adecuada sino en Cristo. Aún no es conciencia viva - de hombres y mujeres - que Cristo es el legítimo Pastor. Es preciso despertar esa conciencia, para resolver las más afligentes situaciones que el mundo contemporáneo se empeña en generar.